Asociatividad, conglomerados industriales, agro y econegocios en la post pandemia
Hay cinco palabras clave que todavía no aparecen en el discurso oficial para impulsar la recuperación económica. Se trata de planeamiento estratégico, diversificación productiva, conglomerados industriales o clusters, transición ecológica y asociatividad. Desafortunadamente, seguimos en más de lo mismo de siempre. Hay que partir de esta mala coyuntura para convertirla en nuevas oportunidades para el desarrollo sostenible pensando en el mediano y largo plazo. Obviamente no son las únicas palabras que faltan.
El planeamiento estratégico alineado con señales de mercado debe ser la primera política pública que ordene y priorice a las otras; pero el CEPLAN continúa marginado y en el olvido. La diversificación productiva es esencial cuando se observa la tendencia decreciente de la demanda internacional de los productos mineros y de hidrocarburos respecto del comercio mundial y del PBI real a nivel internacional.
Los conglomerados industriales, distritos industriales o clusters, con encadenamientos productivos intensos, nos recuerdan que el desarrollo productivo local parte de la creación de economías de aglomeración y de escala impulsando ventajas competitivas dinámicas, no las absolutas o comparativas. Asimismo, que el sector productivo que agrupa el mayor porcentaje de la población son el agropecuario, pesca y forestal, razón por la cual se debe pensar en muchos agronegocios aprovechando los espacios que impulsa la pandemia y en la asociatividad como el medio para qué los beneficios se compartan entre muchos y no solo para unos pocos. Ni que hablar de la relevancia de avanzar en una transición ecológica con numerosas econegocios para crear producción, empleo y mitigar los impactos del cambio climático, gases lluvia ácida y otros fenómenos ambientales negativos.
Competitividad sistémica
Tradicionalmente la competitividad de una empresa, sector o economía se medía con respecto a la participación o presencia en el ámbito local, nacional o internacional que corresponda. Hace décadas atrás los índices de competitividad global elaborados tanto por el Foro Económico Mundial (WEF) como el IMD establecen la posición de nuestras economías de acuerdo a cómo esta gestiona la totalidad de recursos y competencias con el propósito de incrementar el bienestar de su población; ya no se trata simplemente de una medida del comercio exterior.
La lista de pilares útiles a este propósito va de cuatro en el caso del IMD: buen desempeño económico, elevada eficiencia del gobierno, alta eficiencia empresarial y una adecuada infraestructura básica-salud-educación-tecnológica-científica, hasta doce pilares en el caso del WEF. En este último caso se agregan instituciones adecuadas, eficiencia del mercado laboral, tamaño del mercado, capacidad de innovación, sofisticación del mercado financiero y de los negocios, entre otras. Una anotación al margen es que la eficiencia del mercado laboral vincula los salarios pagados con la aportación de los trabajadores a la calidad y a la producción, de forma tal que si son altos esto es aceptable y hasta recomendable a diferencia de lo que se cree equivocadamente en el Perú en que se procura reducirlos. Otros autores como Esser, Hillerbrand y Meyer-Stamer (1996) hablan de competitividad sistémica donde los factores que contribuyen a esta tienen diferentes niveles: meta, macro, meso y microeconómicos.
Desafortunadamente en nuestro país se cree que solo las políticas macro son importantes para el objetivo de la competitividad y el desarrollo productivo sostenible, olvidando las otras esferas como la meta (capacidad estratégica y política – planeación, factores socioculturales, escala de valores, patrones básicos de organización política y económica); a nivel meso donde destacaría la política industrial (diversificación productiva), política tecnológica, política de competencia, de infraestructura, ambiental, regional, entre otras. El último nivel son las políticas micro donde desde el Estado se ha hecho muy poco.
Hay un gran campo virgen para impulsar el desarrollo productivo, en especial promoviendo el vínculo entre empresa, academia -centros de investigación y Estado; y en nuestro caso incluyendo a las ONGs que vienen trabajan en estos temas. En particular se debe contribuir a mejorar la capacidad de gestión y estratégica de las micro y pequeñas empresas; mejorar procesos productivos y de calidad; certificación de productos y procesos; mejorar cadenas logísticas, integración de redes de cooperación tecnológica; desarrollo, producción y comercialización de bienes y servicios, entre otras.
Agronegocios
Entre enero y agosto del 2020 respecto del mismo periodo del año anterior las únicas exportaciones que han crecido son las agropecuarias no tradicionales en 1.5%, especialmente por las frutas y algunos cereales. Todas las exportaciones tradicionales decrecieron en 26% y el total de las no tradicionales lo hicieron, con el mismo signo, en 17%. Asimismo, como se ha señalado en un artículo previo, desde inicios del presente siglo estas son las exportaciones más dinámicas en el comercio internacional; donde gozamos de una ventaja competitiva que todavía no hemos potenciado en beneficio de los pequeños agricultores del país.
Resulta contrastante como este sector, en particular de economía campesina, haya recibido hasta el momento apoyos marginales cuando a pesar de las circunstancias alimentó a la población. Tampoco se debe olvidar que es el sector que ocupa más trabajadores, siendo evidente que una expansión de la demanda genera aquí 8 veces más puestos de trabajo que en la minería e hidrocarburos y 3 veces más que la construcción, manufactura y pesca.
Hay que reorientar las políticas actuales a favor de la economía campesina, a los micro y pequeños productores rurales. Se han cosechado muchos éxitos en la producción de alimentos de calidad y en la agroexportación, pero principalmente a cargo de grandes empresas que concentran la tierra y han transformado a esos agricultores pequeños en asalariados. Es imprescindible replicar, en la medida de lo posible esas experiencias asociativas exitosas, autónomas y apoyadas por ONGs, en el lugar común de nuestro sector agropecuario.
A las políticas a nivel meso, en particular la industrial, hay que sumar todo el abanico de políticas y actividades a nivel microeconómico antes descritas. Hay numerosos resultados asombrosos a lo largo y ancho del país donde combinando el trabajo conjunto y solidario de los agricultores, con tecnologías productivas a nuestro alcance, selección de proveedores, certificaciones ecológicas, mejoras logísticas, de gestión y financieras y aprovechando modalidades comercio justo se han logrado aumentos significativos en sus ingresos. Lo que falta es extender estas experiencias a todo el país.
Conglomerados industriales
Morosini (2004) señala que un conglomerado industrial o cluster es una entidad socioeconómica caracterizada por una comunidad social de personas y una población de agentes económicos localizados en estrecha vecindad física dentro de una especifica región geográfica. Asimismo, que en esta comunidad social estas personas y empresas trabajan juntos en actividades económicamente ligadas entre sí, compartiendo y alimentando un bien común hecho de productos, tecnología, redes de contacto, mucha cooperación y conocimiento organizacional, con el fin de generar productos y servicios superiores en el mercado.
Un cluster incluye empresas que producen bienes y servicios finales, proveedores, empresas fabricantes de los insumos. También incorporan otras personas o empresas que producen insumos indirectos para las que consumen los insumos directos. Hay industrias conexas e instituciones financieras que las apoyan. Son también relevantes la presencia de instituciones que pueden colaborar en el diseño, en actividades de ciencia, tecnología e innovación. El circulo se cierra con instituciones académicas que capacitan personal y crean conocimiento aplicado. La creación de vínculos entre Academia, empresa y Estado es clave para la creación de sinergias. Muchos conglomerados incluyen asociaciones gremiales y otros cuerpos colectivos.
Los cluster, también denominados distritos industriales, son como señala Becattini (1992) también una comunidad social que comparten un sistema relativamente homogéneo de valores y perspectivas, la cual es expresión de una ética de trabajo y de acción, una ética de familia, de reciprocidad y de actitud compartida hacia el cambio. Al respecto, este autor señala que es importante desarrollar un sistema compuesto de instituciones y reglas capaces de difundir estos valores a lo largo de generaciones. El mercado, las empresas, las familias, las escuelas y hasta las iglesias constituyen parte de este tejido institucional; pero también incluyen las autoridades y estructuras políticas locales, los sindicatos, y muchas otras entidades públicas y privadas, económicas, políticas y culturales.
Hay clusters que nacieron, impulsaron y consolidaron con poca presencia estatal como Silicon Valley que agrupa a muchas de las empresas de hardware y software de EE.UU. Ahora la presencia del Estado a través de la política industrial (a nivel nacional y local) es más importante. Hay numerosos clusters en Brasil como el aeronáutico alrededor de Embraer en San José Dos Campos. También en México vinculados con la industria del calzado en León, los productos electrónicos en Tijuana, la industria aeronáutica en Querétaro. Aquí en el Perú la mayoría se encuentra en un estado embrionario.
Clusters embrionarios
La lista de clusters embrionarios que requieren apoyo en el Perú es larga. Los hay más vinculados a los recursos naturales y otros con mayores niveles de procesamiento. Chiri (2011) nos recuerda la industria láctea y de quesos en Cajamarca; de los productos pesqueros procesados en Chimbote; las confecciones de alpaca entre Arequipa y Puno; los vinos en Ica entre los primeros. Las confecciones de Gamarra; los muebles en Villa El Salvador y el calzado en Trujillo con mayor procesamiento; y el turismo en Cusco. En cada uno de estos casos hay que hacer análisis fino y propuestas concretas para mejorar su competitividad, expandiendo mercados en el ámbito nacional e internacional.
Hay actividades que se concentraron local y regionalmente que podrían servir de base para crear clusters. En Tumbes es hora de impulsar encadenamientos productivos intensos en la industria langostinera. De igual forma en Piura hay mucho potencial a partir del sector agropecuario (uvas, limones, mango y plátano orgánico); los espárragos en Lambayeque y la Libertad. La gastronomía y las industrias creativas en Lima. Las aceitunas en Tacna; El café, cacao, palmito y arroz entre Amazonas y San Martin. La piscicultura en Puno, Ucayali y Loreto. La papa y otros productos orgánicos en la sierra central, entre muchos otros.
Econegocios
Guevara (2010) los define como actividades empresariales, cuyo giro además de generar lucro contribuye significativamente a la conservación del medio ambiente, al mantenimiento de los procesos ecológicos y biológicos del planeta y al bienestar humano. Es una opción orientada a privilegiar tres rentabilidades: rentabilidad financiera, rentabilidad social y rentabilidad ambiental. Si bien el movimiento ambiental es de los años 60, la orientación más empresarial fue a partir de los años 90.
La lista de actividades que habría que impulsar incluye agronegocios ecológicos, ecoeficiencia, eco energía, ecoturismo (con reducido impacto ecológico), gestión del carbono (mitigación, fijación y comercialización de bonos de carbono) y de servicios a todas las anteriores (empresas de eco certificación, reciclaje, gestión sostenible de desechos, construcciones sostenibles). Concretamente en la eco energía se incorpora la generación de energías limpias como la eólica, las minihidráulicas, la solar, la utilización de biocombustibles, entre otros. Los negocios vinculados a la reducción de la huella ecológica se referirían al agua, energía, materias primas, plásticos y agroquímicos que en conjunto crean menos basura y bajan los niveles de contaminación. La producción de vehículos ecológicos y el transporte público de reducida huella ecológica.
Los agronegocios ecológicos comprenden las actividades agropecuarias de reducido impacto ambiental y social generalmente sin uso de semillas genéticamente mejoradas, agroquímicos artificiales, biocontrol de plagas y con certificación ecológica. También la agroforestería y forestería sostenible con especies autóctonas en combinación de cultivos perennes para conservar suelos, fijar nitrógeno y aumentar la biodiversidad de áreas deforestadas. Se puede incluir algunos biocombustibles excluyendo los de aceite de soya, palma africana y azúcar. La domesticación y producción certificada de plantas medicinales; la producción de fertilizantes naturales, la pesquería y acuicultura sostenible certificadas.
Algo Más
Es urgente que el CEPLAN coordine tanto con CONCYTEC, los Ministerios de Agricultura, Producción, Medio ambiente y las ONGs nacionales e internacionales expertas para desarrollar de manera inmediata un plan que aborde e integre estos temas. Hay que convertirlos en una política de Estado. Por su importancia, estos proyectos que ahora son muy acotados y marginales, habría que replicarlos, masificarlos participativa y extensamente en todo el país en beneficio de los que menos tienen y de todos.