Brechas en salubridad del neoliberalismo peruano en perspectiva comparada
La desafortunada relación diaria de fallecidos por el Covid-19 a todos nos afecta. Las 18,000 víctimas acumuladas son un recordatorio de la desatención histórica del sector de salud pública, pero en particular de lo ocurrido en las últimas décadas de neoliberalismo peruano. Ahora muchas personas se rasgan las vestiduras por la insuficiente capacidad de atención de nuestro sistema público, del Seguro Social y de la voracidad de diversas clínicas privadas. Se quejan de las farmacias y de la provisión de oxígeno, pero olvidan que esas estructuras de mercado oligopólicas se construyeron poco a poco en los últimos tiempos por la acción de empresarios codiciosos, la complicidad del Congreso y del Poder Ejecutivo, de INDECOPI, los medios de comunicación y por nuestra indiferencia. Es indudable que el gobierno actual ha cometido y cae en el error, pero esas víctimas no se pueden atribuir a ellos por inacción o indiferencia; y menos oportunistamente son resultado de la acción del anterior Ministro de Salud.
Nuevamente los poderes mediáticos y los analistas a su servicio intentan manipularnos. Resulta que el gabinete anterior no supo enfrentar la crisis, puede ser; pero quien tenía la fórmula perfecta en la mano. Dice el dicho taurino que una cosa es estar en la barrera y otra en la faena. Obviamente se iba a fallar en la implementación de las políticas con ese Estado mínimo, atrofiado y deforme instaurado por el neoliberalismo; ese que en 2018 solo tenía una presión tributaria del 16.4% del PBI por debajo del estándar de América Latina y el Caribe de 23.1% y de 34.3% para los países miembros de la OCDE (2019 y 2020). No se debe omitir que nuestra brecha de ingresos tributarios es de US$ 15,000 millones anuales respecto del promedio regional que explican los reducidos salarios públicos de enfermeras, médicos, profesores y policías; de infraestructura y de servicios públicos de limitada calidad. También se olvidan de los verdaderos niveles de pobreza y de desigualdad solapadas y minimizadas por las estadísticas oficiales. Un tercio de la población no tiene agua potable y desagüe entubado, y tienen viviendas con piso de tierra. ¿En qué país vivían los críticos de última hora?, ¿a quién es funcional nuestro Estado?
Posición rezagada
Es interesante tener una visión del país en una perspectiva internacional comparada para recordarnos como estábamos antes de esta pandemia, ya que hay muchos que creían que el Perú era San Isidro o Miraflores. Se va a utilizar la última información reciente del Banco Mundial y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que elabora los Indicadores de Desarrollo Humano (IDH). En el cuadro 1 se muestra la posición del país en términos del PBI per cápita (PBI pc), PBI per cápita de paridad de poder adquisitivo (PBI pc ppa), de los IDH estándar y el corregido de acuerdo a los niveles de desigualdad oficiales (IDH-d). Hay que recordar que el IDH incluye el producto per cápita de paridad, la esperanza de vida al nacer, el promedio de años de escolaridad y la tasa de alfabetización de adultos. La muestra es homogénea considerando un total de 180 economías y países del mundo.
Nuestra posición en términos del producto per cápita se ubica por debajo de todos nuestros vecinos a excepción de Bolivia y Ecuador. Obviamente, muy lejos de las economías desarrolladas. En términos de paridad de poder adquisitivo y de IDH corregido por desigualdad estamos exactamente en la mediana del mundo; ni en el grupo de los de arriba, ni en los de abajo. ¿No que éramos el ejemplo del mundo?, ¿no que el neoliberalismo nos había llevado al grupo de las economías exitosas?
Efectivamente, en términos de ingreso per cápita a dólares corrientes nuestra posición es un poco mejor, pero el mayor nivel de precios interno por la voracidad de muchos de nuestros empresarios y la mal denominada ley de un solo precio nos hace retroceder. Asimismo, nuestros indicadores educativos y de esperanza de vida no son tan negativos por lo que mejoramos en el IDH pero nuevamente vamos para atrás al ajustarlos por la desigualdad. Obviamente con la información más realista de la desigualdad en el Perú (Alarco, Castillo y Leiva, 2019) nuestra posición sería más rezagada.
Cuadro 1. Ranking internacional PBI pc, PBI paridad, IDH y IDH-d
Fuente: Elaboración de Martin Astocondor con PNUD (2019 y 2018) y Banco Mundial (2020).
Brechas sanitarias
Nos quejamos de nuestro sistema de salud actual, pero nos olvidamos la realidad de los tiempos del neoliberalismo. En el cuadro 2 utilizando como fuente el Banco Mundial se muestra la última información disponible para 2017. Entre el mismo grupo de países el Perú es el que gastaba menos en el sector de salud pública y privada como porcentaje del PBI. Estamos en la cola respecto de todos nuestros países vecinos; incluso nos gana Bolivia y Ecuador. A la mitad de los niveles de gasto en economías como Alemania y Japón basadas en una salubridad pública a cargo del Estado.
Si la comparación es en dólares por habitante tanto corrientes como de paridad de poder adquisitivo seguimos en la cola, pero tendríamos el consuelo que le ganamos a Bolivia. Ecuador gasta 50% más que el Perú; mientras que Brasil y Colombia son casi el doble. Si la comparación es con Chile gastamos la tercera parte; mientras que si es con Alemania y Japón nosotros gastamos la novena parte que ellos.
Obviamente estamos en la cola en términos del gasto en salud realizado por el gobierno respecto del producto reportado al Banco Mundial. Hasta Bolivia nos gana ubicándonos claramente por debajo del promedio de América Latina y el Caribe, y a la tercera parte del que ocurre en Alemania y Japón. ¿Qué ilusos los que creían que podíamos enfrentar adecuadamente el Covid-19?
La situación es también dramática si se compara el número de doctores, enfermeras y obstetras que trabajan en el país (tanto públicos como privados) respecto de nuestros países vecinos y los estándares regionales. En ambos indicadores estamos en la cola; incluso nos gana Bolivia en número de médicos. Chile tiene el doble de médicos por cada 1,000 habitantes y seis veces el número de enfermeras y obstetras. Respecto del promedio de América Latina y del Caribe estamos alrededor de la mitad en ambos indicadores; ni que comentar con relación a los niveles de Alemania. Es indiscutible que tenemos buenos médicos y personal de apoyo comprometidos; también que se capacitan bien; pero otra cosa es si son o no son suficientes para las necesidades del país.
Cuadro 2. Indicadores del sistema de salud en perspectiva comparada 2017
Fuente: Elaboración de Martin Astocondor con Banco Mundial (2020).
Malos resultados
En el cuadro 3 se presentan algunos resultados de nuestro sector salud en perspectiva internacional comparada. Nos ubicamos en la cola respecto de los vecinos en mortalidad materna y mortalidad infantil a excepción de Bolivia. Estamos por encima del promedio de América Latina y el Caribe. Tenemos siete veces más mortalidad materna respecto de Chile y Alemania; y 18 veces más que el Japón.
Rompemos el record en cuanto a la incidencia de tuberculosis (TBC) a nivel internacional, que refleja no solo inadecuadas condiciones de salud, sino de alimentación, condiciones de vivienda y de vida precaria en general. La incidencia de la TBC en el Perú es el triple de América Latina y el Caribe, 6 veces superior a la chilena y 4 veces a la colombiana. Las distancias respecto de economías como Alemania y Japón son más de diez veces. Por otra parte, hay que reconocer que no estamos tan mal en términos de la esperanza de vida.
Cuadro 3. Resultados del sector salud en perspectiva comparada 2018
Fuente: Elaboración de Martin Astocondor con Banco Mundial (2020).
No mencionamos aquí el porcentaje de la población con desnutrición que podría facilitar la incidencia del Covid-19 u otras enfermedades. El dato del Banco Mundial para 2017 es 9.7%, respecto de 2.7% en Chile, 4.8% en Colombia y 6.5% en América Latina y el Caribe. La desnutrición en nuestra población es elevada, pero también hay que reconocer que hemos mejorado relativamente respecto de un nivel de 21.8% en 1990. Por último, no se debe olvidar que el 36.7% y 49% de los niños urbanos y rurales entre 6 y 35 meses de edad en 2019 tienen anemia; 40.1% de los niños a nivel nacional (INEI, 2020). La paradoja es que somos un gran productor mundial de harina de pescado que permitiría eliminar las insuficiencias de hierro de todos nosotros.
Tiempos pasados mejores
Se equivocan quienes afirman que nuestro problema de salud pública es totalmente histórico y estructural; que siempre estuvimos mal, que esto no solo fue en los tiempos del neoliberalismo. Simplemente, les recordamos que revisen las fechas de construcción de la mayoría de los hospitales públicos en operación; efectivamente hay algunos recientes, pero predominan los de las décadas de los años 50 a 70s. Asimismo, no debe olvidarse el mayor poder de compra de los salarios de los trabajadores públicos de esas fechas respecto de lo menores niveles actuales. Solo hay que reconocer el abandono estructural para el ámbito rural.
En la revista Somos del decano de la prensa nacional del 18 de abril de 2020 se hicieron diversos reportajes a los primeros médicos emergencistas del Perú. Cuando le correspondió al Dr. Jaime del Castillo, primera generación de la Universidad Cayetano Heredia, este recordó que en ese Hospital del Obrero (ahora Almenara) a finales de los 60s e inicios de los 70s “Había de todo, pero eran otros tiempos, el Seguro Social daba cobertura total; no nos faltaba nada”.
Algo más
El neoliberalismo peruano no solo impidió que la salud pública este a la altura de las necesidades y las nuevas circunstancias; también impuso la lógica perversa del todo vale erosionando aún más nuestra frágil ciudadanía. Es hora de invertir intensamente en mejorar nuestro sistema de salud pública especialmente en el primer y segundo nivel de atención; en eso debemos gastar los US$ 3,000 millones de nuestra primera colocación de bonos internacionales.