Hacia un enfoque integrador de la crisis social y política actual: Perú 2023
Es evidente que nos encontramos en una seria crisis social y política con un doloroso saldo en fallecidos que pone en entredicho nuestra gobernabilidad y viabilidad. Sin embargo, no queda claro si todos estamos de acuerdo con los elementos que pueden ser útiles para explicar cómo llegamos a esta difícil situación. Un diagnóstico compartido es fundamental para diseñar e implantar las estrategias para hacerle frente. Anteriormente habíamos planteado algunas propuestas de solución, pero es importante dar un paso atrás para identificar sus elementos explicativos y definir mejores respuestas.
Circulan muchas versiones simples y en algunos casos maniqueas de la realidad. Algunos atribuyen esta crisis exclusivamente a los oportunistas del caos (terroristas, economía ilegal, delincuencia organizada y vándalos); a las inadecuadas respuestas del Poder Ejecutivo frente a las protestas; y al inapropiado -por decir lo menos- desempeño del Congreso. Sin duda, estos elementos entran en juego, pero esta crisis germinó con una fragmentación y conflictos políticos que se hicieron evidentes desde 2016. Asimismo, contribuyen significativamente elementos históricos, estructurales y coyunturales de diferente naturaleza que se activan con diversos detonantes.
Perspectiva sistémica
En esta nota se adjunta una lista de componentes explicativos; no hay una visión cerrada o definitiva, ni se profundiza en cómo estos factores interactúan entre sí. No se detallan los actores, ni el nombre de los autores que nos precedieron en presentar las diferentes hipótesis explicativas. Se camina en la dirección de construir una visión sistémica de la realidad.
Rodríguez Ulloa (2019) inscrito en la visión sistémica nos recuerda que el problema al analizar cualquier fenómeno está en la forma simplista de entender y comprender el mundo real. A su juicio la causa de esto radica en el paradigma (modelo mental) reduccionista, mecanicista, positivista (donde todo debe ser previamente demostrado) y objetivista (donde se cree observar al mundo real tal como es).
Según Rodríguez Ulloa este paradigma de la simplicidad hace que la realidad se interprete de manera fragmentada, sin tomar en cuenta que todo se relaciona con todo; que la naturaleza opera en la complejidad y no en la simplicidad. Para los sistémicos los modelos mentales que posee la gente son sumamente importantes no solo para que se interprete el mundo real de una manera específica, sino que actúen en él de una manera determinada.
Detonantes
Efectivamente la vacancia de Pedro Castillo gatilló esta crisis. Sin embargo, no hay que olvidar que desde que éste pasó la primera vuelta electoral en 2021 los grupos de poder económico y mediático le hicieron la vida imposible. El fallido anuncio de golpe de Estado donde se clausuraba el Congreso, y se declaraba la reorganización del Poder Judicial, Fiscalía de la Nación, la Junta Nacional de Justicia y el Tribunal Constitucional le dio a la oposición (y aún a grupos cercanos) los argumentos y votos necesarios para declarar su vacancia. Los grupos de poder estaban felices, el mercado cambiario y de capitales reaccionó positivamente, pero nadie esperó lo que vendría después.
De ahí se sumaron los errores relativos a que en el discurso de asunción del mando de la presidenta se anunció la intención de mantenerse en el gobierno hasta 2026; lo cual era insostenible en razón a que el reclamo de que se vayan todos había calado en un gran segmento de la población. Lo que terminó de agravar la situación fueron las desafortunadas reacciones gubernamentales respecto de las primeras manifestaciones.
Hay que anotar aquí que los intentos de tomar aeropuertos regionales no es una cuestión menor. Tampoco existe la tradición ciudadana de hacer protestas pacíficas; sin embargo, las respuestas de las fuerzas policiales y militares fueron en todo sentido desproporcionadas. El número de fallecidos, principalmente en Apurímac, Ayacucho y Puno, son la manifestación más palpable de estos errores.
Nunca se hicieron transparentes y se comunicaron los protocolos de intervención dependiendo del tipo de protesta y activos involucrados. Se pidió perdón por las víctimas, pero las explicaciones de los hechos y la determinación de responsabilidades por los fallecidos fueron entre inexistentes y tardías; todo lo cual avivó la indignación ciudadana. Tanaka (2023) señala que ahora es una lucha por la dignidad e identidad de las regiones y la solidaridad que despertaron. No hay que omitir que es muy probable que en el agravamiento de las contradicciones intervinieran los oportunistas del caos.
Impulsores previos
Con la acción demoledora de los grupos de poder económico y mediático se contribuyó a victimizar al ex presidente y al mismo tiempo a construir el símbolo para importantes segmentos de la población. No solo era uno de nosotros, sino que era agraviado de manera continua. Simultáneamente la decisión de establecer los Consejos de ministros descentralizados contribuyó a acrecentar su presencia al interior del país.
Los grupos conservadores con el apoyo de instancias formales de la Fiscalía de la Nación y del Poder Judicial crearon y fortalecieron al mito. Una evaluación más serena de las acciones de política y sus resultados podría generarnos la sorpresa que fue un símbolo más bien vacío, más que de efectivas propuestas y acciones de transformación. Por otra parte, no se debe olvidar que la iniciativa de que se vayan todos ya, lógicamente inviable, fue impulsada por numerosos analistas y medios de comunicación conservadores desde tiempo atrás. El cambio que había que promover debía incluir simultáneamente al Poder Ejecutivo y el Congreso.
Fragmentación Política
Si bien esta crisis detonó en el gobierno anterior, los conflictos entre el Poder Ejecutivo y el Congreso se hicieron manifiestos desde el gobierno de PPK. La fragmentación del Congreso en muchos minipartidos generó un conflicto permanente respecto del gobierno nacional que tenía una muy limitada capacidad para gobernar. La polarización se convirtió en consigna.
Las reglas electorales y la institucionalidad con ese maremágnum de partidos son fuente permanente de conflictos. A estos se agrega que muchos de ellos son cuasi familiares, responden a intereses y hasta negocios particulares. Por otra parte, mecanismos como el voto de confianza al gabinete, la indefinición de la incapacidad moral y el difícil balance entre las facultades de ambos poderes del Estado son fuente continua de conflictos. S. López (2022) y F. Tuesta (2022) han sistematizado mucho esta problemática.
Factores históricos
Agravando esta situación están presentes elementos históricos- estructurales. Desafortunadamente, no existe un proyecto país; somos un país fragmentado y desintegrado. Tampoco existe un adecuado equilibrio entre ese seudo boceto nacional respecto de los proyectos (por construir) de las diferentes regiones y localidades del país. Ellos son parte de un todo, pero donde se deben admitir sus especificidades.
Portocarrero (2015) señala que la formación de nación resulta de una transacción entre la vocación universalista del proyecto moderno y la realidad inapelable de las tradiciones locales. Los individuos se fortalecen en tanto pertenecen a una comunidad en la que se reconocen y son reconocidos. La función civilizatoria del nacionalismo es crear una comunidad de personas que se sientan iguales, que sean capaces de obrar solidariamente, pues se reconocen como parte de una misma historia; caminando, además, hacia el futuro. El Historiador Parodi (2023) acaba de publicar una reseña sobre las vicisitudes de esta problemática durante el periodo republicano.
Problemas estructurales
Tegel (2023) señala que detrás de los conflictos hay temas de fondo relativos a una elevada desigualdad, discriminación y el limeñocentrismo, donde decisiones importantes se toman en la capital por gente que no conoce bien la selva o la sierra. Por otra parte, habría que sumar la persistencia de condiciones de vida en las regiones de menor nivel que las de Lima.
Hemos comentado antes que las desigualdades (efectivas y percibidas) en la riqueza, de ingresos y oportunidades entre Lima y las diferentes regiones del país, al interior de las regiones y entre quienes están vinculados al sector moderno frente a los tradicionales con una reducida generación de valor agregado e ingresos son origen de problemas. Figueroa (2010) afirmaba que cuando el grado de desigualdad supera los umbrales de tolerancia, esta desigualdad será considerada excesiva o injusta y generará desorden social: inestabilidad política, corrupción, violencia y otras formas de riesgo individual y colectivo.
Calidad de vida
No es casual que los mayores conflictos se hayan desatado en las regiones del sur del país, que a propósito votaron mayoritariamente, en las elecciones pasadas, por el ex presidente Castillo. Efectivamente, algunas de estas como Arequipa, Cusco, Moquegua y Tacna tienen mejores niveles de vida, pero también mayor politización. Otras como Apurímac, Ayacucho y Puno tienen condiciones de vida bastante precarias comparadas respecto a Lima.
Con la última información del Inei solo el 36.9%, 58.7% y 36.8% de la población tiene agua potable en estas tres regiones del país respecto de 93.7% en Lima. La desnutrición crónica de los niños menores de 5 años es 16.1%, 17.3% y 12.6% respectivamente con relación al 5.5% de Lima. Los niños entre 6 y 35 meses con anemia son 47.9%, 45% y 69.9% respectivamente frente a de 31% en Lima. En cuanto a los servicios, solo un ejemplo, los médicos por cada 10,000 habitantes son 12.3, 8.5 y 7.2 en las tres regiones mencionadas con relación a 20.5 médicos en Lima.
Puno
Esta región se ha convertido en el vórtice de los acontecimientos y esto no es casual. Rénique (2004) recuerda que el dato fundamental de la historia puneña es el conflicto de la hacienda con las comunidades de la primera mitad del siglo XX que los arrinconó a tierras marginales, a la subordinación étnica y económica. Según Ramírez (2018) esa visión explica la génesis del radicalismo puneño desde inicios de la república, que persiste en el conflicto agrario de la década de 1980.
Ochoa (2023) nos acaba de recordar la rebelión de los Wancho-Lima contra el centralismo de hace un siglo. Desde Lima seguimos sin entender a Puno. Nos olvidamos de sus contactos cotidianos, de origen étnico y comercial, más cercanos a Bolivia. Del ejemplo que significa para los puneños un régimen político que genera más ventajas para sus ciudadanos respecto del que les proporciona nuestro país.
Nuevo contexto
Según Bitar (2022) en tiempos recientes hay procesos nuevos de mayor complejidad que alimentan la ingobernabilidad. Una causa principal es la velocidad exponencial de la digitalización. En efecto se expande velozmente la variedad de grupos, sus expectativas y conflictos; se eleva la participación por medios virtuales; se fragmentan los espacios de conversación, las plataformas separan en grupos homogéneos que interactúan poco entre sí; se triza y desarticula la esfera pública, que es donde se deben gestar confluencias y acuerdos.
Se amplifica la desigualdad de ingresos, crece la conciencia de las diferencias de acceso y oportunidades, y también la percepción de rezago y abandono entre amplios sectores de la población. El Estado no es capaz de frenar el incremento de esta desigualdad o de amortiguarlas o compensarlas con medidas eficaces.
Se empodera a cada persona, cada ciudadano pugna por opinar, cuestionar, participar, conglomerarse, emprender acciones en la red. A ratos, ese empoderamiento alimenta una actitud personalista, con indiferencia por la convivencia colectiva, los partidos políticos se fragmentan, muchos políticos anteponen sus egos, pendientes de sus redes sociales, más que dar solución efectiva a los problemas y responder al bien común.