Comentarios técnicos, ceguera cognitiva, juicios de valor e intereses en tiempos electorales y de pandemia
Un elemento resaltante de esta campaña electoral es que los grandes medios de comunicación están acudiendo a los denominados expertos y técnicos para criticar las propuestas de algunos partidos políticos. Esto es valioso y legítimo si se hace por igual con todos los postulantes; pero si se orientan exclusivamente en una dirección determinada sin anotar explícitamente su propia orientación es manipulación y falta de ética. Nadie cuestiona que un medio de información tenga una determinada tendencia, pero esta se debe ser transparente. Una cosa es informar, analizar y otra es direccionar la opinión pública con prácticas inadecuadas.
Es indudable que numerosas propuestas económicas de los diferentes partidos políticos pueden parecer equivocadas y sin sustento; sin embargo, hay que evitar la arrogancia y reconocer que cualquier fenómeno puede ser analizado desde diferentes perspectivas. Muchos de nuestros técnicos nos ofrecen las fórmulas salvadoras; quizás las tengan, pero hay que analizarlas con cuidado dentro de su contexto. Si el diagnóstico selecciona unas variables específicas para explicar una realidad, la estrategia irá en una dirección determinada; si son otras las recomendaciones cambian.
Realidad compleja
Un mismo fenómeno puede ser analizado desde diferentes perspectivas o teorías (paradigmas de política económica). El analista preselecciona su objeto de atención, pero no es necesariamente capaz de captar toda la realidad (ceguera cognitiva). Se pueden presentar diferentes realidades. La separación entre el objeto de estudio y el investigador es difusa ya que en todo momento se pueden filtrar juicios de valor (subjetividades); asimismo la percepción de la realidad está en función al instrumento que se utiliza para identificarla.
Las variables, los datos e indicadores responden a una perspectiva particular; no son independientes del propósito del que las desarrolló; por tanto, incorporan teorías explícitas o implícitas y quizás subjetividades. Por eso, antes de utilizarlos hay que conocer de donde se obtuvieron y como se construyeron; evaluando sus alcances y limitaciones. Por otra parte, no hay que olvidar que existe el método deductivo donde la abstracción y la lógica son fundamentales. Asimismo, hay fenómenos importantes que no podemos medir, tales como el amor. ¿cuánto es objetivo y cuánto subjetivo?
Al momento de evaluar un fenómeno se utiliza tradicionalmente el análisis estadístico y el econométrico, ¿pero son los únicos aceptables?, ¿cuál es nuestra concepción de modelos? Tener la mejor capacidad predictiva y/o construir las mejores relaciones con sustento, lógica y supuestos sólidos. ¿dónde quedó el uso de la lógica, de los modelos matemáticos, del análisis histórico, del análisis comparado (benchmarking)? Tampoco se debe olvidar que como resultado de nuestro proceso de investigación simplemente no rechazamos nuestras hipótesis; nunca la aceptamos ya que un hecho determinado puede ser explicado por múltiples teorías.
Por último, como lo señalábamos años atrás, afirmar que se es exclusivamente técnico es ignorar la complejidad del mundo y cómo conocerlo; soslayar a quien se sirve o de quien nos inspiramos vivo o muerto, explícita o implícitamente; o callar sobre los verdaderos intereses a los cuales se responde, ya que no todos somos honestos. Todo esto no significa, como señaló R. Heilbroner que la economía no pueda ser científica. Lo es reconociendo la existencia de diferentes teorías, teniendo procedimientos de investigación claros, procurando no manipular la información y siendo transparentes en cuanto a nuestros juicios de valor o preferencias personales.
Objetividad en cuestión
El análisis científico tradicional supone la separación entre el objeto y el sujeto de estudio. Si esto es complejo en las ciencias duras, lo es más en la economía como ciencia social donde hay investigadores – personas y colectivos en ambos lados. La posibilidad que se filtren elementos valorativos está presente en todo momento.
¿Cuál es la realidad? Es una interrogante válida para un economista o para un profesional cualquiera. Antes del microscopio inventado en 1590 éramos incapaces de observar los detalles de la materia, la existencia de microorganismos, mucho después de las bacterias, de la composición de la sangre, entre muchos otros elementos. Lo que ocurría es que no podíamos identificarlos y analizarlos. ¿Tenemos ahora los instrumentos y las metodologías para describir plenamente la realidad económica y social?
Ceguera cognitiva
Se afirma que la ceguera por falta de atención es la incapacidad de una persona de notar un estímulo inesperado cuando la persona está realizando otras tareas que demandan atención. Está categorizado como un error de la atención y no está asociado con ninguna deficiencia visual. Esto generalmente sucede porque estamos sobresaturados con estímulos y no es posible prestar atención a todos estos.
Hay muchos ejemplos relativos a esta circunstancia. A mis estudiantes les proyectamos un video donde hay dos equipos de básquet disputando un partido y les solicitamos que anoten el número de pases de pelota del equipo con uniforme blanco. Todos aciertan en la respuesta; sin embargo, les preguntamos si vieron a una persona disfrazada de gorila paseándose entre los jugadores. Nadie la descubrió hasta que se enfoca en buscarla.
La conclusión es simple: estamos enfocados en una tarea particular y omitimos otros elementos. En el extremo vemos lo que queremos ver e ignoramos elementos del entorno que pueden ser importantes. ¿Acaso esto no puede ocurrir cuando hacemos un análisis económico y social en particular?, ¿vemos acaso todo lo que debemos ver?
¿Paradigmas de política económica?
Los paradigmas de política económica consisten en repertorios de orientaciones básicas que focalizan la atención en un conjunto limitado de variables independientes (instrumentos de política y variables exógenas) y de variables dependientes (objetivos). El paradigma o teoría económica es un lente a través del cual se percibe la realidad. Ej. El monetarista analiza la oferta monetaria y las imperfecciones del mercado. El keynesiano en la demanda efectiva. El ofertista en los impuestos y el estructuralista en las rigideces institucionales (Feinstein, 1984).
La adscripción a un enfoque teórico es clave para definir la estrategia a seguir. Un ejemplo claro es la problemática del mercado laboral. Si el economista está adscrito a la escuela neoclásica su interpretación se centrará en que existe desempleo por la intervención del Estado por la imposición de un salario mínimo y otras regulaciones. La recomendación es inmediata: hay que desregular el mercado de trabajo.
Estos se olvidan qué detrás de los salarios hay elementos técnicos, pero también otros sociopolíticos e institucionales que generan que estos en otras partes, con la misma dotación de capital y producto, sean varias veces superiores a los que recibe un trabajador local. Creen también en que el salario es solo un costo de producción olvidando que son fuente de ingresos, demanda y producción. También se olvidan de la falacia de composición donde el todo no es la suma de las partes. Si todas las empresas maximizan utilidades reduciendo la cuota salarial se reduce el mercado interno. Si todos en el mundo repiten lo mismo se reduce el tamaño de los mercados internacionales.
Otro ejemplo, es el de los colegas que promueven la reducción de impuestos en particular de la renta. Están adscritos a los ofertistas, siendo A. Laffer su principal promotor. Es una teoría muy agradable a las personas de altos ingresos. Sin embargo, la evidencia empírica en términos de que la reducción de tributos eleva la recaudación total no tiene evidencia empírica clara, aún en EE.UU. donde se ha aplicado durante los últimos gobiernos Republicanos; asimismo, se olvida que durante la edad de oro del capitalismo coexistió un alto crecimiento económico, inversión privada e impuestos elevados.
Falacias argumentales
No solo existe la falacia de composición comentada anteriormente; hay muchas otras más. En el debate político se utilizan muchas falacias de distracción. Se cambia de tema, apela a las motivaciones detrás de una argumentación, se insiste en la autoridad de la persona; o se va a la forma de las cosas y no al fondo.
Todos cometemos falacias en mayor o menor magnitud. Pueden existir razonamientos falaces por ausencia de fundamentos empíricos, supuestos irrelevantes, la deficiencia o insuficiencia de fundamentos o la presencia de ambigüedades. También se cometen falacias argumentales cuando hay razonamiento circular. La misma variable quizás con otro nombre se utiliza para explicar el mismo fenómeno (Maletta, 2009).
Estadísticas acotadas
Está de moda afirmar que es imprescindible formular políticas públicas con evidencias, especialmente empírica, es cierto. Efectivamente, el método inductivo que parte de la realidad concreta es en general más sólido que el deductivo que se origina en preconcepciones generales. Hay que realizar todo el análisis cuantitativo y cualitativo que sea posible, pero tampoco hay que pontificarlo, ni convertir el instrumento o medio en un fin en sí mismo. Tampoco hay que creer que la estadística oficial es siempre correcta.
Las estadísticas son resultado de objetivos y hasta de teorías determinadas. Pueden existir otros fenómenos igual de importantes que son más complejos de reducir a un número. No nos olvidemos también, como ocurrió en el Perú, que a partir de los años noventa se abandonaron las series estadísticas sobre el empleo y salarios que con tanto empeño se impulsaron desde los años sesenta y setentas en el Ministerio de Trabajo. Tampoco que el Inei unió en las Cuentas Nacionales por tipo de ingreso a las utilidades de las empresas, rentas y el ingreso mixto en un solo concepto, afectando las posibilidades de analizar la evolución de las ganancias cuando era importante hacerlo. Esto se enmendó recién con la actual base estadística 2007.
Los indicadores de desarrollo humano (IDH) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo son un ejemplo valioso de cómo se crea información estadística para medir el bienestar de los ciudadanos. Su origen parte de reconocer que la medición tradicional a partir del PBI es insuficiente. Con este queda claro que las naciones aparentemente más ricas no son las que generan mayor bienestar. ¿Cuándo se hace análisis económico utilizamos ese indicador o nos quedamos con el tradicional del producto? Obviamente las conclusiones y recomendaciones de política serán diferentes en cada caso.
Analizar microdata
Hay que tener mucho cuidado con la información estadística. Se debe conocer el origen, la metodología utilizada en la captura y su procesamiento. Por ejemplo, en los anexos de la encuesta nacional de los hogares (Enaho) no se evalúa su representatividad en términos de estratos de ingresos. No nos olvidemos que los resultados de esta encuesta se utilizan para la medición de la desigualdad en la distribución personal del ingreso. Sin embargo, esta soslaya a los sectores medios altos y de altos ingresos de la sociedad. Cuando esta se extrapola a nivel nacional se subestima el ingreso nacional entre 40 y 50% de las Cuentas Nacionales (Castillo, 2020).
Por otra parte, a diferencia de lo que ocurre en Chile, la medición de la pobreza monetaria del Inei no presenta las canastas de bienes y servicios que se utilizan para medir los umbrales de pobres en general y extremos en la costa, sierra y selva, y en los ámbitos urbano y rural. Solo se conoce el umbral monetario. En Chile se transparenta la canasta en términos físicos y se observa claramente como se valorizan monetariamente mes a mes.
Tampoco se conoce en el Perú la composición de la canasta de bienes y servicios que determina el valor monetario mediante el cual un trabajador se clasifica como adecuadamente empleado o permanece en la categoría de subempleado por ingresos. En estos momentos utilizar la información, sin análisis previo, del Sistema nacional de defunciones (Sinadef) supone creer que antes de esta pandemia era plenamente certera. Es imprescindible evaluar la información estadística que se va a utilizar.
Algo más
Hay que tomar en cuenta las opiniones y recomendaciones de los expertos; pero también en muchos casos cogerlas con pinzas. Se debe evaluar sus fundamentos y solidez; valorar más a quien transparenta su orientación ideológica, teórica y política, y si declara abiertamente estar o no alineado a intereses particulares. El mismo criterio se debe aplicar a los eventos organizados por Consorcios, ONGs y otros centros donde se debe considerar una indispensable pluralidad de perspectivas. También hay que estar atentos a que en estos tiempos pueden desarrollarse muchos foros vinculados a intereses y enfoques particulares.