¿Está EEUU destruyendo la economía global? Lo que la incertidumbre económica significará para el mundo
La semana pasada el mundo fue nuevamente sacudido por el anunció de otro episodio más de la nueva política arancelaria del Pdte. Trump. Su puntería fue todo un conjunto países, entre los cuales destacan Canadá y México, sus socios comerciales vinculados a través del T-MEC, y la Unión Europea. Llamó también la atención los aranceles a Brasil del 50% con el argumento, fuera de lugar, de un tratamiento judicial inapropiado al expresidente Bolsonaro.
El título de esta columna corresponde al de un artículo publicado en la revista Foreign Affairs el 14 de julio de 2025. El autor es Mohamed A. El-Erian, presidente del Queens College (Universidad de Cambridge) y profesor de la Escuela de Negocios Wharton (Universidad de Pensilvania). Fue funcionario del FMI por 15 años y presidente del Consejo de Desarrollo Mundial durante la administración del presidente Obama.
El autor tiene una mirada crítica interesante, inscrita dentro de la perspectiva de la economía estándar. Sin embargo, es a nuestro juicio muy complaciente tanto con Trump como con la hiperglobalización previa que lo explica. En lo positivo, se relieva que los países tendrán que esforzarse mucho más para recuperar el control de sus destinos económicos y financieros. También de que es momento de audacia, creatividad, planificación imaginativa de escenarios y de desafiar la sabiduría convencional.
Elementos clave
El-Erian anota que el gobierno de Trump ha generado una gran turbulencia a nivel global. Esta ha puesto en tela de juicio las narrativas consensuadas sobre EEUU. Las suposiciones arraigadas que sustentan las decisiones de hogares, empresas e inversores han desaparecido. Las reglas generales se han vuelto mucho menos útiles. Los indicadores de confianza de consumidores y productores se desplomaron. Mientras tanto, las expectativas de inflación se comienzan a disparar.
En medio de esta profunda incertidumbre, los analistas han tenido dificultades para predecir el desenlace de la economía estadounidense. Sin embargo, dos visiones principales enmarcan un conjunto disperso e inestable de proyecciones individuales. En la primera, EEUU se encuentra en un proceso accidentado que culminará en una reestructuración económica donde emergerá con menos deuda y un sector privado más eficiente. En el segundo escenario, el país se desliza lentamente hacia la estanflación, que podría terminar en una profunda recesión, quizás con una pronunciada inestabilidad financiera.
Reacciones posibles
Sea cual sea el resultado, El-Erian señala que tendrá ramificaciones internacionales. Si EEUU cae en la estanflación, otras partes del planeta corren el riesgo de hacerlo también, y la mayoría de los gobiernos parecen saberlo. Por eso, países de todo el mundo buscan aislarse de la volatilidad política que emana de Washington. Europa, por ejemplo, se esfuerza por mejorar su posición regional a la vez que forja nuevas y más sólidas relaciones económicas con África, Asia y Latinoamérica. China, por su parte, ve la oportunidad de posicionarse como la superpotencia económica más fiable.
Con pocas perspectivas de estabilidad, gobiernos, empresas e inversores deberán redoblar sus esfuerzos para protegerse contra posibles daños. Deben ser ágiles y flexibles. Necesitan capital y resiliencia humana para poder absorber los contratiempos y financiar nuevas iniciativas. Y deben estar abiertos a nuevas formas de pensar y actuar. Si estos actores logran ser más ágiles, sobrevivirán a la volatilidad y quizás saldrán beneficiados. Pero si se paralizan, socavarán el bienestar tanto de las generaciones actuales como de las futuras.
¿Subdesarrollado?
El-Erian señala que EEUU sigue siendo el país más poderoso del mundo; sin embargo, en términos económicos y financieros, ahora asemeja a una nación en desarrollo, en particular de algunas partes de América Latina. Al igual que las economías con sistemas tributarios inmaduros que necesitan desesperadamente ingresos, Washington impuso aranceles repentinos y elevados. Luego, adoptó una estrategia de concesiones impositivas, eximiendo productos y sectores de forma aparentemente arbitraria.
Cuanto más se prolongue este comportamiento, mayor será el riesgo de que la economía estadounidense se vea afectada por problemas más comunes en los países en desarrollo. Ya existen indicios de salidas de capital y mayor reticencia por parte de los inversores externos, y existe preocupación por la independencia de la FED.
Los mercados estadounidenses, tras décadas de dominio, registraron un rendimiento inferior a la media a principios de 2025. El otrora poderoso dólar está perdiendo valor, a pesar de que los rendimientos obtenidos por mantenerlo suben. Incluso se ha registrado una fuerte reducción en las visitas turísticas.
Incertidumbres
El autor señala que la lista de incertidumbres es larga y abrumadora. No está claro, por ejemplo, si Washington puede trastocar el comercio global sin afectar los flujos globales de capital. Los expertos desconocen si el efecto de los aranceles sobre los precios será un asunto puntual o impulsará un ciclo inflacionario. Es incierto cómo los bancos centrales gestionarán el delicado equilibrio entre controlar los precios y evitar una contracción económica drástica.
La tensión entre Trump y Powell, presidente de la FED, no hace más que aumentar la incertidumbre y pone en riesgo la independencia, la eficacia y la credibilidad del banco. Nadie puede predecir las consecuencias a largo plazo de las interrupciones de la cadena de suministro provocadas por la pandemia, que las tensiones geopolíticas han exacerbado.
El-Erian anota que estas preguntas abiertas obviamente dificultan la vida a los gobiernos, las empresas y los inversores. Las correlaciones históricas entre las clases de activos, sobre todo los precios de las acciones y los bonos fueron en su día la base de la estrategia de inversión. Ahora, estas relaciones son inusuales e inestables. Los refugios tradicionales, por otro lado, ya no son realmente seguros. Los pilares de cualquier enfoque de inversión (rentabilidad esperada, volatilidad y correlación) son tan inciertos como lo han sido en décadas; y los inversores tienen dificultades para asignar activos y mitigar el riesgo.
Polarización
Según El-Erian al intentar predecir lo que sucederá, los analistas económicos generalmente se han inclinado hacia una de dos direcciones extremas. La primera es optimista sobre el desenlace de la actual y accidentada trayectoria. Para lograr este resultado, por supuesto, muchas cosas tendrían que salir bien. Lo más importante, un mayor crecimiento tendría que materializarse rápidamente para aliviar el creciente sobreendeudamiento. Los mercados financieros tendrían que mostrar paciencia, absorbiendo las incertidumbres sobre el dólar y los bonos del gobierno estadounidense (con posibilidad de duración ilimitada). Y la FED tendría que reducir su tasa de interés superando el conflicto actual.
Trump también podría lograr un recorte de tasas en un escenario más pesimista, pero no de la forma que desea. En este contexto, Washington no logra controlar sus crecientes déficits. La confianza en las instituciones continúa erosionándose, a medida que aumentan las preocupaciones sobre el Estado de derecho y la extralimitación del ejecutivo. EEUU muestra cada vez menos interés en establecer y cumplir las normas y regulaciones globales.
Otros países reconsideran su papel en el orden global. Como mínimo, se ven obligados a una mayor autoprotección, buscando una mayor resiliencia interna ante un mundo cambiante. Incluso podrían terminar formando alianzas multinacionales que preocuparían a EEUU no solo económicamente, sino también en términos de seguridad nacional. Este escenario repetiría en gran medida lo que el mundo experimentó en la década de 1970, cuando la economía global también lidió con shocks de oferta, el aumento de los precios de las materias primas y errores políticos.
Resultados
Las empresas tendrían que compaginar el aumento de los costos con el debilitamiento de la demanda. Los inversores tendrían dificultades para obtener rentabilidad en un entorno donde tanto los bonos como las acciones eran vulnerables. Y los hogares tendrían menos poder adquisitivo y seguridad laboral. El mundo entero podría entonces caer en una recesión, dejando secuelas en una generación que ya tiene menor resiliencia financiera y humana. Las generaciones futuras, que ya heredarían un mundo de alta deuda, desigualdad y crisis climática, también sufrirían.
Estrategias posibles
El-Erian plantea que una estrategia posible consiste simplemente en mantener el rumbo y apostar a que, al final, el mundo no será tan diferente de enero. Después de todo, los mercados ya se han recuperado de las drásticas declaraciones comerciales de Trump, y los principales índices bursátiles han alcanzado nuevos máximos históricos. Mientras Trump dialoga y negocia con diferentes países, es posible que prevalezca la distensión. Y pase lo que pase, EEUU acabará conservando el dinamismo, la innovación y el espíritu emprendedor de su sector privado.
Mientras tanto, otros países podrían solucionar sus propios problemas económicos, obligados a hacerlo por la retirada del manto de seguridad estadounidense. Europa podría impulsar un mayor crecimiento racionalizando su complejo sistema regulatorio, fomentando la innovación y la difusión, y así promoviendo la productividad.
Esto se vería respaldado por mejores esfuerzos regionales para completar la arquitectura de la UE, que depende excesivamente de su unión monetaria y necesita desesperadamente avanzar en sus uniones fiscal y bancaria. Mientras tanto, en Asia, Beijing podría limitar sus exportaciones para que los países no se preocupen por la introducción de productos chinos en sus mercados a precios de dumping y reorientar sus políticas hacia el mercado interno.
Más incertidumbre
Sin embargo, para El-Erian, dadas las incertidumbres, ni las empresas ni los gobiernos querrán apostar todo a un resultado tan positivo. Si el papel de EEUU en los sistemas económicos y financieros globales se ha vuelto inherentemente más incierto y caótico, los responsables de la toma de decisiones deben prepararse para un mundo más fragmentado con riesgos más frecuentes y violentos.
En este caso, los responsables políticos tendrán que esforzarse mucho más para recuperar el control de sus destinos económicos y financieros. Liderada por una Alemania más interesada en la defensa y la infraestructura, Europa tendría que superar su tradicional reticencia a emitir deuda conjunta, delegar más autoridad en Bruselas y emprender muchas más iniciativas regionales, incluso en defensa. Los principales países en desarrollo, como Brasil e India, también se orientarían más a las reformas y conducirían sus economías a través de la persistente trampa de la renta media.
Pero un cambio drástico, como mantener el rumbo, también conlleva riesgos. Si el futuro sigue siendo incierto, los responsables políticos podrían no querer realizar cambios drásticos e irreversibles. En cambio, podrían optar por una vía intermedia. Podrían, por ejemplo, reducir su exposición a EEUU, pero marginalmente, de forma modificable. Podrían hacerlo discretamente, para evitar provocar la ira de Washington.
Propuesta
Elegir entre estos diferentes caminos no será fácil. Cada actor deberá decidir qué le conviene más. Pero a medida que aumenta el caos geopolítico, todos los actores deberán aprender a adaptarse rápidamente, incluso aquellos que creen que el mundo cambiará poco. Esto significa que los actores deben esforzarse por desarrollar una considerable resiliencia financiera, humana y operativa.
Las empresas y los inversores, por ejemplo, deberían mantener más efectivo y fortalecer sus balances, diversificar sus cadenas de suministro y carteras, invertir más en el desarrollo de sus empleados mediante herramientas innovadoras y comunicarse de forma más eficaz. Los responsables de la toma de decisiones deben mejorar la planificación de escenarios futuros, realizar pruebas de estrés a sus estrategias e identificar posibles vulnerabilidades. Esto implica empoderar a las unidades locales, los funcionarios y las personas para que planifiquen y sometan a pruebas de estrés las políticas, finaliza El-Erian.

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