El futuro del trabajo en América Latina: crisis, cambio tecnológico, control y disciplina laboral
Es el título de un reciente artículo académico de los profesores Juan Grigera y Agustín Nava publicado en la Revista El Trimestre Económico de México en octubre-diciembre de 2021. Es un documento útil para identificar los impactos de las nuevas tecnologías sobre el futuro del trabajo en nuestra región. Prosigue en la línea de los documentos comentados las dos últimas semanas sobre los retos que impone la inteligencia artificial (IA). Mientras tanto en el Perú seguimos entretenidos en el cortoplacismo y mirando nuestro ombligo.
Este trabajo analiza las distintas tendencias que determinan el futuro del trabajo en América Latina (AL); se hace hincapié en revisar la hipótesis que pone el impacto del cambio tecnológico en el centro de la explicación de los cambios en el futuro del trabajo. Se discuten los estudios referidos al impacto potencial de estas transformaciones tecnológicas en el mundo del trabajo, ya sea tanto en el empleo y la calidad del trabajo, como en el aspecto del control y la disciplina laboral.
Antecedentes
Los autores plantean que en los últimos años ha crecido rápidamente un consenso en las ciencias sociales sobre las transformaciones sustanciales que se producirían en el mundo del trabajo en AL en las próximas décadas. Este diagnóstico ha tenido un importante eco en la prensa y en el debate público, particularmente a partir de imágenes como la amenaza de los robots o la uberización. Sin embargo, cuando se indagan causas y tendencias específicas citadas para sostener este diagnóstico, el consenso muestra una heterogeneidad mayor y un conjunto de divergencias sustanciales.
En este trabajo se presenta un análisis del futuro del trabajo en AL que recupera críticamente los múltiples estudios sobre distintas tendencias y propone una lectura novedosa, la cual matiza el impacto de las nuevas tecnologías y pone en el centro de la explicación las especificidades de la dinámica de acumulación capitalista en la región. Se analiza también el efecto potencial de estas transformaciones tecnológicas en el mundo del trabajo, ya sea tanto en el empleo y la calidad del trabajo, como en el control y la disciplina laboral.
Por otra parte, coinciden con nosotros en nuestra última publicación con OXFAM (2022) en el sentido que parece claro que a partir de la pandemia del Covid-19 se han acelerado las tendencias en curso, con un impacto directo sobre el mundo del trabajo por medio del aumento del desempleo y una intensificación de la explotación laboral. Por otro lado, se ha promovido una mayor generalización del teletrabajo y la expansión de la vigilancia digital.
Automatización y cambio tecnológico
Grigera y Nava señalan que el impacto del desempleo tecnológico ha sido sobredimensionado, aun en los términos estrictos de las metodologías utilizadas. Ellos se enfocan en los principales métodos de evaluación del impacto potencial del cambio tecnológico en AL. En particular en dos estudios muy difundidos: el enfoque de las ocupaciones, publicado por primera vez en 2013 por Frey y Osborne (2017), y un enfoque alternativo por tareas realizadas, por Arntz, Gregory y Zierahn (2016 y 2019).
Si bien el trabajo de Frey y Osborne ha sido uno de los más paradigmáticos dentro de los estudios que intentan estimar la cantidad y los tipos de empleos que podrían ser objeto de sustitución tecnológica (alrededor del 50% en promedio en muchos países), han sido también abundantes las críticas a la metodología y las cifras de este enfoque.
Quizás una de las debilidades más importantes del método de Frey y Osborne se ubica en el supuesto de que las ocupaciones son homogéneas en términos de tareas y que, por lo tanto, si una ocupación puede ser computarizada, todos los trabajos o las tareas en esa ocupación serían destruidos (Arntz et al., 2016). Asimismo, este aspecto se vuelve aún más complejo cuando se trasladan los resultados a otros países. La variación de las tareas dentro de la misma ocupación (tanto en empresas diferentes como a lo largo del tiempo) es crucial para responder al cambio tecnológico.
Desde el enfoque en las tareas también se realizaron estimaciones sobre los empleos en riesgo de ser automatizados. Este abordaje produjo cifras negativas más moderadas de la estimación de automatización técnicamente factible. En los Estados Unidos sólo 9% de los trabajos sería susceptible de automatización; para todos los países de la OCDE oscilan entre 6% en Corea del Sur y 12% en Austria y Alemania, con una media de 9 por ciento.
Realidad regional
Más allá de la corrección anterior ambos estudios comparten a su vez un supuesto bastante discutible que consiste en equiparar de manera lineal viabilidad tecnológica con pérdida de empleos reales, sin problematizar otras variables que intervienen en las decisiones de automatización. Por diferentes razones, este último aspecto se vuelve aún más significativo en el contexto de AL.
Las barreras para el uso de nuevas tecnologías no son sólo una cuestión de tiempo: ciertos factores económicos, políticos, legales y sociales ralentizan la introducción de estas innovaciones tecnológicas y, a veces, las bloquean de manera efectiva. En pocas palabras, lo que es técnicamente factible en términos de automatización aún debe adaptarse y pasar por una fase de difusión donde el elevado costo y grandes segmentos de la población con baja productividad atentan contra el cambio tecnológico. Todo lo anterior sin considerar el surgimiento de nuevas ocupaciones a partir de las nuevas tecnologías.
Polarización laboral
Grigera y Nava concluyen que más que un desempleo tecnológico masivo, el efecto neto estaría más bien dirigido hacia una reestructuración de máximo 15 a 25% del mercado laboral. En este sentido, es más probable que se asista a una (nueva) polarización del mercado laboral.
Es decir, el crecimiento por un lado de un sector de trabajadores poco calificados, con bajos salarios y limitados derechos laborales, mientras por el otro se mantiene un núcleo de trabajadores altamente calificados y bien pagados vinculados fundamentalmente con el desarrollo tecnológico de la economía, lo que contribuiría aún más a las desigualdades generalizadas de la región. Para ellos es más probable que las nuevas tecnologías tiendan a la reestructuración de ciertos empleos, a la polarización del mercado laboral y a la intensificación de la explotación laboral.
Intermediación digital
Las nuevas tecnologías digitales no sólo se pueden considerar como cualquier otra tecnología de automatización, sino que además pueden funcionar como tecnologías de intermediación o de circulación, es decir, como nuevas formas de incrementar la capacidad de conectar la oferta con la demanda y así dar lugar a nuevos servicios y formas de contratación de la fuerza de trabajo.
La hipótesis de los autores es que los nuevos desarrollos tecnológicos tienen el potencial de acentuar las tendencias de flexibilización y precarización del empleo. El caso más paradigmático de esta segunda función es el de las economías de plataforma o gig economy. Esta se caracteriza, por un lado, por la gestión algorítmica y la vigilancia automatizada y, por el otro, por el establecimiento de una nueva modalidad del salario por pieza o a destajo y por la modificación del contrato laboral clásico, que busca una máxima flexibilidad y libera las plataformas de cualquier obligación respecto de sus trabajadores.
Precarización
El impacto indirecto de la economía de plataformas se vincula principalmente con dos aspectos: 1) el incremento de la competencia en actividades específicas y 2) la erosión del llamado contrato de trabajo clásico; así han emergido cada vez con mayor fuerza formas precarias de empleo fuertemente asociadas con los cambios tecnológicos. En verdad, para Grigera y Nava las plataformas digitales acentúan las tendencias existentes.
En lo que respecta a la ruptura o erosión del contrato de trabajo tradicional, éste se transforma y se adecúa a los términos y las condiciones que las plataformas exigen para operar con ellas, tendencias que apuntan en favor de una zona gris del trabajo por cuenta propia. En este sentido, el estatus de los trabajadores digitales como contratistas independientes es central en las relaciones laborales de la mayoría de las plataformas; así se desplaza la relación fuera del ámbito de muchas leyes y regulaciones laborales diseñadas para el empleo estándar, aunque es más jerárquico, y quizás más autoritario, que el trabajo dependiente tradicional.
Control y vigilancia
Además de las funciones de automatización y de intermediación, una tercera dimensión del impacto de las nuevas tecnologías radica en el incremento de la capacidad de microcontrol y vigilancia, desde el punto de vista ya sea estatal o patronal. En tanto que las técnicas de IA y Big Data en general pueden incrementar la recolección, la acumulación y el procesamiento de información, las nuevas tecnologías funcionan como un medio para mejorar las formas de organización, dirección y control del trabajo por parte de los empresarios, al aumentar sus posibilidades y eficacia.
Incluso, para algunos autores, la intensificación de los sistemas de vigilancia en las relaciones laborales mediante la innovación tecnológica daría lugar al paso de la sociedad de la información a la sociedad de control algorítmico. Por añadidura, la crisis pandémica ha legitimado el uso de estas nuevas tecnologías de control, fundamentalmente por parte de los Estados (cámaras de reconocimiento facial, apps de seguimiento, utilización de drones, entre otros) señalan los autores.
Sin embargo, no sólo en las plataformas se pasa del control empresarial al algorítmico. Estas nuevas tecnologías digitales han traído un nuevo taylorismo, donde la gestión algorítmica se acompaña de capacidades de vigilancia en el lugar de trabajo mucho mayores que en el pasado. Entonces, la tecnología digital posibilita, en general, nuevas formas de estandarizar, descomponer, cuantificar y vigilar el trabajo al automatizar (o semiautomatizar) los medios de gestión y control.
Más aún, algunas firmas se especializan en proveer software de gestión de recursos humanos que permite automatizar la gestión no sólo de la nómina de sus empleados y sus salarios, sino también de funciones más avanzadas, como la supervisión de su desempeño, las entradas y las salidas, la aprobación de vacaciones, las tareas realizadas, la asistencia y las bajas, la selección de personal para un puesto vacante, entre otras.
En tal sentido, estas nuevas tecnologías no sólo permiten aumentar el poder de la vigilancia disciplinaria en los lugares de trabajo, sino que también han intensificado la capacidad reflexiva de la gestión para controlar su propia actuación y tomar las medidas más apropiadas para mejorar su eficacia.
Conclusiones
Con altos niveles de informalidad, pobreza y desigualdad, y la volatilidad sistemática de su crecimiento económico, el futuro del trabajo en AL no se presenta demasiado alentador. Respecto de las nuevas tecnologías, las tendencias más dinámicas de nuestro tiempo apuntan a que el impacto directo será más bien acotado. La automatización probablemente tendrá un alcance limitado, y la economía de plataformas podría reconfigurar los sectores informales existentes.
Probablemente el futuro del trabajo en AL esté más caracterizado por niveles crecientes de subempleo y precarización que por un desempleo tecnológico masivo. Más que un futuro sin empleos, quizás el escenario en la región sea de un futuro con menos empleos de calidad y mayor inseguridad laboral; así se desplazarán los trabajadores cada vez más a los empleos menos productivos del sector de servicios finalizan los autores.
El Perú no es una isla; los cambios que se están dando a nivel global y regional son una realidad que parece pudiera agravarse en el futuro inmediato. Urge una mayor y mejor regulación si no se quiere mayor población inactiva y precarizada.