Mensaje del Papa Francisco en el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares de Octubre 2021
El pasado 16 de octubre el Papa Francisco participó virtualmente en el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Los tres primeros se realizaron en 2014, 2015 y 2016.
El Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP) es un espacio entre las organizaciones de base de los cinco continentes. Una plataforma construida por diversos movimientos populares en torno a la invitación de Francisco a que los pobres y los pueblos organizados no se resignen y sean protagonistas del (proceso de) cambio.
El EMMP promueve la cultura del encuentro con el propósito de que los movimientos populares den la batalla, sin soberbia, pero con coraje, sin violencia, pero con tenacidad, por la dignidad humana, por la naturaleza y por la justicia social. Este responde a la necesidad de promover la organización de los excluidos para construir la alternativa a la globalización excluyente que arrebata hasta los derechos sagrados al techo, al trabajo y a la tierra.
Francisco siguiendo la línea de Fratelli Tutti hizo un diagnóstico y propuestas que enrojarían a muchos en nuestro país. El mensaje tiene cuatro partes: queridos poetas sociales, bienaventurados, soñemos juntos y tiempo de actuar.
Síntesis oficial
El Papa renueva su compromiso con los movimientos populares en su anhelo por tierra, techo y trabajo; se ha sumado al diálogo para ajustar los modelos socioeconómicos. Asimismo, reclama liberar las patentes de las vacunas y condonar las deudas a los países pobres, entre otras medidas dirigidas a sectores económicos, corporaciones, instituciones políticas y religiosas.
Propone la parábola del Buen Samaritano, que reaccionan contra la injusticia social, racial o machista y la herida de la dignidad humana; y ofrece los principios de la Doctrina Social de la Iglesia para ayudar a concretar esa búsqueda humanista alternativa a la globalización capitalista.
Postula junto a los movimientos populares el camino para salir mejores de esta crisis signada por el descarte y la exclusión que la pandemia por Covid-19 ha profundizado. Ha reclamado frenar la locomotora de este sistema que con la lógica implacable de la ganancia está escapando a todo dominio humano. Ha mostrado su voluntad de soñar juntos el futuro que hay que construir, para no volver atrás y mejorar el mundo en armonía con toda la humanidad y con la creación.
Ha concretado dos medidas: un ingreso básico o salario universal (IBU) para que cualquier persona acceda a los más elementales bienes de la vida y para que esta propuesta pueda desarrollarse, ha emplazado a los gobiernos a plantear nuevos esquemas fiscales y redistributivos. Asimismo, la reducción de la jornada laboral, como segunda medida, para que haya un mayor acceso a puestos de trabajo.
Cambios imprescindibles
El cambio personal es necesario, pero es imprescindible también ajustar nuestros modelos socio-económicos para que tengan rostro humano. Y pensando en estas situaciones, se vuelve pedigüeño. Y pasa a pedir en nombre de Dios.
A los grandes laboratorios, que liberen las patentes. Que tengan un gesto de humanidad y permitan que cada país, cada pueblo, cada ser humano tenga acceso a las vacunas. Hay países donde sólo tres, cuatro por ciento de sus habitantes fueron vacunados.
A las grandes empresas
Les pide a los grupos financieros y organismos internacionales de crédito que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos.
Les pide a las grandes corporaciones extractivas: mineras, petroleras, forestales, inmobiliarias, agro-negocios, que dejen de destruir los bosques, humedales y montañas, dejen de contaminar los ríos y los mares, dejen de intoxicar los pueblos y los alimentos.
Les pide a las grandes corporaciones alimentarias que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y terminan quedándose con el pan del hambriento.
Les pide a los fabricantes y traficantes de armas que cesen totalmente su actividad, una actividad que fomenta la violencia y la guerra, y muchas veces en el marco de juegos geopolíticos que cuestan millones de vidas y de desplazamientos.
A las empresas tecnológicas
Les pide a los gigantes de la tecnología que dejen de explotar la fragilidad humana, las vulnerabilidades de las personas, para obtener ganancias, sin considerar cómo aumentan los discursos de odio, el grooming (acoso sexual en línea), las fake news, las teorías conspirativas, la manipulación política.
Les pide a los gigantes de las telecomunicaciones que liberen el acceso a los contenidos educativos y el intercambio con los maestros por internet para que los niños pobres también puedan educarse en contextos de cuarentena.
Les pide a los medios de comunicación que terminen con la lógica de la post-verdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio, que busquen contribuir a la fraternidad humana y a la empatía con los más vulnerados.
Les solicita a los países poderosos que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales contra cualquier país en cualquier lugar de la tierra. No al neocolonialismo. Los conflictos deben resolverse en instancias multilaterales como las Naciones Unidas. Ya se ha visto cómo terminan las intervenciones, invasiones y ocupaciones unilaterales; aunque se hagan bajo los más nobles motivos o ropajes.
Sistema sin límite
Este sistema con su lógica implacable de la ganancia está escapando a todo dominio humano. Es hora de frenar la locomotora, una locomotora descontrolada que nos está llevando al abismo. Todavía estamos a tiempo.
A los gobiernos en general, a los políticos de todos los partidos les pide, junto a los pobres de la tierra, que representen a sus pueblos y trabajen por el bien común. Quiero solicitarles el coraje de mirar a sus pueblos, mirar a los ojos de la gente, y la valentía de saber que el bien de un pueblo es mucho más que un consenso entre las partes.
Los convoca a cuidarse de escuchar solamente a las elites económicas tantas veces portavoces de ideologías superficiales que eluden los verdaderos dilemas de la humanidad. Sean servidores de los pueblos que claman por tierra, techo, trabajo y una vida buena. Ese buen vivir humano que nos pone en armonía con toda la humanidad, con toda la creación.
Soñemos juntos
Se necesita utilizar esa facultad tan excelsa del ser humano que es la imaginación, ese lugar donde la inteligencia, la intuición, la experiencia, la memoria histórica se encuentran para crear, componer, aventurar y arriesgar. Soñemos juntos, porque fueron precisamente los sueños de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, los sueños de fraternidad los que mejoraron el mundo.
Los sueños son siempre peligrosos para aquellos que defienden el statu quo porque cuestionan la parálisis que el egoísmo del fuerte o el conformismo del débil quieren imponer. Los sueños desbordan los límites estrechos que se nos imponen y nos proponen nuevos mundos posibles.
De esta pandemia no vamos a salir igual: o se sale mejor o se sale peor, igual que antes, no. Y hoy día tenemos que enfrentar juntos, esta cuestión: ¿Cómo saldremos de estas crisis? ¿Mejores o peores? Me preocupa que mientras estamos todavía paralizados, ya hay proyectos en marcha para rearmar la misma estructura socioeconómica que teníamos antes, porque es más fácil. Elijamos el camino difícil, salgamos mejor.
Doctrina Social
La Doctrina social de la Iglesia no tiene todas las respuestas, pero sí algunos principios que pueden ayudar a concretizar las respuestas y ayudar tanto a los cristianos como a los no cristianos.
Allí encontramos principios como la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiariedad, la participación, el bien común, que son mediaciones concretas para plasmar a nivel social y cultural la Buena Noticia del Evangelio.
Solidaridad y subsidiariedad
La solidaridad no sólo como virtud moral sino como un principio social, principio que busca enfrentar los sistemas injustos con el objetivo de construir una cultura de la solidaridad que exprese una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común.
Otro principio es estimular y promover la participación y la subsidiariedad entre movimientos y entre los pueblos capaz de limitar cualquier esquema autoritario, cualquier colectivismo forzado o cualquier esquema estado céntrico. El bien común no puede utilizarse como excusa para aplastar la iniciativa privada, la identidad local o los proyectos comunitarios.
Por eso, estos principios promueven una economía y una política que reconozca el rol de los movimientos populares, la familia, los grupos, las asociaciones, las realidades territoriales locales, y aquellas expresiones agregativas de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional y político.
Tiempo de actuar
El Papa Francisco señala que no tiene la respuesta, por eso debemos soñar juntos y encontrarla entre todos. Sin embargo, hay medidas concretas que tal vez permitan algunos cambios significativos. Son medidas que están presentes en los documentos, e intervenciones del movimiento popular que él ha tomado en cuenta, sobre las que meditó y consultó a especialistas.
En encuentros pasados se habló de la integración urbana, la agricultura familiar, la economía popular. A estas, que todavía exigen seguir trabajando juntos para concretarlas, suma dos más: el salario universal y la reducción de la jornada de trabajo.
IBU y reducción jornada
El IBU o salario universal para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más elementales bienes de la vida. Es justo luchar por una distribución humana de estos recursos. Y es tarea de los Gobiernos establecer esquemas fiscales y redistributivos para que la riqueza de una parte sea compartida con la equidad sin que esto suponga un peso insoportable, principalmente para la clase media.
La reducción de la jornada laboral es otra posibilidad. Y hay que analizarla seriamente. En el siglo XIX los obreros trabajaban doce, catorce, dieciséis horas por día. Cuando conquistaron la jornada de ocho horas no colapsó nada como algunos sectores preveían. Entonces, trabajar menos para que más gente tenga acceso al mercado laboral es un aspecto que se necesita explorar con cierta urgencia.
No puede haber tantas personas agobiadas por el exceso de trabajo y otras tantas agobiadas por la falta de trabajo. Considera que son medidas necesarias, pero desde luego no suficientes. No resuelven el problema de fondo, tampoco garantizan el acceso a la tierra, techo y trabajo en la cantidad y calidad que los campesinos sin tierras, las familias sin un techo seguro y los trabajadores precarios merecen.
Tampoco van a resolver los enormes desafíos ambientales que se tienen por delante. Pero las mencionó porque son medidas posibles y marcarían un cambio positivo de orientación.
Escuchar periferias
El Papa Francisco está convencido de que el mundo se ve más claro desde las periferias. Hay que escuchar a las periferias, abrirle las puertas y permitirles participar. El sufrimiento del mundo se entiende mejor junto a los que sufren. En su experiencia, cuando las personas, hombres y mujeres que han sufrido en carne propia la injusticia, la desigualdad, el abuso de poder, las privaciones, la xenofobia, comprenden mejor lo que viven los demás y son capaces de ayudarlos a abrir, realísticamente, caminos de esperanza.
El Papa Francisco finaliza reafirmando el compromiso de poner la economía al servicio de los pueblos para construir una paz duradera fundada en la justicia social y el cuidado de la Casa común. “Sigan impulsando la agenda de tierra, techo y trabajo. Sigan soñando juntos. Y gracias por dejarme soñar con ustedes”.