El verdadero modelo de China: la fórmula duradera de Beijing para la riqueza y el poder
Es el título del artículo publicado en Foreign Affairs el 19 de agosto de 2025. Los autores son Dan Wang y Arthur Kroeber. El primero es investigador del Instituto Hoover de la Universidad de Stanford y el segundo fundador de Gavekal Dragonomics.
Wang y Kroeber nos dan información útil para entender a nuestro primer socio comercial y aprovechar sus ventajas competitivas, y no solo dedicarnos a exportar materias primas en una relación típica del siglo XIX. Hay muchas enseñanzas para el Perú en educación y capacitación, infraestructura, política industrial, entre otras.
Gran potencial
Los autores inician señalando que el modelo chino tiene problemas: financiación desmedida que ha generado despilfarro y corrupción; se han creado industrias donde decenas de competidores fabrican productos similares y tienen dificultades para obtener beneficios; y la deflación resultante hace que las empresas recelen de contratar personal o subir salarios, lo que reduce la confianza del consumidor y debilita el crecimiento.
Sin embargo, es un grave error pensar que son lo suficientemente graves como para descarrilar el impulso tecnológico de China. La política industrial de Beijing tuvo éxito no solo porque los planificadores seleccionaron los sectores adecuados y los subvencionaron. Funcionó porque el Estado construyó la infraestructura necesaria para convertirse en una potencia tecnológica.
Éxitos a la vista
China no solo es líder mundial en vehículos eléctricos y generación de energía con tecnologías limpias, sino que también domina el mercado de drones, automatización industrial y otros productos electrónicos. Su dominio en tierras raras resultó en un rápido acuerdo comercial con EE.UU. Las empresas chinas están en vías de dominar los productos tecnológicos más sofisticados producidos en otras regiones del mundo.
China fabricó casi tres cuartas partes de los vehículos eléctricos del orbe en 2024 y representó el 40 % de las exportaciones mundiales. Tiene un dominio absoluto sobre la cadena de suministro de energía solar. Las empresas chinas fabrican la mayoría de las baterías del mundo. Además, produce el 60 % de los electrolizadores utilizados para extraer hidrógeno del agua, útiles para producir energía limpia más eficiente.
Error estadounidense
Wang y Kroeber anotan que la fortaleza industrial y tecnológica de China es ahora una característica de la economía mundial. EE.UU debería competir con China para mantener su liderazgo tecnológico general y sostener las industrias necesarias para una prosperidad generalizada y la seguridad nacional. Sin embargo, los responsables políticos estadounidenses deben reconocer que su estrategia actual —controles a las exportaciones, aranceles y una política industrial dispersa— es ineficaz.
Intentar simplemente frenar a China no funcionará. Washington debe centrarse en fortalecer sus propios sistemas de fortaleza industrial mediante inversiones pacientes y a largo plazo, no solo en industrias clave seleccionadas, sino también en infraestructura energética, de información y de transporte. De lo contrario, se enfrentará a una mayor desindustrialización y perderá liderazgo tecnológico.
Claves para el éxito
Según los autores, la explicación habitual del éxito tecnológico de China es que el gobierno central se centró en diversas industrias para apoyarlas; otorgó cientos de miles de millones de dólares en subsidios, exenciones fiscales y préstamos a bajo interés para impulsar estos sectores; y ayudó a las empresas chinas a robar o copiar tecnología de otros estados.
Sin embargo, China tuvo éxito no solo porque subsidió a industrias específicas, sino también porque invirtió en la infraestructura sólida —sistemas físicos subyacentes y experiencia humana— que posibilita la innovación y la producción eficiente. Esta consistió en sistemas de transporte, como carreteras, ferrocarriles de alta velocidad y puertos.
Pero si China se hubiera detenido ahí, no habría alcanzado la cima tecnológica actual. Otros sistemas de infraestructura han resultado cruciales. Uno de ellos es la red digital. Ellos apostaron a que una infraestructura de datos de alta calidad fortalecería al gobierno, a la vez que beneficiaría enormemente a los sectores industriales del país y crearía un ecosistema de alta tecnología.
Red eléctrica
Wang y Kroeber anotan que el siguiente sistema de infraestructura clave que impulsa el progreso de China es su red eléctrica. El país ha invertido considerablemente en líneas de transmisión de ultra alta tensión, capaces de transportar electricidad de forma eficiente a largas distancias. Este abundante suministro de energía ha permitido el rápido crecimiento de los sistemas de transporte que dependen de la electricidad, en particular el ferrocarril de alta velocidad y los vehículos eléctricos.
La electrificación de China no surgió de un plan maestro. Fue, más bien, el resultado de respuestas tecnocráticas a problemas puntuales, como la escasez de energía en zonas industriales y la necesidad de liberar capacidad ferroviaria para fines distintos al transporte de carbón.
Ahora, la electrificación rápida cumple un claro propósito estratégico: es un motor de innovación industrial: «impulsa el futuro». Y el gobierno es plenamente consciente de que la electricidad abundante y barata proporciona al país una ventaja crucial en las industrias de alto consumo energético del futuro, sobre todo en la inteligencia artificial.
Fuerza laboral
Los autores señalan que la pieza más sutil de la infraestructura profunda de China es su fuerza laboral industrial de más de 70 millones de personas. Gracias al intenso desarrollo de complejas cadenas de suministro manufactureras en el país, los gerentes de fábrica, ingenieros y trabajadores chinos cuentan con décadas de “conocimiento de procesos” sobre cómo fabricar cosas y cómo mejorarlas de forma más eficiente, con mejor calidad y a un menor costo.
También facilita la escalabilidad: las fábricas chinas pueden contar con una amplia plantilla experimentada para la fabricación de casi cualquier producto nuevo. Por último, y más importante, el conocimiento de los procesos permite a China crear industrias completamente nuevas.
El conocimiento de procesos en la fuerza laboral china puede ser el mayor activo económico, sin embargo, es difícil de cuantificar. Los analistas también pasan por alto la ambición desbordante de los emprendedores chinos. El país está lleno de empresarios con el optimismo, la audacia o la insensatez de intentar revolucionar sectores.
Desafíos económicos
Wang y Kroeber nos recuerdan también que el país enfrenta serios desafíos económicos, muchos de los cuales surgen, al menos en parte, de las mismas políticas industriales. Los tecnócratas chinos han dirigido recursos no solo a infraestructuras de alta productividad, sino también a empresas estatales que contribuyen poco al vibrante ecosistema tecnológico del país, acumulan enormes deudas y lastran la eficiencia de la economía.
Los subsidios no regulados han propiciado una mayor corrupción. Algunos de los proyectos financiados con este dinero fueron fraudes flagrantes y en otros tanto empresarios como funcionarios gubernamentales les robaron. Por otra parte, los subsidios -ahora más controlados- pueden, en ocasiones, frenar la innovación. Un gasto generoso en manufactura contribuye a impulsar el ecosistema tecnológico, pero también permite que las empresas menos eficientes se mantengan en el mercado.
Sector servicios
Si China es demasiado generosa con las empresas tecnológicas y manufactureras, no lo es con las que prestan servicios. Beijing regula excesivamente el sector servicios de forma crónica, tomando medidas enérgicas contra las empresas de internet que, según el gobierno, participan en prácticas monopolísticas o amenazan con la inestabilidad política o social.
Para los autores controla estrictamente las finanzas, la sanidad y la educación. En consecuencia, el crecimiento del empleo en estos sectores ha sido débil. Con la dificultad de conseguir empleo, los salarios subiendo poco o nada, y el precio de las viviendas —el principal activo de la mayoría de los chinos— a la baja, los consumidores chinos se han vuelto reacios a gastar. Las empresas privadas se han mostrado a su vez aún más reacias a contratar o a subir los salarios.
El modelo actual de China genera un crecimiento económico más lento. La economía ahora lucha constantemente por alcanzar su objetivo de crecimiento anual del 5% y se enfrenta constantemente a la deflación y a la necesidad de exportar más que le provocarían generarían mayores conflictos internacionales con EE.UU. Sin embargo, anotan los autores, es probable que Beijing supere estos riesgos, al igual que ha superado muchos desafíos en el pasado.
Respuestas de EE.UU
Wang y Kroeber anotan que Washington no se ha quedado de brazos cruzados ante el progreso de los sectores tecnológico y manufacturero de China. El primer gobierno de Trump revitalizó algunas de las oficinas más deterioradas del Departamento de Comercio, convocando un poderoso aparato burocrático para obstaculizar el acceso de China a materiales críticos.
Los funcionarios estadounidenses se dieron cuenta de la gran dependencia de China de la tecnología occidental, como semiconductores de vanguardia y equipos de fabricación de semiconductores. Por lo tanto, apostaron a que un bloqueo total de estas tecnologías ralentizaría gravemente el motor tecnológico chino. Esta fue una propuesta bipartidista que mantuvo y profundizó el presidente Biden.
Sin embargo, el éxito de estos controles ha sido, en el mejor de los casos, desigual. Algunas empresas chinas casi quebraron tras quedar excluidas de la tecnología estadounidense. Pero empresas más capaces, con la ayuda de abogados y grupos de presión de Washington, han logrado recuperarse. Otras han superado las restricciones estadounidenses.
Experiencias fallidas
Algunos funcionarios estadounidenses se dan cuenta de que EE.UU no puede ganar simplemente atacando las industrias chinas. La administración Biden, por ejemplo, estableció una política industrial diseñada para impulsar sus propios sectores estratégicos: semiconductores y energía limpia. Pero a pesar de destinar cientos de miles de millones de dólares, estos esfuerzos han fracasado en su mayoría.
La razón de estos fracasos es simple. EE.UU no ha desarrollado una infraestructura propia lo suficientemente sólida y tampoco ha logrado desmantelar las barreras burocráticas y regulatorias para la construcción de sistemas de transmisión eléctrica. A esto se suman los nuevos recortes presupuestarios de Trump que eliminan gradualmente los subsidios a la energía solar y eólica; y hay peligro sobre los semiconductores.
Por otra parte, EE.UU conserva su ventaja sobre China en varias áreas críticas: software, biotecnología e inteligencia artificial, así como en su ecosistema de innovación impulsado por las universidades. Sin embargo, estas instituciones enfrentan un futuro incierto. Desde que regresó a la presidencia, Trump se ha dedicado a recortar la financiación de la investigación científica y a privar al país de mano de obra cualificada. Las agencias gubernamentales ahora examinan negativamente a las mejores universidades, como Harvard y Columbia.
Recomendaciones
Wang y Kroeber señalan que EE.UU puede, y debe, revertir los recortes de gastos y las restricciones migratorias tan pronto como sea posible, pero competir eficazmente contra China requiere más que simplemente eliminar las restricciones autoimpuestas. También requiere desarrollar la infraestructura, pero debería hacerlo mejor con un enfoque ad hoc, sector por sector.
Los responsables políticos deben empezar a pensar en términos ecosistémicos. Una prioridad absoluta debería ser la construcción de un sistema eléctrico más amplio y eficiente que utilice energía nuclear, gas natural y energía renovables. Para maximizar el uso de estas, EE.UU debería invertir en la construcción de más sistemas de almacenamiento en baterías y líneas de transmisión de alto voltaje.,
Se requiere también, entre otros, una amplia financiación gubernamental para investigación y desarrollo básicos, y políticas de inmigración liberales que permitan a las empresas obtener el mejor talento de cualquier parte del mundo, finalizan Wang y Kroeber.

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