Burbujas y enfermedad holandesa
Hace unas semanas atrás el nuevo Gerente General de la Sociedad Nacional de Minería, Energía y Petróleo publicó un editorial insistiendo en las ventajas de concretar toda la inversión minera por cerca de US$ 58,000 millones. Su propósito es plausible. Sin embargo, es necesario que reflexione en los efectos negativos que sobre los precios internacionales puede significar aumentar la oferta, especialmente de cobre, ante una demanda con menor crecimiento. Existe evidencia por lo ocurrido entre 2013 y 2016, que a la par con las devoluciones de impuestos terminó perjudicando al fisco y a las regiones. También debe meditar sobre las estrategias que deberían diseñarse, no sólo para lograr acuerdos sociales en el marco de una excelente gestión ambiental, sino evitar se produzca el síndrome de la enfermedad holandesa y la formación de burbujas a nivel nacional y local.
La enfermedad holandesa se produce por la entrada masiva de divisas que aprecia la moneda nacional. Esta origina problemas en las exportaciones que no están beneficiadas por el auge; se promueven las importaciones en general, afectando la competitividad de todos los sectores productivos locales transables. Se puede generar reprimarización económica. También un balance negativo en el empleo que reduce ingresos, demanda y producto. Los mayores flujos de divisas provocan mayores precios en los bienes no transables. Se producen sólo ganancias para las empresas y trabajadores beneficiados por el auge, el resto se pueden perjudican.
La apreciación de la moneda nacional tiende a promover la entrada de capital de corto plazo que a su vez retroalimenta la apreciación de la moneda nacional con los efectos productivos antes señalados. Asimismo, no solo se produce un aumento de los precios internos de los bienes de consumo, sino de los valores y activos en general que forman burbujas. Los precios suben generando ganancias de capital que atraen primero a unos pocos inversionistas, luego a muchos. Lo que ocurre después es el clásico ciclo de manía (euforia), pánico (reversión de expectativas) y crack (quiebras e insolvencia).
Los fenómenos anteriores también se reproducen a nivel regional y local. Las empresas deben ser ingeniosas para evitar las distorsiones y los problemas cuando los beneficiados del boom son unos pocos y los perjudicados pueden ser muchos. Los ciudadanos locales desplazados solo perciben perjuicios. Estos pierden poder de compra por los mayores precios, la desigualdad se eleva generando conflictos sociales y crea ciudadanos de segunda categoría. El mayor empleo inicial se pierde. La estrategia del goteo de beneficios es insuficiente y genera reacciones negativas. Al estilo de M. Porter (2011) las empresas deben crear valor compartido en serio para no fracasar.