Mitos e intereses contra la reforma tributaria peruana en tiempos de pandemia
Las medias verdades y mentiras en contra de la propuesta de reforma tributaria del Poder Ejecutivo son abundantes. Hay fuertes intereses económicos y políticos para que no se aprueba la delegación de facultades. Efectivamente hay aspectos por afinar y detallar, pero esto se puede hacer sobre la marcha y el Congreso tiene siempre la potestad de mejorar lo que sea necesario.
Hay una avalancha de argumentos en contra que no tienen fundamento o manifiestan muchas contradicciones. Por ejemplo, se pide ampliar la base tributaria en primera instancia olvidando que con esto se afectaría a los microempresarios y trabajadores independientes. Otros mienten señalando que afectaría a la población más pobre del país, a las clases medias y a los emprendedores.
Los más expertos se quejan del déficit fiscal, sin embargo, son reacios a establecer medidas concretas para elevar la recaudación tributaria, olvidando que de esta forma se reduce el desequilibrio fiscal y fija límite a los niveles de endeudamiento externo. Llama la atención algunos ex titulares del MEF que tuvieron la oportunidad de reducir la evasión y elusión cuando fueron autoridades pero que hicieron poco o nada sobre el tema.
Contexto
Hay que ver la propuesta de reforma tributaria no solo en una perspectiva de corto plazo sino de mediano y largo horizonte. Es un tema sensible que desafortunadamente está tamizado por muchos intereses particulares muchas veces encubiertos en elementos técnicos.
La reforma tributaria no solo debe generar mayores oportunidades de gasto con calidad y reducir la brecha fiscal. Se trata de avanzar en la línea de generar un nuevo balance entre Estado y Mercado de forma tal que se atiendan tanto las urgencias económicas, sociales y sanitarias del momento y se puedan enfrentar los retos internacionales de mediano y largo plazo, como el cambio climático, crisis hídrica, envejecimiento poblacional, cambio tecnológico excluyente, entre muchos otros que están a la vuelta de la esquina y sobre los cuales hemos hecho muy poco.
Entorno favorable
Los críticos se olvidan de que no estamos solos en el mundo en cuanto a propuestas de reforma tributaria; están desinformados. Hasta en el Foro Económico Mundial, que reúne a los grandes empresarios del mundo, se plantea establecer un nuevo consenso económico social para acordar un mayor énfasis en la transición ecológica y la reducción de las elevadas desigualdades que requieren mayores recursos fiscales que deben obtenerse de los que más tienen.
Se olvidan de que el G20 acaba de establecer un impuesto mínimo en los países donde operan las transnacionales. De que el FMI plantea mejorar la recaudación a partir de los impuestos directos para hacer frente a la elevada desigualdad. Que el Congreso de Chile está discutiendo el establecimiento de un impuesto a la riqueza para los hiper ricos; tal cual ha promovido Joe Biden en los Estados Unidos de América.
Propuesta regional
La CEPAL de Naciones Unidas recuerda la importancia de trabajar en el corto plazo, pero con un horizonte de mediano y largo plazo. Ellos proponen diversos temas relativos a mejorar la fiscalidad y el financiamiento para hacer viable la propuesta de recuperación transformadora para América Latina. Esta debe enfatizar en la reducción de las elevadas desigualdades, avanzar seriamente en la transición ecológica y en la diversificación productiva.
En términos tributarios plantean una mayor progresividad e impuestos ecológicos; lograr que todas las actividades económicas internalicen las externalidades ambientales generadas; el establecimiento de políticas industriales para el desarrollo sostenible; un nuevo régimen de bienestar y protección social; y el reforzamiento de la integración regional a un multilateralismo renovado. Por último, se plantean la construcción de consensos sociales desde el Estado.
Reforma inoportuna
La lista de mitos que se plantean contra la reforma tributaria es numerosa. Se afirma en primer lugar que es inoportuna: no es el momento para iniciarla cuando apenas se acaban de recuperar los niveles de producción de 2019. Efectivamente, esto es cierto, pero olvidan que todas las grandes reformas tributarias a nivel internacional, especialmente que elevaron la progresividad del impuesto a la renta o establecieron los impuestos a las herencias se hicieron al finalizar la Primera y Segunda Guerra Mundial.
No se trataban de tiempos de calma o de gran crecimiento; eran tiempos difíciles. Por otra parte, no se debe olvidar que la pandemia redujo el ingreso de todos en promedio; pero aquí y en todas partes del mundo hay unos pocos que ganaron mucho y la mayoría que perdió. No nos olvidemos de la información presentada por la revista Forbes que muestra que el número y la riqueza de los hiper ricos creció cuando el PBI mundial decreció en casi 4% anual en 2020. Se trata de aplicar criterios de equidad, eficiencia y solidaridad.
Tampoco se debe omitir que durante la pandemia aumentó la demanda de dinero por motivo precaución y los ahorros de los sectores de altos ingresos. Dejaron de gastar, y en tales circunstancias Keynes nos recomendó no solo la política fiscal y monetaria anticíclica, sino los impuestos a los ingresos y a las herencias (cap. 24 de la Teoría General) para redistribuir ingresos a los que menos tienen elevando la propensión a consumir, la demanda y producción en tiempos de crisis.
Innecesaria
Muchos otros dicen que una reforma tributaria es innecesaria, ya que los ingresos públicos están aumentando por la mejora de los precios internacionales y las mayores exportaciones. Sin embargo, se olvidan de que las proyecciones de estos productos no se sostendrán en el tiempo de acuerdo con las previsiones del propio Banco Mundial.
Hay que aprovechar estos altos precios internacionales en beneficio de todos previendo que no más allá de mediados del 2022 se produzca una caída de estos. Por otra parte, no se debe olvidar que el panorama internacional está cambiando rápidamente por las mayores presiones inflacionarias que pueden conducirnos a una situación de estancamiento con inflación, similar a la prevista por Roubini (2020) que planteó la posibilidad de una nueva década perdida para el mundo. Una recuperación asimétrica, con grandes ganadores y perdedores está a la vista (dicen que se llama recuperación en forma de K).
Anti inversión
Sostienen que la propuesta de reforma tributaria atentaría contra la inversión privada; nuevamente están equivocados olvidando experiencias previas a nivel internacional. En primer lugar, no se debe olvidar que con la crisis se redujeron los niveles de utilización de la capacidad instalada. Las medianas y grandes empresas no primarias no van a invertir en estos tiempos. Por otra parte, los determinantes de las empresas extractivas, especialmente mineras, no serían perjudicadas por pequeños ajustes en la política tributaria.
Se debe recordar que en la edad de oro del capitalismo entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado no solo se tuvieron los más altos niveles de crecimiento económico sino las mayores tasas impositivas en cuanto al impuesto a la renta y a las herencias (Piketty, 2014 y 2019). Coexistieron entonces elevados niveles de inversión privada y de impuestos. Las decisiones de inversión no se basan exclusivamente en la política tributaria.
Blinder y Watson (2006) nos recuerdan los mediocres resultados de las políticas ofertistas de reducción de tasas impositivas de los gobiernos republicanos de la Unión Americana (Reagan, Busch padre e hijo y Trump especialmente) que no generaron la mayor recaudación tributaria esperada, ni el mayor crecimiento económico respecto de los gobiernos demócratas de los últimos 60 años.
Excesiva
La reforma tributaria propuesta por el Ejecutivo permitiría una elevación de la presión tributaria de 1.5% del PBI; no está mal, pero es insuficiente respecto de la brecha de 6.3% del PBI respecto de América Latina y el Caribe (ALC) homogenizada por la OCDE. La última información disponible es que la nuestra es de 16.6% del producto, mientras que la de ALC es 22.9% y de los países miembros de la OCDE de 33.8% del producto. Esta es inferior a todos nuestros países vecinos: Ecuador (20.1%), Colombia (19.7%), Brasil (33.1%), Bolivia (24.7%) y Chile (20.7%).
En otras oportunidades hemos señalado que tenemos espacios de mejora para reducir la evasión y elusión tributaria. Asimismo, estamos por debajo de los estándares regionales (ALC) en los cobros por prestaciones sociales respecto del PBI (a la mitad); en el impuesto a la renta de personas naturales; en los impuestos a los bienes y servicios (ISC); en los impuestos ambientales (energéticos y transportes) y en los recursos no renovables (especialmente minería e hidrocarburos).
Minería sobrepresionada
No se dice la verdad en cuanto a la real tributación del sector minero e hidrocarburos. Lo que se presenta desde los diferentes gremios empresariales y de los técnicos a su servicio es la carga teórica, no la que efectivamente pagan. Con esa información concluyen que ya no pueden pagar nada más olvidando que estamos en un ciclo expansivo de los precios internacionales y que los dueños de los recursos es la nación: todos los peruanos.
Las estadísticas para desmentir estas conclusiones son proporcionadas tanto por la SUNAT como por el INEI. Solo como ejemplo, en el 2010 la minería e hidrocarburos pagaban el 13.9% de su valor bruto de la producción o producción bruta; en 2018 pagaron el 11.8%, 2 puntos porcentuales menos. Sin embargo, si restamos las devoluciones por IGV estos mismos números bajan a 12.2% y 7.9%. En términos nominales pagan más pero respecto del valor de su producción es casi cinco puntos porcentuales menos.
El último esquema tributario a la minería de 2011 redujo los ingresos del Estado. Asimismo, el último dato disponible de la aportación del sector minero e hidrocarburos de 2019 refleja pagos netos de solo 5.5% de su producción bruta. Estamos al 40% de lo que se recaudaba relativamente en 2010. Queda pendiente distinguir la carga diferenciada de la minería e hidrocarburos.
Contra el crecimiento
Se afirma que esta reforma tributaria atenta contra el crecimiento económico. De partida, habría que afirmar que esto ocurriría si el énfasis estuviera en los impuestos indirectos que se trasladan, en mayor medida, de los productores y comercializadores a los consumidores; este no es el caso. Todo el sesgo se ubica por el lado de los impuestos directos y la reducción de deducciones.
Ya se ha comentado que el sesgo de la reforma va en línea con los planteamientos actuales de los diferentes organismos internacionales y regionales como el FMI, OCDE, G20 y la CEPAL. Ojalá los críticos miren lo que está ocurriendo en todas partes del mundo.
También se olvidan de que los impuestos son una filtración de la demanda y que el gasto público (más aún cuando tenemos un déficit) es una inyección de demanda que contribuiría, con sus efectos multiplicadores respectivos, a incrementar la demanda y la producción teniendo en cuenta los elevados niveles de capacidad instalada ociosa. Más inversión pública con elevados encadenamientos de empleo y producción es muy positiva para todos.
Otros mitos
Efectivamente hay que mejorar la calidad del gasto público y que este se ejerza de manera efectiva; sin embargo, no debemos olvidar la necesidad de recursos para atender las urgencias presentes y retos del futuro. En el peor de los casos los nuevos ingresos tributarios servirían para reducir el déficit fiscal y los niveles de endeudamiento. También es absolutamente falso que con estas medidas se promueva más informalidad, ya que no afectaría a los microempresarios y emprendedores.
Ojalá que la mayoría de los sectores más ricos de nuestra sociedad entienda que estas medidas son para el bien de todos, incluyéndolos en términos de mayor demanda, crecimiento sostenible, mayor cohesión y estabilidad social más allá del corto plazo. Si predomina una visión de corto alcance se pondría nuevamente en juego la estabilidad de nuestro querido país.