¿Por qué ganó el rechazo a la nueva Constitución chilena? Algunas enseñanzas para el Perú
Chile votó mayoritariamente contra la nueva Constitución redactada por la Convención Constitucional (CC) surgida del estallido social de 2019. Si bien este era un resultado esperable, a la luz del debilitamiento de la CC, el margen del Rechazo constituyó un golpe adicional a las expectativas transformadoras en un país fuertemente movilizado en favor de un cambio profundo. ¿Cómo interpretar la amplia victoria del Rechazo?
El título de esta nota se extrae de un artículo elaborado por Noam Titelman y Tomás Leighton publicado en la revista Nueva Sociedad 301 de septiembre- octubre de 2022. Obviamente a este se le agrega lo relativo a extraer algunas enseñanzas para el Perú. Titelman es economista graduado de la Pontificia Universidad Católica de Chile y fue presidente de la Federación de Estudiantes de esa universidad; mientras que Leighton es estudiante en la Maestría en Comunicación Global de la Universidad de Erfurt, Alemania y miembro del partido Revolución Democrática en Chile.
Antecedentes
Según los autores lo que hace un año se proyectaba como un mero trámite para validar el proceso constituyente ha terminado siendo una dura derrota para las fuerzas progresistas chilenas. Con una participación electoral récord, el Rechazo se impuso al Apruebo por casi 25 puntos porcentuales y este solo perdió en ocho de las 346 comunas del país.
Los ganadores salieron a festejar el triunfo contra el revanchismo y un texto constitucional refundacional que se oponía “al alma de Chile” y “al sentido común de los chilenos”. ¿Cómo un proceso que comenzó con un nivel de apoyo pocas veces visto en la historia nacional terminó truncado? ¿Adónde fue a parar el apoyo al proceso constituyente?
Instalación Asamblea
El primer hito fue un plebiscito en el que un aplastante 78% votó por terminar con la Constitución vigente desde la dictadura y encargar la redacción del nuevo texto a una CC democráticamente electa. La elección de los representantes fue un golpe a las expectativas de quienes esperaban un retorno a la política preestallido social.
Las dos coaliciones políticas históricas tuvieron magros resultados. La derecha alcanzó un porcentaje paupérrimo de votos: 20%. Esto la dejó lejos de alcanzar el tercio de los convencionales y de un potencial poder de veto. La coalición de centroizquierda vio a sus fuerzas de centro y más moderadas desplomarse. Pero el hito más relevante fue el contundente éxito de los independientes. De los 155 miembros de la CC, 103 no tenían militancia en la política tradicional y que emergieron desde el estallido social levantando banderas del feminismo, el indigenismo y un intenso discurso anti-élite.
Convención debilitada
Según los autores son tres las razones que parecen destacar como explicaciones del rechazo a la Constitución, en un contexto en el que el voto obligatorio añadió cinco millones de personas que no habían votado en anteriores comicios: (a) El rechazo a la política de espectáculo en la Convención; (b) La homologación de la Convención con la política tradicional y; (c) La reacción de las identidades tradicionales ante la fuerza que tuvieron identidades subalternas durante el proceso.
Respecto a la política del espectáculo, la CC comenzó a perder apoyo, sobre todo entre los votantes de derecha y centro, que veían con recelo una suerte de cónclave de activistas de causas progresistas. Varios de los convencionales habían alcanzado notoriedad y legitimidad social por sus performances callejeras, que incluían disfraces y declaraciones provocativas sobre aspectos identitarios tradicionales.
Desde la protesta callejera habían sido frecuentes las denuncias a la autoridad entre gritos y cánticos. Sin embargo, las mismas actitudes expuestas en la CC, y desde el seno del poder, se veían con otra luz. Por ejemplo, un par de convencionales llegaron con sendos disfraces de Pikachu y un dinosaurio, otro convencional tocaba la guitarra y hacía chistes en plena sesión y un tercero proponía y cantaba una nueva versión del himno nacional en la que le agregaba el prefijo «pluri» (por plurinacional) a Chile.
Homologación política
A su vez, en medio del proceso constituyente hubo una elección presidencial que significó un cambio de signo del gobierno. El nuevo gobierno estaba fuertemente asociado a la génesis del proceso constituyente, y en particular el presidente Gabriel Boric en su rol como diputado. Estar contra el proceso constituyente pasó a ser una forma de ser oposición al nuevo gobierno. Parte de la energía contra la institucionalidad política había pasado al lado del Rechazo.
Respecto de la reacción de las identidades tradicionales, el primer artículo del texto constitucional consagraba a Chile como un Estado social y democrático de derecho y se afirmaba que sería plurinacional, intercultural y ecológico. Junto con la definición como un Estado plurinacional, se les reconocía algunos derechos colectivos a las comunidades indígenas y se proponía un sistema de justicia indígena.
Respecto de estas el sector del Rechazo logró consolidar una base de apoyo en torno de identidades tradicionales de la chilenidad que se sentían amenazadas por la noción de plurinacionalidad. Esto se vio reforzado por algunas acciones y performances de convencionales, incluidos comentarios o acciones despectivas relacionados con el himno, la bandera y demás símbolos patrios. Estas manifestaciones sirvieron de municiones para la campaña del Rechazo.
Proceso plebiscitario
Según Titelman y Leighton no hubo mayores sorpresas en el ordenamiento orgánico de las fuerzas políticas. Desde la Democracia Cristiana hacia la izquierda, todos los partidos se definieron por el Apruebo (aunque algunos liderazgos se rebelaron contra la posición oficial). Todos los partidos de la derecha se cuadraron con el Rechazo.
Sin embargo, dentro de ambos campos había heterogeneidad. Emergieron diferencias entre quienes defendían la idea de rechazar para mantener la Constitución actual con algunas reformas menores y quienes defendían la perspectiva de un nuevo proceso constituyente. A medida que la campaña fue avanzando, los segundos coparon todas las vocerías del Rechazo.
Por el lado del Apruebo, hubo más resistencia a discutir qué ocurriría después de la votación en caso de imponerse el nuevo texto. Sin embargo, a medida que avanzaba la campaña y el Apruebo seguía muy atrás del Rechazo en las encuestas, los partidos oficialistas, que apoyaban el Apruebo, se abrieron a la idea de que el nuevo texto requería de algunas reformas. En definitiva, un plebiscito que tenía en la papeleta dos alternativas terminó en realidad teniendo cuatro opciones: aprobar, aprobar para reformar, rechazar, y rechazar para renovar.
Rechazo victorioso
Emergen dos grandes interpretaciones que no son mutuamente excluyentes para explicar la caída del apoyo al Apruebo y el alza del Rechazo: una primera pone el énfasis en el votante mediano, que supone un quiebre abrupto con las conductas vinculadas al estallido; otra, en la identidad reactiva tradicional que se consolidó contra la propuesta constitucional.
Por otra parte, el principal déficit del proceso constituyente habría sido la falta de acuerdos en algunos temas claves, como el sistema político, con la derecha de la Convención. Por otra parte, en el caso de las posiciones no polares que muchos ciudadanos tienen identidades sociales complejas que no se cartografían nítidamente en la disputa política.
Fragmentación
Más aún, según los autores, una dificultad que marcó la campaña del Apruebo fue la incapacidad de generar relatos aglutinadores. Este proceso estuvo marcado por la extrema fragmentación de posiciones y demandas, con muchos convencionales electos para defender una demanda en particular. La poca presencia de partidos y la abundancia de independientes que provenían de colectivos locales exacerbaron esta fragmentación.
Mientras el Rechazo, pese a la diversidad, había logrado unificar un mensaje centrado en la idea de que era posible continuar con el proceso constituyente en caso de rechazarse el nuevo texto y generar una nueva Carta Magna que fomentaría la unificación nacional, en lugar de la desunión, en el Apruebo había una cacofonía de agrupaciones apuntando a diversos artículos, cada uno referido a una demanda diferente. En definitiva, la sumatoria de demandas particulares no era lo mismo que un proyecto de país; parecía más una larga lista de supermercado que terminó confundiendo a los votantes.
Identidades tradicionales
Según esta visión el principal déficit del proceso constituyente fue la incapacidad de incorporar esas identidades tradicionales al proceso simbólico de generación de la nueva Carta Magna. En particular, habría faltado encontrar una manera de plantear la plurinacionalidad en el marco de un sentido patriótico inclusivo. Hay, también, normas constitucionales concretas que se podrían haber redactado de forma de hacer más explícita la igualdad en el marco de la diversidad.
La diferencia entre el Rechazo y el Apruebo se acentuó fuertemente en zonas rurales, que a su vez tienden a concentrar la presencia de costumbres e identidades tradicionales. Así, la estrategia del Rechazo demostró su efectividad al enmarcar la propuesta constitucional como una amenaza al patriotismo, mientras que la campaña del Apruebo intensificó los temores generados por la ambigüedad del texto en la materia.
Visto de ese modo, el proceso constituyente era una oportunidad única de llevar a la práctica aquello que el expresidente Aylwin prometió en su discurso: la reconciliación del pueblo con sus símbolos nacionales, por medio de la adhesión a los valores democráticos de la Constitución. Dentro de ese marco, el reconocimiento de la diversidad cultural es compatible con las identidades patrióticas. Al mismo tiempo, no se pone en cuestión la valoración que vastos sectores del campo chileno hacen de la historia chilena. Desafortunadamente, la oportunidad se desaprovechó.
Lo que sigue
Los autores señalan que al parecer existiría un consenso relativamente amplio de que el estancamiento constitucional no es una opción viable. Es más, parece haber cierto acuerdo en que un nuevo proceso constitucional tendrá que incluir participación ciudadana. Es probable que esto implique la convocatoria a una nueva CC y un plebiscito de salida que ratifique una renovada propuesta constitucional. Es decir, es altamente probable que Chile se enfrente a un tercer plebiscito constitucional en algunos meses más.
La forma precisa que tomará este proceso aún está en disputa; dependerá de cuál de los dos diagnósticos se termine imponiendo. Si el Rechazo es visto como producto de una demanda de mayor presencia del centro moderado y de diálogo en el eje izquierda-derecha, entonces la tensión va a estar puesta en torno de las facilidades para candidaturas independientes, o el mayor número de ciudadanos respecto de expertos, pero más proclive a acuerdos.
Por otro lado, si el énfasis del diagnóstico está en la disputa identitaria, se pondrá en cuestión la cantidad de escaños reservados a pueblos indígenas que debería mantenerse en el proceso. Además, es probable que un nuevo proceso esté marcado por mucho mayor cuidado de los aspectos simbólicos patrióticos.
Colofón
Según Titelman y Leighton el camino que se le presenta a una eventual continuación del proceso constituyente no es simple. El desafío es lograr un nuevo acuerdo que permita finalmente sacar adelante un nuevo texto constitucional con un amplio y transversal apoyo popular.
Desafortunadamente en el Perú están presentes muchos de los elementos que condujeron esta CC al fracaso. Debemos establecer un nuevo camino, como ya comentamos en una nota previa; asimismo, tenemos mucho por aprender para no repetir los mismos errores.