Patrón Leal
Es el nombre de una obra de teatro muy recomendable que se está presentando en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Adapta el clásico de W. Shakespeare del Rey Lear al ámbito peruano de los años veinte del siglo XX; sustituyendo a este por un gran hacendado que era dueño de amplios territorios, y casi de las personas, en un espacio particular concentrando todo el poder económico y político. La trama básica se inicia cuando decide heredar en vida su hacienda entre las hijas que más lo alaben, desheredando a la más sincera, pero quien más lo amaba. De ahí la sucesión de ambiciones desmedidas, oportunismo y traiciones se suceden continuamente, frente a algunos personajes leales y responsables. El guionista peruano imprime a los personajes ambiciosos un modo de pensar y actuar que se mantiene en la actualidad. Todo parecido con la realidad no es mera coincidencia.
Cien años después los que tienen el poder económico siguen intentando controlar el poder político a favor de sus intereses particulares. Efectivamente, las personas y empresas cambian en el tiempo y las modalidades de control son más sofisticadas y sutiles que antes. El control del acceso a los medios de comunicación masiva, la selección de los “técnicos” apropiados para gobernar, los lobbies y la captura regulatoria son algunas de las nuevas modalidades; aunque con los escándalos de corrupción recientes queda claro que las viejas formas de comprar voluntades nunca se abandonaron. La desregulación económica es el marco perfecto para actuar con los menores controles posibles. La competencia bajo el régimen neoliberal deriva en mayor concentración de la riqueza en pocas manos tanto a nivel internacional como en el Perú. Según Credit Suisse el Gini de la concentración de la riqueza en nuestro país pasó de 0.752 en 2010 a 0.807 en 2016, superior a nuestros socios de la Alianza del Pacífico, con un valor máximo de uno. Los billionarios locales (con más de US$ 1,000 millones) tenían una riqueza en 2014 equivalente al 22.8% del ingreso de los más pobres, mientras que en 2017 es de 25.9%.
Las hijas ambiciosas ven su nuevo patrimonio, no para mejorarlo, sino como un medio para trasladarse a vivir al extranjero. Una de ellas quiere venderlo inmediatamente olvidándose que este es el resultado del trabajo acumulado de su padre por décadas. En lo anecdótico hasta su mayordomo que ha vivido unos meses en París reproduce las formas y lenguaje de dicho país. Ahora en el Perú casi todos venden, nada que ver con esas personas que hicieron empresa desde finales del siglo XIX y aún en el tan vapuleado periodo de la industrialización por sustitución de importaciones o la industrialización dirigida desde el Estado. Ahora se trata de extraer el máximo excedente del consumidor posible rápidamente para convertirlo en ganancias priorizando la maximización financiera sobre la productiva.
El mundo de los empresarios y de las empresas privadas en el Perú está muy lejos del ideal a pesar de lo que algunos señalan. Tampoco se propone retornar a la época de las numerosas empresas públicas mal administradas e ineficientes. Se debe promover que las actuales sean potenciadas en beneficio de la Sociedad. Hay que abandonar esa posición maniquea: conmigo o contra mí. Queremos empresarios con visión de país para un horizonte de largo plazo y que aporten conjuntamente con los otros actores sociales a la construcción de un proyecto nacional. Para empezar, es urgente que se generalicen en serio las mejores prácticas empresariales de gobierno corporativo, responsabilidad social y de creación de valor compartido. Todos nos necesitamos.