Revolución digital, automatización e impactos sobre la ocupación en la post pandemia
Mientras en el Perú estamos enfrascados en la política minúscula, en otras partes se estudia y proponen alternativas sobre los impactos que las tecnologías en desarrollo tienen sobre la ocupación y el empleo. Si antes de la pandemia el problema era serio, lo será aún más ya que la covid-19 ha reimpulsado el uso de las tecnologías digitales, la inteligencia artificial (IA), robótica, entre otras.
El panorama laboral no se ve bien para todos los grupos etarios de la población, incluidos los jóvenes. No solo hay que capacitar, reducar e invertir en el acceso a las nuevas tecnologías; sino en la necesidad de reducir las desigualdades, ampliar la política redistributiva de ingresos y apoyos desde el Estado.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) con la Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la ciencia y la cultura (OEI) acaban de presentar un documento sobre Educación, juventud y trabajo que aborda la problemática de los retos y oportunidades del cambio tecnológico. El subtítulo se refiere a las habilidades y competencias necesarias en un mundo cambiante.
Tiene cinco capítulos: en el primero se aborda el contexto; en el segundo como se desarrollan las competencias y habilidades en nuestra región; en el tercero el diagnóstico del sistema educativo; en el cuarto los riesgos y oportunidades de la automatización y en el quinto los desafíos del futuro. En esta oportunidad nos vamos a referir al capítulo primero, cuarto y quinto.
Principales hallazgos
Vivimos en un contexto caracterizado por la incertidumbre, como consecuencia del impacto de la revolución digital y la cuarta revolución industrial, con una velocidad y magnitud insospechadas. Este impacto se traduce en grandes cambios en cuanto a las habilidades requeridas y en la desaparición y creación de puestos de trabajo. El segundo hallazgo se refiere a las brechas y desigualdades que afectan a los jóvenes de la región; brechas que son más marcadas en el caso de las mujeres, que imposibilitan el acceso a puestos de trabajo decente y que los condenan en muchos casos al desempleo o al empleo precario, es decir, a la pobreza.
El desfase existente entre las habilidades en las que se enfoca la formación que imparten los centros educativos y las requeridas por el sistema productivo, se incrementará aún más en el futuro de no corregirse con prontitud. El tercer hallazgo se refiere a los riesgos y oportunidades que surgen para los jóvenes como consecuencia de los procesos de automatización, como lo demuestra el hecho de que, en el futuro, cerca de la mitad de las ocupaciones podrán ser automatizadas y que las personas con baja y media cualificación, especialmente los jóvenes, son quienes podrán verse más afectados.
Impactos sobre el empleo
El impacto que esta revolución tendrá en el área laboral y los mercados de trabajo ha dado lugar, según la CEPAL y OEI, a una extensa y vasta literatura. Uno de los principales procesos es la automatización, que corresponde a la ejecución de tareas laborales por parte de computadores o robots en reemplazo de personas. Este proceso se asocia tanto con efectos positivos como negativos. Por una parte, la automatización se relaciona con el riesgo del desempleo tecnológico, caracterizado por pérdidas de trabajo a causa de la introducción de las nuevas tecnologías que reemplazan a los trabajadores, usualmente en tareas rutinarias. Por otra parte, la automatización también lleva a un aumento del valor de las tareas que solamente pueden ser realizadas por las personas, tales como resolución de problemas, adaptación a nuevos contextos o creación de soluciones.
Uno de los estudios más representativos de esta visión es el de Frey y Osborne (2017), quienes desarrollaron una metodología para calcular el riesgo de automatización de las ocupaciones, concluyendo que un 47% de los empleos en EE.UU. tienen un alto riesgo de desaparecer ante el desarrollo de las tecnologías. A su vez, la OCDE (2019) plantea que el 14% de los empleos existentes podrían desaparecer en los próximos 15 a 20 años.
De acuerdo con el estudio realizado por Arntz et al (2016) con base a una metodología que se centra en las tareas laborales, el 9% de los puestos de trabajo de la OCDE son automatizables, con diferencias importantes entre los países, entregando cifras más reducidas que el cálculo realizado por Frey y Osborne.
Tareas rutinarias
Existe cierto consenso respecto de que las principales tareas u ocupaciones más susceptibles de ser automatizadas son las tareas rutinarias, tanto manuales como cognitivas, definidas como aquellas que pueden ser completamente codificadas y, por ello, programadas para ser realizadas por máquinas. De acuerdo con la investigación realizada por el Foro Económico Mundial (2018) los principales trabajos que se espera sean automatizados en el corto plazo son, en su mayoría, desempeñados por trabajadores de habilidad media y de administración y gestión, tales como empleados de contabilidad, auditores, cajeros bancarios y asistentes ejecutivas y administrativas, entre otros. No obstante, esta tendencia podría tener un impacto incluso mayor en la medida en que los avances tecnológicos permitan automatizar tareas más complejas.
Las tareas no rutinarias requieren de habilidades como la flexibilidad, juicio y razonamiento, sentido común, intuición y creatividad, entre otras, qué a diferencia de las tareas rutinarias, todavía no pueden ser realizadas por máquinas. En consecuencia, tanto las tareas cognitivas, que requieren resolución de problemas, intuición, creatividad y perseverancia, generalmente desempeñadas por profesionales, técnicos y gerentes, como las tareas manuales, que demandan la adaptación a distintas situaciones, reconocimiento visual y de lenguaje e interacciones personales, necesarias para, por ejemplo, la preparación de alimentos, trabajos de limpieza y en seguridad, seguirán demandando trabajadores para su realización.
Este patrón de la automatización daría lugar a una polarización del trabajo. Por una parte, las tareas rutinarias son susceptibles de ser reemplazadas por tecnología, reduciendo la cantidad de empleos asociados a salarios medios y ocupaciones que requieren niveles medios de educación. Por otra parte, se observaría un crecimiento de empleos no automatizables: más empleos con altas remuneraciones para el desarrollo de tareas no rutinarias cognitivas y que requieren un conjunto de habilidades asociadas a mayores niveles de educación, junto con una mayor demanda de trabajos mal remunerados que pueden ser realizados por personas con bajos niveles de educación capaces de llevar a cabo tareas no rutinarias manuales. Esta polarización incrementaría los niveles de desigualdad existentes en nuestras sociedades.
Impactos regionales
Weller et al (2019) han estimado que un 16% de los puestos de trabajo tienen un alto riesgo de automatización en 12 países de América Latina. Considerando la distribución por sexo entre las ocupaciones y sectores característica de la región, observan que, entre los ocupados, hay una mayor proporción de hombres en ocupaciones que tienen un riesgo alto o medio de automatización, mientras que hay un porcentaje más alto de mujeres en empleos de menor riesgo de sustitución tecnológica como, por ejemplo, ocupaciones en educación, salud y otros servicios sociales como el cuidado de adultos mayores ante el envejecimiento de la población.
Es importante notar que la menor proporción de mujeres en ocupaciones o sectores con alto riesgo de automatización se debe a su sobrerrepresentación en sectores de baja productividad, dejando entrever que la menor probabilidad de automatización no se relaciona con una mejor calidad de trabajo. A su vez, Weller et al (2019) estiman que la mayor proporción de trabajo con alto riesgo de automatización se observa entre los jóvenes (15 a 29 años), aspecto que podría estar relacionado con su falta de experiencia laboral. Como contraparte, quienes tienen un alto nivel de educación ocupan en mayor medida puestos de trabajo con un menor riesgo de sustitución tecnológica.
No solo existe un riesgo de sustitución tecnológica desigual que afecta principalmente a aquellas ocupaciones que requieren un nivel medio de educación en términos de automatización de tareas, sino que también se observan marcadas desigualdades entre los grupos sociales respecto a su inclusión o exclusión del nuevo mercado laboral. Sin embargo, es necesario tener en consideración que la revolución digital también genera un conjunto de oportunidades de desarrollo y bienestar social. Diversos tipos de tecnología, como la biotecnología, la nanotecnología y las tecnologías de la información y las comunicaciones pueden generar significativos aportes para el bienestar de las personas, tales como la alimentación, el acceso y la calidad de la salud y la disponibilidad de información, como también la capacidad para reaccionar oportunamente ante emergencias o desastres.
Empleos no sustituibles
Los puestos de trabajo con bajo riesgo de automatización corresponderían a categorías ocupacionales como los empleadores, trabajadores independientes sin calificación profesional o técnica y asalariados en microempresas. Sin embargo, entre las ocupaciones de baja productividad con alto riesgo de automatización corresponde al servicio doméstico (excluyendo al servicio doméstico dedicado a labores de cuidado).
Los expertos de CEPAL y OEI estiman que el 32.6% de las ocupaciones en América Latina serían potencialmente automatizables de alto riesgo. Con 21.6% en el caso del sector primario; 35.4% en la manufactura y 34.1% en los servicios. En el caso del Perú, las estimaciones serían más reducidas por los bajos niveles de productividad en los cuales no habría incentivo a sustituir hombres por máquinas: 19% de la ocupación total. El sector primario solo sustituiría al 5% de la fuerza laboral, 29.5% del sector secundario y 22.9% de la ocupación en el caso del sector terciario (ver cuadro 1).
Cuadro 1. Porcentaje de ocupados en puestos de trabajo con riesgo potencial de automatización de alto riesgo (países seleccionados). En porcentajes
Fuente: CEPAL y OIE (2020).
Conclusiones principales
El estudio busca posibles respuestas a dos interrogantes principales: ¿qué oferta educativa proponer? y ¿qué competencias impulsar? En cuanto a la primera interrogante, nos recuerda la gravedad de la desigualdad. La sociedad digital genera desempleo, cambia la naturaleza del trabajo y crea sectores de exclusión en el mundo laboral, profundizando las brechas que perjudican a los grupos socioeconómicamente más vulnerables.
Sin embargo, la diversidad de la oferta educativa es uno de los factores más destacados de la sociedad digital, y se expresa en una multiplicidad casi infinita de recursos digitales que cambian radicalmente el acceso a la información y la gestión del conocimiento. Para que la desigualdad no sea también sistémica, como la revolución tecnológica, los sistemas educativos deben orientarse hacia la inclusión y la equidad; un aprendizaje de calidad para todos.
La tercera cuestión se refiere a la ciudadanía. Se trata, en efecto, de promover en las escuelas una ciudadanía global y cosmopolita (diversa) en la medida en que los jóvenes, individual y colectivamente, miran los problemas del mundo y los discuten sobre la base de los aprendizajes logrados. Con este fin, las competencias socioemocionales tienen un papel crucial a desempeñar en un proceso escolar que no puede ignorar ni a las personas (los otros) ni al contexto.
La OEI plantea diez competencias prioritarias y fundamentales para impulsar: la comunicación en la lengua materna; la comunicación en lenguas extranjeras; la competencia matemática y las competencias básicas en ciencia y tecnología; la competencia digital; aprender a aprender; las competencias sociales y cívicas; el sentido de la iniciativa y el espíritu empresarial; la conciencia y la expresión culturales.
Sin embargo, la CEPAL y OEI nos señalan que la pandemia nos impulsa a un cambio de actitud y comportamientos en materia de la salud, así como una mayor conciencia en el cambio climático. Por otro lado, las nuevas formas de trabajo a través de las plataformas digitales y la automatización no pueden significar niveles de vida inferiores a los que exige la dignidad humana del trabajo ni la negación de una visión humanista de la educación.
Algo Más
Las fuerzas sociales y políticas en el Perú deben prestar más atención a estos retos con serios impactos en el corto y mediano plazo y prever las respuestas para enfrentarlos.