Cambio tecnológico, empleo y demanda ante el Covid-19
La pérdida de 1.2 millones de empleos en Lima Metropolitana entre febrero y abril de 2020 respecto del mismo periodo del año anterior es un asunto serio. De acuerdo a la información del INEI está ha sido más grave para las empresas que tienen entre 1 y 10 trabajadores y afecta más a los menores de 24 años. La caída total es del 25%, mientras que la reducción nominal de sus ingresos fue del 4.2%. Efectivamente, estos números fueron resultado de los impactos previos del Covid-19 sobre el sector externo; pero principalmente de la imprescindible paralización total de actividades no esenciales decretada a partir del 16 de marzo. Al respecto, el problema es evidente en el corto plazo al pauperizar las condiciones de vida de la población; sin embargo, cabe discutir si esta circunstancia se mantendría en el mediano y largo plazo.
Posiciones en disputa
A nivel internacional se identifican dos posiciones respecto de los impactos del cambio tecnológico sobre los niveles de empleo, ingresos, demanda, desigualdad y producción: los tecno optimistas y los tecno pesimistas. Es indudable que las nuevas tecnologías pueden tener impactos positivos al mejorar procesos productivos, creando nuevos bienes y servicios y elevando nuestras condiciones de vida; pero la mayoría de los estudios plantean que el balance neto en cuanto a generación de empleo sería negativo, a la par que se eleva la desigualdad, se reduce la demanda y el crecimiento económico.
Confluyen a este resultado diferentes factores que van desde la naturaleza misma del capitalismo, la menor capacidad de arrastre de los recientes ciclos tecnológicos y las nuevas circunstancias agravadas por el Covid-19. Hasta analistas estándar como Oppenheimer (2018 y 2020) y Wolf (2016) en el Financial Times señalan que el balance en el empleo sería negativo. El primero de los autores acaba de escribir que la actual pandemia impulsaría más el cambio tecnológico, pero utilizando menos mano de obra por unidad de producto. Desafortunadamente, del empleo que se pierda en esta coyuntura, aún en un escenario económico optimista, no todo se recuperaría más adelante acompañándose de más desempleo, subempleo y de población económica inactiva. Esto impondría que el Estado asuma nuevos roles para evitar el colapso laboral, económico, social y político.
Elementos estructurales
Marx formalizó el análisis para explicar esta tendencia en el capitalismo para intensificar la inversión en capital (con nuevas tecnologías) reduciendo el contenido de mano de obra por unidad de producto. Los efectos en términos de la generación de empleo son negativos y al mismo tiempo reducirían la participación de los salarios en el producto. De allí, la reconcentración del ingreso a favor del factor capital y en particular de los estratos de mayores ingresos generaría problemas de demanda efectiva y menor crecimiento económico. En los gráficos 1 y 2 se muestra tanto para EE.UU. y Europa como el cambio tecnológico en el modelo neoliberal generó mayor desigualdad que se ha acompañado con menores niveles de crecimiento económico a partir de la década de los 90 en adelante. En la edad de oro del capitalismo la economía creció más como resultado de menores niveles de desigualdad.
A este fenómeno estructural se suma la menor capacidad de arrastre de los actuales cambios tecnológicos (paradigmas tecnoeconómicos) que son el motor de los ciclos económicos de largo plazo descubiertos por Kondratief y Schumpeter y actualizados por Dosi, Freeman y Pérez (1988). Al respecto, no se debe olvidar que estos también desplazan a las viejas tecnologías reduciendo requerimientos de materias primas, insumos y mano de obra. El quid del asunto es determinar cuál podría ser el balance tanto para las economías desarrolladas como en vías de desarrollo. Hay que evaluar qué ocurriría simultáneamente con los ingresos, demanda y la producción. Al respecto, Gordon y después Wolf plantearon que las nuevas tecnologías de la información y comunicaciones no han contribuido a un incremento significativo de la productividad. Estas no tuvieron la capacidad de generar demanda de materias primas, empleo e ingresos como lo ocurrido, por ejemplo, en el ciclo basado en los ferrocarriles de mediados del siglo XIX.
Gráfico 1. Crecimiento y desigualdad en EE.UU. 1870-2020
Fuente: Piketty (2019)
Gráfico 2. Crecimiento y desigualdad en Europa 1870-2020
Fuente: Piketty (2019)
Estudios recientes
La Universidad de Oxford y el Citibank (2016) elaboraron un documento sobre los impactos de la automatización sobre el empleo. La automatización permitiría la creación de nuevos empleos en los sectores vinculados al desarrollo de las nuevas tecnologías, en la economía verde y en el sector salud. Se estiman 9.5 millones de nuevos empleos en la UE hasta el 2025 y 4 millones en el sector salud. Por otra parte, se esperaría un aumento del tiempo libre para las actividades recreativas, aunque con diferencias significativas entre países ya que beneficiaría principalmente a los habitantes de las economías desarrolladas. Sin embargo, también señalan que la robótica y la inteligencia artificial (IA) podrían sustituir 47% de los empleos en EE.UU. y 57% en las economías de la OCDE hacia el 2030-2035. Obviamente también afectarían a las economías menos desarrolladas.
Hay estudios menos pesimistas pero que muestran resultados negativos. Arntz, Gregory y Zierahn (2016) plantean que el 9% de los puestos de trabajo actuales serían automatizables en 21 economías de la OCDE. Corea del Sur podría sustituir 6%, EE.UU. 9% y Austria 12%. Acemoglu y Restrepo (2017) analizan lo ocurrido en EE.UU. entre 1990-2007 concluyendo que 1 robot por mil trabajadores adicional reduce la relación empleo/población entre 0.18% y 0.34% y los salarios entre 0.25% y 0.5%. Gordon (2018) plantea la paradoja que mientras se registran más patentes se observa una mayor desaceleración en el crecimiento del PBI norteamericano. Las nuevas tecnologías tienen aportaciones marginales decrecientes a la productividad y reducen la contratación de mano de obra a la par que se eleva la desigualdad.
McKinsey Global Institute (2018) publicó un informe sobre el impacto de la IA en la economía mundial. Este no solo incluye los posibles beneficios sino los costos relativos de las nuevas tecnologías. La IA comprende una familia de tecnologías relativas a asistentes virtuales, procesos robóticos automatizados, visión por computadora, lenguaje natural y máquinas avanzadas con capacidad de aprendizaje. Su desarrollo se está acelerando por el aumento en la capacidad y poder de las computadoras, la explosión de bases de datos y el progreso en el desarrollo de algoritmos (protocolos para atender situaciones diversas). McKinsey estima que el producto mundial aumentaría en US$ 13 billones al 2030, 16% más que el nivel actual, con una tasa de crecimiento del 1.2% anual. Sin embargo, las desigualdades entre economías, empresas y trabajadores serán mayores. Las brechas salariales entre trabajadores creativos y de labores repetitivas aumentarían a la par que se reduce el 10% de la fuerza laboral. Este último grupo perdería 13 puntos porcentuales de su masa salarial. No se consideran aquí los efectos negativos de las diversas plataformas tecnológicas actuales que están precarizando el empleo.
¿Tecnología virtual negativa?
El pasado fin de semana en la Revista Somos del decano de la prensa nacional se publicó un proyecto en desarrollo relativo al primer centro comercial virtual en el Perú. En este los visitantes no sólo podrían realizar compras, sino que interactuarían con personas reales al momento de pasearse y realizar sus operaciones. De partida, suena interesante ante las condiciones de aislamiento social en que vivimos por el Covid-19 y que al parecer se mantendrían en el mediano plazo. Sin embargo, habría que distinguir su utilidad en una perspectiva microeconómica y para la actual coyuntura respecto de sus discutibles beneficios a nivel macroeconómico respecto de la opción de operar a través de un centro comercial tradicional.
Los efectos macroeconómicos de la inversión en un centro comercial tradicional son claramente superiores a las de uno virtual. En el primero hablamos de terrenos, cemento, hierro, equipamiento y mucha mano de obra involucrada. En el segundo caso se trata de inversión en hardware, software y equipo de telecomunicaciones, con personal calificado pero reducido en número. Las magnitudes monetarias involucradas son tremendamente diferentes. Mientras la opción virtual canaliza recursos a trabajadores de ingresos medios y altos; la primera involucra a un número claramente superior de trabajadores de diferentes estratos, incluidos los bajos en el caso de los obreros de la construcción.
También en la operación hay un balance neto en contra del empleo. Si bien en la opción virtual hay vendedores y trabajadores que se encargan de la logística de distribución de productos; no hay asistentes, ni encargados de la limpieza, de seguridad y mantenimiento. Asimismo, los efectos multiplicadores de la inversión y a propósito de la operación son menores en la opción virtual que en la tradicional. Al respecto, no se debe olvidar que la propensión a consumir promedio de los trabajadores de un centro comercial tradicional va a ser mayor que la de los ingenieros y asistentes expertos en el diseño de software. Tampoco hay que omitir que tanto los bienes de capital como de consumo de estos últimos van a tener un mayor contenido importado generando menores encadenamientos al interior del país.
El balance total es de menos empleo e ingresos en la opción virtual, a la par que se genera mayor desigualdad por la menor masa salarial de los estratos de menores recursos. A nivel macroeconómico solo habría alguna ventaja si los precios de los productos finales se reducen significativamente y se genera un volumen de operación elevado (aunque estos irían en desmedro de los centros comerciales tradicionales). Sin embargo, no hay que olvidar que esa reducción de precios beneficiaría principalmente a los segmentos de altos ingresos y muy poco a los bajos. Tampoco se debe soslayar que lo que ocurra con los precios dependerá de las condiciones competitivas en los mercados de bienes y servicios. Lo que predomina en el Perú es la competencia imperfecta (oligopolios, competencia monopolística y monopolios) con muchas barreras a la entrada que limitan la flexibilidad de los mercados. Las mayores utilidades generadas tampoco implicarían necesariamente más inversión que requiere de mercados más grandes.
Algunas respuestas posibles
Una economía con menores niveles de empleo, salarios y demanda requiere de un actor que compense esas insuficiencias. Más desempleo y subempleo necesita de políticas compensatorias para evitar el estancamiento económico, la convulsión social y política; a la par de dotar adecuadamente a la población con servicios públicos de calidad. Se requiere de políticas redistributivas importantes. Asimismo, no se debe olvidar que este cambio tecnológico eleva la desigualdad coadyuvando a un bajo crecimiento económico.
Se requiere más y mejor Estado; lo cual implicaría elevar significativamente la presión tributaria especialmente al capital. No hay que destruir máquinas como los Luditas; se deben aprovechar las ventajas del cambio tecnológico, minimizando y contrarrestando sus efectos negativos.