¿Anclado en el pasado?
La semana pasada el presidente del IPE publicó en el decano de la prensa nacional un artículo titulado Perú admirado. En esta hacía referencia a los comentarios de dos economistas colombianos que enfatizaban (a su juicio) la virtud peruana de haber mantenido durante casi un cuarto de siglo el modelo económico basado en políticas macroeconómicas prudentes y de apertura externa. Según el autor, el camino hacia el progreso económico y social consistiría en mantener esa estategia para, al menos, replicar una tasa de crecimiento promedio del PBI del 5.1% anual respecto del 1.6% observado entre 1968 y 1990. A la par de esta recomendación criticaba las políticas actuales de Chile que “parece haber caído en un circulo vicioso de populismo cortoplacista (…) que amenazan por destruir permanentemente ese camino al progreso que los llevó a estar a un solo paso de ser un país desarrollado”.
El artículo no tenía algo especial pero reflejaba la visión común de muchos analistas, consultoras privadas, empresarios y poderes mediáticos que insisten en señalar en que hay mantener sin ajuste alguno lo que se ha venido haciendo en términos económicos durante el pasado reciente. Una anotación al margen es que en esta oportunidad el autor olvidó insistir en la reforma laboral para “flexibilizar” el mercado de trabajo. Es por tanto una pieza que merece ser comentada ya que refleja olvidos históricos, es maniqueo (planteando una “realidad buena” frente a otra mala y sin posibilidad de posiciones intermedias) y, ante todo, que incorpora una perspectiva anclada en el pasado.
De partida nadie podría aceptar que se implanten políticas macroeconómicas inadecuadas o imprudentes, pero de ahí a insistir en que todo se mantenga igual hay un gran salto. El autor se olvida que la economía internacional está cambiando aceleradamente. El modelo liberal del siglo XIX que terminó con la crisis de los años treinta y las guerras mundiales del siglo XX cedió su espacio a otro que duró sin problemas hasta los años setenta. Este fue el modelo fordista de alto crecimiento económico y empleo (“La edad de oro del capitalismo”) donde había un equilibrio entre las ganancias y las salarios, produciéndose un circulo virtuoso en términos de ingresos, productividad, inversión privada y crecimiento). De ahí pasamos al modelo capitalista neoliberal desde la década de los ochenta que reestructuró nuestras economías pero que a nivel global no ha generado, en poco más de 35 años, las tasas de crecimiento del modelo anterior. La única excepción fue la década de los noventa sin librarse de periodos de inestabilidad mayores generados por la crisis neoliberal mexicana, los problemas de Enron, la crisis punto dot y la asiática.
Aún diversos autores dentro de la economía estándar reconocen que este modelo neoliberal no solo ha generado menor crecimiento y crisis severas como la del 2008-2009, sino mayor inestabilidad financiera y una elevación importante de las desigualdades como resultado de diversas políticas como la flexibilización laboral, la desregulación financiera, la valorización en la esfera financiera (“financiarizacion”) y las reducciones de impuestos. Esta es la historia económica internacional resumida que olvida el presidente del IPE. Como contrapartida en el Perú, con información del BCRP, la década de mayor crecimiento fue la de los sesenta, seguida después con los quince primeros años del siglo XXI.
A nivel regional no se puede repetir la misma estrategia de antes ya que el ciclo expansivo de los precios y la demanda internacional de materias primas liderada por China ya se acabó. Desde finales de 2012 los precios vienen cayendo y las previsiones hasta el 2025 y 2021 tanto del Banco Mundial como del FMI no son positivas. A finales de julio se presentaron las últimas proyecciones de estas instituciones. Todos los precios caerían en términos reales y nominales incluyendo el oro y la plata. En general, con estas previsiones no se avizoraría la reactivación de los proyectos mineros suspendidos y de otros nuevos, con los menores efectos consiguienes en la inversión complementaria y la inducida a nivel nacional. Por otra parte, el autor del artículo se olvida que la minería a gran escala es altamente intensiva en capital (entre US$ 2 y 3 miillones por trabajador) y genera reducidos encadenamientos de empleo en su fase operativa. Una estrategia unisectorial no tiene viabilidad económica, menos social y política. ¿El país puede pretender -como una estrategia viable- seguir exportando materias primas?, ¿No es acaso imprescindible una estrategia de diversificación productiva y exportadora?
El autor nos señala explícitamente sólo dos piezas de su modelo ideal: “macroeconomía prudente” y apertura comercial. Se olvida de sus otros componentes porque son fuente de inestabilidad y podrían estar sujetos a polémica. No se comenta la desregulación financiera reconocida hasta por el FMI como fuente de crisis internacionales. Tampoco se menciona la liberalización cambiaria que condujo a la apreciación de las monedas nacionales durante el segundo quinquenio de la década de los noventa y hasta un poco más de la primera década del siglo XXI. Al respecto, todavía no hemos realizado las evaluaciones en términos de la producción doméstica perdida como resultado de esta política. ¿Ese es el modelo que hay que mantener? Otros componentes delicados son la flexibilización laboral, el debilitamiento de la negociación colectiva y de los sindicatos, la reducción del Estado y la globalización indiscriminada. ¿Se pueden seguir haciendo las mismas cosas que antes?
El enfoque teórico del presidente del IPE se ha quedado en la macroeconomía anterior a la crisis de los años treinta del siglo XX. Asume que el comportamiento de los mercados es estable, donde las crisis no son posibles o se resuelven solas. Cree en la ley de Say donde la oferta siempre crea a su demanda, cuando las grandes crisis han demostrado lo contrario. Piensa que asegurar la “predictibilidad” es suficiente. Para él, el Estado es el enemigo de la estabilidad, por eso lo quiere de menor tamaño (pero no se atreve a decirlo en este artículo abiertamente). Utiliza un modelo económico superado que sólo es funcional a un lado de la sociedad, donde el resto que son la mayoría de los ciudadanos no importan o deben someterse a la voluntad de los menos. Ignora convenientemente que los sueldos y salarios no solo son costo de producción, sino fuente de ingresos, de demanda y producción. Se olvida de la edad de oro del capitalismo donde tanto los sueldos y salarios como las ganancias importaban. ¿Acaso no es hacer populismo pensar sólo a favor de las ganancias y que el mercado con horizonte de corto plazo lo resuelva todo?
29-8-2016.