Caída de la ocupación y recuperación precaria en tiempos de pandemia
EL INEI acaba de publicar su informe mensual sobre la situación del empleo y la ocupación en Lima Metropolitana hasta el mes de julio de 2020; asimismo, el informe nacional sobre el mismo tema al mes de junio. Obviamente, los resultados son muy negativos para el trimestre abril-mayo-junio de este año respecto del mismo periodo del año anterior. Hay que destacar una ligera mejora cuando se incorporan los resultados al mes de julio. Sin embargo, los números confirman la gravedad de la situación y la necesidad de reorientar todas las políticas a favor del empleo, ocupación y los ingresos de las familias. No discutimos aquí la elevada probabilidad de que toda la ocupación perdida no se pueda recuperar en un horizonte de mediano y largo plazo.
Resultados nacionales
La caída del empleo y la ocupación hasta junio respecto del mismo mes del año anterior fue de 6.7 millones de puestos de trabajo, equivalentes al 27.5% de la población en edad de trabajar y 38.1% de la población económicamente activa. La casi totalidad de la perdida fue en el área urbana, mientras que solo se perdieron 245,500 empleos en el área rural. Por zonas geográficas la más perdedoras fueron la Costa Centro y Costa Norte que desocuparon 3.6 y 1.1 millones de puestos de trabajo respectivamente y solo 0.2 millones en la Costa Sur; reflejando una mayor autonomía respecto del resto de la economía. Asimismo, en el caso de la sierra y selva, las más afectadas fueron la Sierra Sur, Sierra Centro y Selva. La menos afectada fue la Sierra Norte con una pérdida de 124,700 puestos de trabajo.
A nivel nacional los mayores perjudicados son las mujeres con 3.4 millones de puestos de trabajo perdidos, mientras que los hombres lo fueron con 3.3 millones. Por grupo de edad los adultos entre 25 y 45 años perdieron 3.2 millones; seguidos de 2.3 millones de puestos para los adultos de más de 45 años. Los menores de 24 años perdieron 1.1 millones de puestos de trabajo, aunque porcentualmente fueron el grupo más afectado. Por nivel de educación, los trabajadores con secundaria tuvieron en términos absolutos y relativos las mayores pérdidas seguidos por los que tienen educación superior universitaria.
Son las microempresas entre 1 y 10 trabajadores las que han desocupado temporal y definitivamente a 4.4 millones de personas, seguidas por las medianas y grandes con más de 50 trabajadores y 1.5 millones de puestos de trabajo reducidos. Se han perdido 726,400 puestos de trabajo en las pequeñas empresas de 11 a 50 trabajadores. Por otra parte, se perdieron 4.4 millones de trabajadores en el sector servicios, 1.7 millones en el comercio, 863,600 en la manufactura y 636,400 en la construcción. Es interesante anotar que el sector agropecuario aumentó en 844,100 puestos de trabajo, a la par que la minería y la pesca se redujeron en alrededor del 55% con 140,000 puestos de trabajo menos.
Recuperación y empleo precario
En promedio durante el mes de julio se recuperaron 737 miles de puestos de trabajo en Lima Metropolitana respecto del mes anterior; de los cuales 413 mil fueron hombres y 324 mil de mujeres. Del total recuperado, el mayor número correspondió a 302 mil trabajadores subempleados por ingreso (que ganan por debajo de una canasta mínima predeterminada), seguidos por solo 288 mil adecuadamente empleados y 147 mil subempleados por horas de trabajo. Por edades se recuperaron 426 miles de puestos de trabajo de personas entre 25 y 45 años, seguidas por 190 mil mayores de 45 años y 121 mil ubicadas entre los 14 y 24 años. Efectivamente se generó empleo, pero mucho de baja calidad.
El mayor número de puestos recuperados fueron 386 mil trabajadores independientes, seguidos por 304 mil de asalariados, 12 mil trabajadores del hogar y 39 mil trabajadores familiares no remunerados. Hay también un poco de más empleo informal que antes de la pandemia. Al mismo tiempo, quienes no recibieron los beneficios de Reactiva Perú, las micro empresas entre 1 y 10 trabajadores fueron responsables de ocupar adicionalmente a 588 mil de trabajadores, seguido por las pequeñas empresas de 11 a 50 trabajadores con 61 mil puestos de trabajo. Las medianas y grandes empresas solo generaron 88 mil nuevos puestos de trabajo.
De estos trabajadores incorporados 405 mil solo tienen secundaria completa, 39 mil la primaria, 184 mil tienen educación superior no universitaria y solo 164 mil con educación superior universitaria. Por sectores productivos encabezó la lista el sector servicios con 368 mil puestos de trabajo adicionales, el comercio con 185 mil empleos, la manufactura con 114 mil y la construcción con 59 mil empleos adicionales.
Ingresos a la baja
Los cambios en la estructura productiva, los elevados niveles de oferta de trabajo respecto de la demanda han generado una profunda caída de los ingresos de los trabajadores especialmente en Lima Metropolitana. Entre el trimestre móvil mayo-junio-julio de 2020 respecto del mismo periodo del año anterior la reducción nominal fue de S/. 180 mensuales, equivalente al 10.6%; con una contracción más pronunciada del 16.7% para los hombres y 0.9% para las mujeres.
Por sectores productivos la contracción nominal de ingresos más pronunciada fue en el sector construcción, seguido por el comercio, los servicios y la manufactura. A nivel nacional solo se reporta información hasta el mes de junio donde la caída para los trabajadores del área urbana fue de 1.2%, siendo mayor la reducción en los hombres con el 2.1% y de 0.6% en las mujeres.
Relación empleo-producto
La elasticidad empleo-producto mide cuanto aumentaría (o disminuiría) la población ocupada ante un incremento (o decremento) del nivel de producción. Este es un elemento importante para determinar que podría ocurrir con la ocupación y el empleo ante un aumento o disminución de la producción. Por ejemplo, si la elasticidad es 0.6 y la producción aumenta en 10%, la ocupación y el empleo crecería en 6%.
Tradicionalmente la elasticidad empleo-producto para el mediano y largo plazo se determina mediante una regresión doble logarítmica entre la población ocupada y el nivel de producción. Con información anual tiene un valor entre 0.5 y 0.6 que aplicaría teóricamente tanto al alza como a la baja de la producción. Exactamente un coeficiente con valor 0.59 de una regresión anual de 1991 a 2016, significativamente diferente de cero y una bondad de ajuste de 0.96. Sin embargo, cuando se determina puntualmente para un periodo corto con base a las variaciones porcentuales de la población ocupada y de la producción con promedio móvil de tres meses se obtienen valores diferentes tanto en los momentos de aumento de la producción como en los que esta disminuye. En el gráfico 1 se muestra la elasticidad empleo- producto puntual mensual a nivel nacional que varía a lo largo del tiempo. En los últimos meses en que la producción ha caído severamente se ha elevado de marzo a junio de 0.63, 1.1, 1.18 y 1.3 respectivamente. En estos meses una caída en la producción impacta negativamente más severamente sobre el nivel de ocupación. En la recuperación la elasticidad parecería ser más reducida.
Gráfico 1. Elasticidad empleo-producto puntual a nivel nacional 2017-2020
Fuente: elaboración de Martin Astocondor con INEI (2020).
Nueva inversión pública
Ya se ha comentado antes que no podemos seguir haciendo lo mismo de siempre. Efectivamente, todo ajuste es triplemente difícil cuando a la inercia, a la magnitud de esta crisis se suman décadas de una estrategia equivocada de Estado Mínimo. La inversión pública es fundamental, pero tampoco la misma basada en grandes proyectos muy intensivos en capital (maquinaria) que en mano de obra; aunque también se requieren algunos de éstos.
Los impactos de la crisis sobre el empleo e ingresos son claros. Hay que evaluar en un mes o dos donde se recupera o no para de allí implantar la estrategia necesaria para suplir las brechas. No se puede esperar para realizar este diseño general. Tanto en la Sierra Sur como en la Sierra Centro hay que pensar tanto en caminos rurales, en muchas pequeñas irrigaciones y en mejorar la habilitación urbana. Por ejemplo, la situación actual de las montañas que rodean la ciudad del Cusco es penosa; al igual que la periferia de Arequipa, Puno y los otros centros urbanos de menor tamaño. Estos proyectos serían útiles para mejorar las condiciones de vida de la población y la apariencia urbana para cuando comience a regresar el turismo a mediados del próximo año.
Hay que multiplicar por cien los recursos y personal para “Sierra y Selva exportadora” en convenios con las diferentes universidades públicas y privadas para implantar masivamente proyectos vinculados al sector agropecuario, silvicultura, piscicultura y otros que generen ingresos en la población tanto en la sierra y la selva. Asimismo, hay que apoyar iniciativas privadas sin fines de lucro como la de “Sierra Productiva”, otras ONGs y las Iglesias que trabajan en esos temas desde hace décadas atrás. Se debe promover intensamente el desarrollo rural y a escala local. Por el lado de la Costa Norte y Sur el sector agropecuario a escala familiar para mercado interno y exportación; mientras que en el caso de los centros urbanos de la Costa Centro establecer programas de habilitación urbana asociados a programas de empleo mínimo. Trabajo a cambio de ingreso en provecho de sus comunidades.
Hay que reconocer que la gestión de muchos pequeños proyectos de inversión pública es más compleja que contar con pocos grandes. Sin embargo, la sumatoria de los impactos multiplicadores internos de los primeros suelen ser superiores que los segundos. Tampoco hay que omitir que lo importante es la evaluación beneficio/costo pensando en términos económicos y sociales, y no simplemente en la evaluación financiera privada.
Se requiere aprovechar la iniciativa del gobierno del programa Arranca Perú, es buena; sin embargo, hay que redefinirla y ejecutarla en virtud a los resultados que se vayan obteniendo en cuanto a la recuperación de empleo. Hay que enfocarla mejor. El dinero escaso se debe optimizar donde se requiera. No más Reactiva Perú que ha beneficiado principalmente a las medianas y grandes empresas, quien sabe si necesitaban los recursos y sin contribuir a la generación de empleo. Estos programas no solo corresponderían a actividades específicas, sino que podrían orientarse por género y condición etaria (edades) según sea pertinente en las regiones, distritos y localidades particulares que lo necesiten. Todo lo anterior siempre pensando en la diversificación productiva y en la transición ecológica.
Algo más
El análisis detallado de donde se han producido las mayores y menores caídas de la ocupación; así como de la recuperación precaria que se está generando es útil para definir e implantar la estrategia de apoyos directos a la población y para los sectores productivos con espacial énfasis en las micro y pequeñas empresas.