Certezas del futuro
Referirnos a las certezas del futuro suena a un oxímoron: dos palabras con significado opuesto. El futuro incorpora muchos elementos desconocidos. Sin embargo, el análisis prospectivo de los últimos tiempos ha sido tremendamente fructífero en identificar los principales retos para el mediano y largo plazo discutiendo sus impactos posibles en diversos campos, no en todos. No podemos conocer hoy la naturaleza, magnitud y velocidad de los cambios tecnológicos por venir, pero ya es posible identificar su rumbo y algunas implicaciones. También elucubrar el tipo de respuestas más razonables que podrían ser necesarias; estaría en nosotros ir respondiendo desde el presente a la altura de estas nuevas circunstancias.
Frente a la amenaza del cambio climático hay muchas actividades de prevención y mitigación por realizar. El portafolio básico incorpora la reducción conjunta de emisiones de gases efecto invernadero y otros instrumentos. La degradación del medio ambiente, la destrucción de la biodiversidad y la crisis energética por el agotamiento de los hidrocarburos también tiene diversas acciones por implantar. En cambio, el enfrentamiento de una futura severa crisis hídrica en el Perú no está debidamente dimensionada y menos se tienen respuestas preparadas para atenderla.
En el ámbito de las grandes transformaciones tecnológicas en camino destacan los avances en robótica e inteligencia artificial, biotecnología e infotecnología (Big Data). Sin embargo, a la par de la ampliación de las oportunidades de nuevos y mejores bienes y servicios, la mayoría de estudios señalan que el saldo neto en la generación de empleo sería negativo del 2030 en adelante. La tendencia actual de incremento en las disparidades de la riqueza e ingresos sería cada vez mayor. Sus secuelas de aumento de los nacionalismos, profunda inestabilidad social y elevación de la polarización social son directas.
Mucha oferta agregada y poca demanda e ingresos. Menos empleo, que implicaría menos ingresos, requeriría de más servicios públicos universales de calidad o de un salario mínimo universal. Una nueva función que se adicionaría a la necesidad de atender a una población cada vez más envejecida con mayor esperanza de vida. Más y mejores Estados nacionales serían su respuesta, no reducirlos, que necesitarían de una recaudación tributaria mayor para hacer frente a los gastos permanentes, a futuras crisis de demanda efectiva y de formación de burbujas en los precios de los activos. Menos empleo decente generaría más stress y fragilidad emocional. Su respuesta no solo atender la salud mental, más cultura y crear nuevas opciones para aprovechar el tiempo libre sino una sociedad más integrada, solidaria y más humana. También quizás habría una mayor necesidad de Dios.