Liberalismo desenfrenado y pandemia: la encrucijada entre el tecno autoritarismo y una nueva organización social
Es el título de un reciente artículo de Giovanni Dosi publicado en el último número de la Revista de la CEPAL (2020). Este economista italiano es famoso por sus trabajos sobre los impactos de los cambios tecnológicos en la dinámica socioeconómica y política en una perspectiva de mediano y largo plazo. Hay propuestas interesantes útiles a nuestro país.
El autor analiza algunas tendencias del capitalismo mundial previas a la pandemia del covid-19 y ciertas especificidades de ella que colocarían a la economía mundial en la encrucijada entre mantener el tecno autoritarismo vigente en la gobernanza de los países y un cambio en la organización social. Se plantea que la pandemia surge en un contexto de creciente tecnologización y una frágil arquitectura socioeconómica, que se fue debilitando desde la irrupción del neoliberalismo en los años ochenta y, sobre todo, a partir de la crisis financiera de 2008.
Se analizan, como tendencias principales: la globalización y la emergencia de China, el estancamiento salarial y la brecha entre productividad y salarios, junto con la explosión de la tasa de beneficio, además de los beneficios corporativos (financieros y no financieros) y la convergencia entre inteligencia artificial y automatización. Se plantean, además, un conjunto de lecciones que se pueden extraer de la pandemia.
Antecedentes
El autor postula que la crisis del covid-19 llega luego de tres circunstancias particulares. En primer lugar, el coronavirus arriba a una sociedad occidental caracterizada por la fragilidad de su arquitectura social y su estructura económico-tecnológica. Al mismo tiempo, China se ha convertido en la fábrica del mundo y adquiere un peso cada vez mayor entre los líderes tecnológicos y políticos mundiales.
En segundo lugar, la estructura socioeconómica que sostuvo los años gloriosos del capitalismo de postguerra ya se había deteriorado por razones endógenas en los años setenta y fue devastada por la conjunción entre la afirmación del fanatismo liberal (Reagan y Thatcher) y la caída de la Unión Soviética.
En tercer lugar, la crisis de 2008, que de crac financiero se convirtió inmediatamente en una recesión de la economía real, tuvo como respuesta, en el mejor de los casos, un intento de recuperar una situación de normalidad mediante políticas fiscales keynesianas y políticas (anti)redistributivas dirigidas a socializar las pérdidas financieras. En el peor de los casos (Europa), las políticas de austeridad masoquistas implementadas solo han causado un crecimiento anémico en los países más fuertes y un estancamiento persistente en los demás.
Tendencias internacionales
El autor propone cinco elementos clave que se muestran en el cuadro 1. El surgimiento de China como polo industrial del mundo ha reducido significativamente la solidez de las clases trabajadoras en el Occidente desarrollado y su poder de negociación. En segundo lugar, el estancamiento de los salarios y la creciente divergencia entre el aumento de la productividad y el crecimiento de los salarios. Aunque a ritmos diferentes, a partir de la década de 1980 los salarios medios (especialmente los más bajos) comenzaron a crecer menos que la productividad en casi todos los países. En consecuencia, la proporción de los salarios en el PBI también disminuyó.
Cuadro 1. Principales tendencias internacionales
En tercer lugar, la explosión de los beneficios, especialmente los financieros. En cuarto lugar, la explosión de los ingresos financieros y no financieros. La financierización de las economías incluye ciertamente los ingresos financieros de los bancos y los menos conocidos son los cientos de fondos de capital privado.
Por último, la convergencia entre la IA y la automatización promete cambiar radicalmente las condiciones de trabajo en las fábricas y oficinas, aumentando significativamente el papel de las llamadas plataformas, incrementando la polarización de las condiciones de trabajo y los salarios entre los trabajadores y reduciendo drásticamente su poder de negociación.
Resultados Covid-19
Los países se encuentran con paquetes de medidas no siempre coherentes, formuladas y agrupadas por una plétora de burócratas que representan intereses en conflicto (donde, por supuesto, los banqueros están mucho mejor representados que los desempleados o los vendedores ambulantes).
El resultado social varía entre una protección muy limitada o inexistente para los trabajadores del sector informal y los pobres sin trabajo (la situación es aún peor para los inmigrantes); una protección limitada para los trabajadores fijos y las pequeñas empresas; una protección mayor para las grandes empresas no financieras (basta pensar en las garantías multimillonarias solicitadas por las grandes empresas europeas), hasta el paracaídas casi total para los ingresos financieros e inmobiliarios.
¿Las libertades cívicas?
Los intentos de contener y suprimir el contagio suponen inevitablemente alguna sugerencia o medida de contención coercitiva. Conforme la Constitución, la libertad y la salud son dos derechos fundamentales y, naturalmente, las limitaciones a la primera solo pueden ser estrictamente proporcionales a necesidades muy urgentes con respecto a la segunda.
Dosi plantea que ha habido una peligrosa convergencia entre la incompetencia organizativa total y una especie de sentimiento común amplificado en el pánico colectivo que denomina como autoritarismo médico-ético. La alianza entre autoridades y los expertos ha generado una extraña coalición ideológica, entre un establishment económico históricamente indiferente a las libertades personales y una especie de pseudoizquierda ética.
Y así la paradoja es que los abanderados de la reivindicación de los límites de la interferencia estatal se han convertido en los grupos de extrema derecha, los anticiencia y los teóricos de la conspiración. Aquí hay un problema muy serio, anota Dosi. Los modelos de contención de la pandemia basados en el control social, que las nuevas tecnologías de vigilancia hacen muy fácil se están volviendo naturales y socialmente aceptables.
Encrucijada histórica
La experiencia de la pandemia enseña algunas lecciones obvias sobre las políticas que se han de adoptar. La primera, es que hay que revitalizar y fortalecer el sistema de salud público y universal, arruinado en nombre de un liberalismo devastador que también llegó a socavar derechos universales como la salud, la educación y la generación de conocimientos.
En segundo lugar, un corolario importante de este punto es que el Estado debe recuperar la capacidad de planificar la producción de bienes y servicios esenciales. Por ejemplo, después de dos meses de pandemia, la administración pública de la mayoría de los países pertenecientes y no pertenecientes a la OCDE no era capaz de producir mascarillas.
En tercer lugar, la pandemia puso de relieve la dramática ineficiencia de un sistema de generación de conocimientos médicos y farmacológicos, en el que la mayor parte del costo recae en el sector público, mientras la dirección de la explotación de esos conocimientos y los ingresos conexos se atribuyen al privado.
Retos urgentes
Por primera vez desde principios del siglo XX, se está volviendo a formar en los países actualmente industrializados de Occidente un subproletariado formado por personas que no pueden trabajar, trabajadores precarios y a menudo clandestinos, muchos trabajadores de las plataformas, en muchos aspectos no ciudadanos.
En el debate político se está reconociendo cada vez más que hay que hacer algo ante el fuerte aumento de la desigualdad, el potencial desempleo masivo, el deterioro de las condiciones de trabajo y la erosión del estado de bienestar. Sin embargo, las discusiones tienden a ser parciales y con demasiada frecuencia están radicadas en el paradigma interpretativo de que deben justificarse por fricciones y fallas de mercado.
Efectivamente es necesario evaluar la eficacia y las posibles concesiones que suponen distintos conjuntos de políticas en materia de, por ejemplo, redistribución, impuestos en un mundo globalizado y digitalizado, educación, formación, empleo, innovación e industria, pero se deben considerar conjuntamente.
Algo aún más importante, es que el debate debe situarse en el contexto más amplio de las nuevas relaciones entre los seres humanos y el trabajo y entre las personas y las instituciones. Distintas políticas conducirán a diferentes configuraciones del Estado y de las instituciones intermedias, con diferentes estructuras que van desde los Estados minimalistas a los Estados niñera, diversas combinaciones entre formas de acción individuales y colectivas y entre la prestación pública o de mercado de los servicios colectivos.
Programas alternativos
Los programas alternativos relativos a las instituciones del mercado laboral incluyen la codeterminación (la participación en los beneficios o incluso la coparticipación en el capital al estilo alemán), por la que los trabajadores ejercen cierto control sobre las estrategias de la empresa, y, en lo que respecta a los ingresos, se necesitan con urgencia un ingreso básico universal y un salario mínimo. Naturalmente, cada alternativa tiene consecuencias distributivas y sociales muy diferentes, aunque presentan el gran riesgo de crear una brecha entre una élite de trabajadores y el resto.
Por otra parte, el extremo inferior de la distribución de los ingresos debe abordarse mediante programas más universales, como las distintas formas de ingresos básicos. Sin embargo, estas no están exentas de limitaciones. El aumento del nivel de ingresos mínimos también podría ayudar a establecer un umbral mínimo para la participación del trabajo, que está en caída libre. Sin embargo, habría que ser cuidadosos de no debilitar el poder de negociación de los sindicatos y amenazar la organización colectiva de los trabajadores.
Nueva política tributaria
Los impuestos deben volver a desempeñar un papel importante. Deberían aplicarse nuevas y antiguas formas de tributación progresiva. Se debe prestar especial atención a la comprensión tanto de las dinámicas de la base imponible como de las formas en que se deben gravar los diferentes tipos de ingresos, ya sean beneficios o salarios, y las rentas (financieras y no financieras). Por ejemplo, que los alquileres y la riqueza en general estén más gravados que los beneficios y estos últimos más gravados que los salarios.
Asimismo, también los objetos de los impuestos pueden cambiar. Deberían al menos discutirse nuevas formas de tributación, incluidos el impuesto a los robots, siendo más razonable hacerlo a sus propietarios. Otra propuesta, es el impuesto a los bits (que grava las transacciones digitales) y el impuesto a la web (a las plataformas) que pueden ser muy relevantes.
Políticas de empleo
Además de las políticas en materia de ingresos, es necesario concentrarse en las políticas de empleo. Algunas son indirectas e influyen en primer lugar en las características de la oferta de trabajo. Las políticas en materia de educación y formación se incluyen en esta categoría, al igual que prevén programas de capacitación para los desempleados y formación continua para los trabajadores. Otra opción es la creación de programas de trabajo masivo durante las fases de recesión a cargo del Estado.
Las políticas de empleo también deben incluir la reducción del horario de trabajo; ciertamente esas medidas deberían ir acompañadas de fuertes límites reglamentarios para el trabajo a tiempo parcial involuntario, las formas de trabajo no estándar y los mini trabajos.
Por último, el Estado debe recuperar su papel histórico de creador de oportunidades de inversión, un patrocinador de programas arriesgados, de la investigación a largo plazo y un generador de innovaciones con una misión concreta. Un objetivo fundamental debería ser la introducción de políticas ambiciosas que promuevan la creación y el desarrollo de nuevos paradigmas tecnológicos cuyos imperativos solo pueden ser la sostenibilidad ambiental y social y una redistribución más justa del trabajo, los ingresos y, en última instancia, del poder, finaliza Dosi.