¿Instituciones del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? Abordar el poder y la responsabilidad social de los bancos centrales en una democracia
En el último número de la Revista de Economía Institucional de la Universidad del Externado de Colombia de enero-junio 2023 se ha publicado un interesante artículo sobre el nuevo rol que deben tener los bancos centrales del mundo. Los autores son dos famosos economistas postkeynesianos expertos en temas monetarios y financieros: Louis-Philippe Rochon y Guillaume Vallet de la Laurentian University de Toronto y de la University of Grenoble Alpes respectivamente.
El artículo con el título de esta nota da luz sobre un tema olvidado en economía: la responsabilidad social de los bancos centrales en una democracia. Los autores consideran que los bancos centrales son instituciones de poder y, como tales, ni ellos ni sus políticas son neutrales, pues hay ganadores y perdedores inevitables.
Ellos explican por qué y cómo la sociedad debe regular y controlar su poder. Se centran en el carácter distributivo del ingreso de la política monetaria para demostrar esta afirmación, y muestran que ha llegado la hora de construir un nuevo marco de banca central que mejore la responsabilidad social de los bancos centrales conforme al espíritu de un sistema democrático, que se base en nuevas reglas, nuevos tipos de organización interna y una ética de la responsabilidad de nuevo tipo. Tenemos mucho por aprender en el Perú.
Política tradicional
La política monetaria dominante se centra en la sintonía fina, es decir, en cambios incrementales de las tasas de interés, al alza y a la baja, para alcanzar una tasa natural o neutral e influir en la actividad económica con el objetivo de lograr una inflación baja y estable, en torno a una meta establecida. Los mandatos duales y las metas de inflación flexibles dan una cara más suave a la política monetaria, pero no cambian su propósito.
Si bien los bancos centrales no están dispuestos a renunciar a su obsesión por la inflación a corto plazo, los autores desean explorar una visión diferente de la política monetaria. Este enfoque considera la política monetaria en términos de sus consecuencias sobre la distribución del ingreso, tanto a corto como a largo plazo. Y, por supuesto, contrasta con el énfasis de la corriente dominante en la neutralidad del dinero a largo plazo.
Objetivo central
Asimismo, si la política monetaria tiene consecuencias distributivas a largo plazo, esto suscita preguntas importantes sobre la capacidad y el poder de los bancos centrales y de los banqueros centrales para imponer lo que en esencia se convierte en una política de ingresos a largo plazo.
También suscita preguntas sobre el lugar que les corresponde en una democracia; en otras palabras, cuestionan el papel de los bancos centrales y el de los banqueros centrales como burócratas no elegidos con la capacidad para imponer su concepción del papel del dinero vis-à-vis el funcionamiento de la economía y la sociedad, en particular a grupos sociales específicos.
Estructura
El artículo consta de cinco secciones. En la primera se analiza el carácter distributivo del ingreso de la política monetaria, desde las perspectivas convencional y heterodoxa/postkeynesiana. En la segunda se examina ese mismo carácter distributivo del ingreso, pero en el contexto del ejercicio del poder del banco central en una democracia.
En la tercera sección se argumenta que los bancos centrales no son la única manera de abordar la desigualdad del ingreso, y que la política fiscal también tiene un papel importante que desempeñar. La cuarta sección trata la banca central y su relación con la responsabilidad social.
Visión estándar
Para el pensamiento dominante no hay ganadores ni perdedores individuales con la política monetaria; la sociedad es la que gana o pierde dependiendo del nivel de inflación. La política monetaria ofrece un bien común (baja inflación), en beneficio de toda la sociedad: todos ganan cuando la inflación es baja y estable.
Enmarcar el debate en estos términos tiene un objetivo muy claro: exime a los banqueros centrales de toda responsabilidad sobre las posibles consecuencias socialmente negativas que pueda tener su política; si reconocen tales males, se apresuran a señalar que son necesariamente de corta duración, en nombre de la neutralidad a largo plazo del dinero.
Postkeynesianos
La teoría postkeynesiana adopta una visión radicalmente diferente de la política monetaria, en la que hay claros ganadores y perdedores, no solo individuos sino también clases sociales y en la que la política del banco central tiene efectos duraderos y puede llevar a cambios estructurales en el funcionamiento de las economías.
Según esta teoría los procesos que conectan la política monetaria con los cambios en la distribución del ingreso personal a través de transmisión del nivel de tasas de interés son complejos, y operan al menos tres secuencias causales: 1) los cambios en las tasas de interés pueden afectar la distribución funcional del ingreso (entre ganancias y remuneraciones) y, por tanto, la distribución personal; 2) los cambios en las tasas de interés cambian los valores de mercado de los activos financieros, afectando las ganancias o pérdidas de capital; 3) las tasas de interés influyen en la inversión, la demanda agregada, el empleo y el ingreso.
Interrogantes
Por ello, esto sitúa a las clases y grupos sociales, y por tanto al conflicto, en el centro de la discusión de política monetaria, lo que lleva a preguntarse: ¿A qué intereses creados sirven realmente los bancos centrales?, algo similar al énfasis en los sesgos inherentes a la política monetaria.
¿Por qué siguen aplicando esas políticas en nombre del bien común cuando hay cada vez más pruebas del impacto de sus propias políticas? Si la política monetaria produce efectos duraderos sobre ciertos grupos sociales, ¿por qué esas instituciones independientes no están sujetas a una mayor rendición de cuentas?
Sin embargo, la historia no termina aquí, pues es posible discutir más a fondo el impacto de la política monetaria sobre grupos específicos, como las mujeres o las minorías racializadas. Por ejemplo, es probable que las mujeres en situación profesional o familiar precaria se vean más afectadas por las variaciones de la demanda agregada provocadas por las variaciones de la tasa de interés de un banco central. Lo mismo ocurre con la posición de las mujeres en sectores económicos sensibles a variaciones de la tasa de cambio y de los términos de intercambio.
Independencia cuestionada
El carácter distributivo de la política monetaria erosiona la noción de banco central independiente. Después de todo, según Rochon y Vallet ¿cómo se pueden tener instituciones independientes si sus políticas tienen el poder de enmarcar el funcionamiento de la sociedad y, peor aún, beneficiar a grupos específicos?
Los bancos centrales tienen el poder de moldear economías y sociedades, en particular a través del canal de distribución del ingreso. En otras palabras, ejercen un poder estructural capaz de favorecer a algunos grupos más que a otros.
Controlar su poder
El poder de los bancos centrales debería atenuarse a través de la evaluación periódica de sus políticas antes mencionada, y también mediante limitaciones de sus prerrogativas que implican un impacto distributivo del ingreso. Los bancos centrales no deberían ser los únicos que se ocupan de esta cuestión, que debería remitirse principalmente a la política fiscal.
El aumento del poder de los bancos centrales, visible en el marco del dominio monetario que se ha producido durante 40 años, también puede entenderse como un resultado del retroceso del papel que se asigna a la política fiscal.
Nuevo marco responsable
Los autores anotan que existe una creciente literatura que considera la necesidad de que las empresas adopten modelos de responsabilidad social que subrayan las consecuencias sociales de sus acciones económicas con el objetivo de promover el bien común. Por tanto, las instituciones que se toman en serio su responsabilidad social deben seguir una ética de la responsabilidad weberiana (Weber, 1963) coherente con el marco anterior.
Esta se debe basar en tres principios: 1) Ser consciente de las consecuencias previsibles de la acción y ser responsable de ella; 2) Comprometerse firmemente con un objetivo: en este caso el bien común; y 3) Asumir el sentido de la proporción: una acción pragmática y práctica, en oposición al estricto respeto de las normas en nombre de una determinada moral, a condición de que su único objetivo sea servir al bien común.
Líneas de trabajo
Rochon y Vallet plantean tres líneas de trabajo sobre las que deben ser las acciones de los bancos centrales en una democracia: En primer lugar, se debería rechazar la independencia de los bancos centrales, porque se basa en el supuesto de una fuerte oposición entre el gobierno y el público; de la inexistente neutralidad del dinero y de la política monetaria. Los bancos centrales hacen política de ingresos que debe coordinarse con la política fiscal.
En segundo lugar, se debe abordar una pregunta crucial en línea con la ya mencionada necesidad de una evaluación periódica de las élites en las democracias, ¿están los banqueros centrales suficientemente controlados y, si no es así, se debería rediseñar el control democrático de la política monetaria? En concreto, ¿se debe ampliar ese control para incluir los términos y las condiciones de la delegación de poder a los bancos centrales, lo que implicaría nuevos órganos democráticos de supervisión (incluidos los de la organización interna de los bancos centrales). Los bancos centrales no deben ser cajas negras sino estructuras de movilización cuyo objetivo es servir al bien común.
Sugieren la creación de un órgano dedicado a discutir la elaboración de la política monetaria. Este órgano reuniría personas que encarnan la diversidad social de una sociedad dada, lo que implica abrir los bancos centrales a una amplia gama de personalidades y culturas. Este sería un órgano político encargado de garantizar que los banqueros centrales tengan en cuenta el bien común cuando diseñan políticas monetarias, ya que en su accionar provocan efectos distributivos (resultados en la equidad y no solo deben tomar en cuenta la eficiencia).
Evitar captura y transparencia
En tercer lugar, además de los cambios necesarios antes mencionados, para mejorar la responsabilidad social de los bancos centrales se debe contratar nuevo personal con nuevas habilidades. Se requiere, de hecho, mayor diversidad entre el personal para mejorar la creatividad y enfrentar los nuevos retos que tienen los bancos centrales.
Está en juego la promoción de perfiles con nuevas competencias, capaces de tener experiencia gerencial en la distribución del ingreso. Esto implica contratar personas con antecedentes académicos distintos de la mera economía, como la sociología, por ejemplo.
Colofón
Los autores finalizan anotando que los bancos centrales deben tomarse en serio su responsabilidad social. Esta última es un asunto de las consecuencias económicas, pero también sociales y políticas sobre la economía y la sociedad.
Estas consecuencias se refieren a varias cuestiones que a veces se solapan: desempleo, estabilidad financiera, pero también distribución del ingreso, preferencias de género y sexuales, medio ambiente y desigualdades sociales, entre otras. Ha llegado el momento de replantear la comprensión de la banca central, con nuevas herramientas y nuevos enfoques.