Acuerdos internacionales heterodoxos
La semana pasada el Senado norteamericano aprobó el Nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC) y se firmó la primera fase del Acuerdo Comercial entre China y EE.UU. Son noticias positivas, luego de casi dos años de negociaciones que contribuyen a una mayor estabilidad mundial, aunque el arreglo con China parece ser más una tregua. Tampoco eliminan la posibilidad de una crisis por formación de burbujas o por desaceleración productiva, a la par que dejan abiertos otros conflictos comerciales con Europa y otras economías. También se mantiene en alta intensidad la rivalidad geopolítica con China y Rusia y los conflictos en Medio Oriente acaban de ser reabiertos. Ambos acuerdos contienen elementos estándar que pretenden balancear la relación entre las partes y otros heterodoxos, que generan enseñanzas para otras economías incluida la peruana. La mayor y mejor contribución al comercio internacional, la equidad en la distribución de los beneficios y la durabilidad de estos acuerdos serían temas para otra nota.
El T-MEC contiene elementos claramente ventajosos a EE.UU. en lo relativo la exigencia de un mayor contenido regional para la producción de automóviles (75% en lugar de 62.5%), comercio digital (software, juegos, libros, música y películas) que se desregula totalmente y se endurecen los mecanismos para la solución de conflictos. Asimismo, se establecen dos clausulas contra la posibilidad que Canadá y México puedan negociar un mejor acuerdo con China y la revisión del tratado cada 6 años y su renovación a los 16 años. Sólo el capítulo sobre medicinas parece sería ventajoso para México. Sin embargo, en adición al endurecimiento de las normas ambientales, por presión de los Demócratas, llama la atención el capítulo de Normas Laborales que exige a México el cumplimiento del derecho a la libre sindicalización, presencia de sindicatos independientes, mecanismos de supervisión, entre otros temas. En el capítulo automotriz entre el 40% y 45% de los automóviles deberán ser fabricados por operarios que ganen al menos US$ 16 por hora.
La tregua entre China y EE.UU. suspende la guerra comercial manteniendo los aranceles actuales a US$ 360,000 millones sobre productos chinos (2/3 del comercio). Sin embargo, se obliga a China a normas más rigurosas con relación a la protección intelectual. A favor de esta economía no se menciona la problemática de los “subsidios” a la producción y se le retira de la lista de las economías manipuladoras de divisas. China se compromete en dos años a importar US$ 200,000 millones de productos norteamericanos diversos (bienes industriales, productos agrícolas, energéticos y servicios), aunque no queda claro el mecanismo para cumplir el acuerdo. Se trata de un instrumento nuevo que nos hace recordar otro más antiguo relativo a las restricciones voluntarias a las exportaciones (VERs) muy utilizado, desde los años ochenta, en el comercio internacional de vehículos, productos electrónicos y otros tecnológicos entre EE.UU., Europa, Japón y Corea del Sur.
Las normas laborales del T-MEC podrían afectar el traslado de empresas hacia México en el mediano y largo plazo, pero su contribución a mejorar las condiciones laborales, por ende a la ampliación del mercado interno y la democracia sindical son indiscutibles. Quizás esa sea la razón por la cual el salario mínimo fronterizo mexicano se elevó en 100% en 2019 y 5.3% en 2020 sin reacción negativa alguna y con el beneplácito de los empresarios de ambos países. Por otra parte, la obligación de que China compre productos norteamericanos es una salida que busca equilibrar los flujos comerciales; otra cosa es su implantación exitosa.
Los contenidos heterodoxos nos recuerdan que detrás del comercio internacional se encuentran los Estados con intereses nacionales. No se trata de abrirse al comercio internacional, sin dudas ni murmuraciones como en el Perú, tal cual se recomienda en los libros de texto de comercio internacional tradicionales. Otra cosa son los enfoques no estándar y muy diferentes las reglas del comercio internacional que se aplican en la práctica. Hay que diseñar una política comercial estratégica que responda a las necesidades y potencialidades de nuestro aparato productivo. La política comercial va detrás de la política productiva, y en particular la de diversificación; no al revés como ahora.