Neoliberalismo día a día
Hay quienes creen que la discusión sobre el neoliberalismo es ideológica o teórica; fuera de la realidad del día a día de la vida de los ciudadanos de a pie. Están equivocados. Esta corriente busca explícita e implícitamente imponerse cotidianamente en diferentes campos. Al salir a la calle los vemos actuar transformando los espacios públicos en privados con modalidades que incluyen la venta de áreas y edificios públicos, privatización de parques, asociaciones público privadas (APP) en infraestructura de transporte en vías urbanas u otras y hasta la proliferación de publicidad callejera que nos contamina visualmente. Los observamos también en la cada vez mayor desregulación del transporte público, la masificación de servicios de transporte privado y de delivery a través de plataformas informáticas no sujetas a regulación alguna.
La campaña del decano de la prensa nacional en estos temas ha sido desafortunadamente intensa. Hace un par de semanas se publicó un artículo promoviendo que el servicio del Metropolitano establezca tarifas diferenciadas. Luego, el ex jefe de APP del Banco Mundial propuso a las municipalidades convertir espacios públicos “desaprovechados” en otros para prestar de servicios recreativos en una modalidad autosostenible con “tarifas familiares acomodadas a la capacidad de pago de la comunidad”. Para disfrutar las áreas libres de la ciudad habría que pagar. También nos quieren cobrar por el uso de las calles violando nuestro derecho constitucional al libre tránsito. Esta semana ese periódico se lanzó contra la iniciativa del Congreso de que se regulen los numerosos servicios de delivery. Se olvidó que estos significan más informalidad, menos impuestos y precarización de las condiciones de trabajo de sus prestadores de servicios. Omiten también las afectaciones al tránsito y seguridad en el transporte. ¿Dónde quedó su campaña contra la informalidad?
Un servicio Metropolitano con tarifas diferenciadas significaría dividir el transporte de pasajeros entre uno razonable (ciudadanos sentados y mujeres) y otro regular saturado o malo como el actual. Lo anterior, con la lógica de que algunas personas podrían estar dispuestas a pagar más. Del ideal de proporcionar buenos servicios para todos pasamos a la lógica de los mercados segmentados, caracterizados por la diferenciación, donde la regla sería exprimir a los consumidores (extracción del excedente del consumidor). En la lógica neoliberal solo hay que satisfacer al que pague. La mayoría de la población de menores recursos no importa.
Los daños de la desregulación del transporte público son claros sobre la saturación vial, mayores tiempos de transporte, accidentes y muertes y pérdida de oportunidades de ingreso para toda la población. Igualmente, la proliferación de anuncios callejeros genera contaminación visual, mayor stress, posibilidades de accidentes, afectaciones al tránsito y seguridad en zonas de alta sismicidad. Ahora toda la ciudad está plagada de estos, destacando los que se encuentran en ruta al y en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. A la pésima vialidad para ingresar al mismo debido a que se le permitió maximizar espacios para estacionamientos privados se suma el hecho que ni se le puede identificar. ¿Será que las señales luminosas para los aviones deben ser sustituidas por las publicitarias?
El neoliberalismo no es solo un programa ideológico y político. Quiere transformar nuestras vidas hacia una visión orientada al individualismo, las ganancias privadas de corto plazo, donde solo los negocios importan. Los ciudadanos solo contamos para ellos como consumidores. No debemos olvidar que todas estas prácticas afectan la imagen de la ciudad, la convivencia colectiva y nuestra calidad de vida. Hay que pensar en ciudades más humanas para todos, no solo para los que puedan pagar. Más avisos publicitarios, centros comerciales y desregulación no son progreso, ni bienestar ni desarrollo. Ante todos estos atropellos del día a día hay que resistirnos y actuar.