Uva-Hombre-Vino
Cinco Hijos es un tributo a los hijos de Marcelo (por cada hijo, el vino tiene una cepa distinta), quienes colaboran para lograr vinos de una identidad única.
Nace en un ambiente semidesértico, donde muchos creen que nada crece. Naturalmente orgánico, de vientos constantes y una forma muy especial de dar a luz vinos diferentes.
Miras es una pequeña bodega familiar, ubicada en la ciudad de General Fernández Oro, en la Patagonia Argentina.
Sus vinos son elaborados a partir uvas provenientes de viñedos maduros, situados en distintas localidades de Río Negro. Cualidades tñecnicas de alto nivel y una forma de trabajo tradicional, en la cual la mano del hombre interviene con minuciosa dedicación, dando origen a vinos de gran jerarquía, destacándose por la perfecta armonía con el roble.
Todos los integrantes de la familia participan activamente en la bodega, desde la cosecha, elaboración, embotellado, marketing y comercialización de pequeñas partidas de vinos.
Amo este vino porque es único en su especie, no te cansas de beberlo, refrescante, mineral crujiente que lo puedes morder. Entre la maracuyá, lima y manzana. Por supuesto también la combinación varietal ha sido esencial también para llegar a este placer en nariz y boca. Sauvignon Blanc, Chardonnay, Semillón, Torrontés y Viognier. Impecable, blend único en donde las cepas que ya conocemos se entrelazan como ingredientes en el plato de un cocinero de lujo. Solo 4500 botellas al año. Una sutil fórmula para preservar la concentración de riquezas encerradas en una botella. Yo le llamaría Vino de Autor.
Don Marcelo Miras autodenomina su viticultura grandiosa como ¨Enología Riesgosa¨, trabajando enteramente de forma natural y tradicional, así la uva es la protagonista principal de su obra de arte dejando que se luzcan detalles que solo los ecosistemas como el elegido puede moldear. Las vides también tienen entre los 20 y 55 años, experiencia, alimentos ganados y desarrollados con los años.
Este vino de don Marcelo se le denomina Cinco Hijos. Es un tributo a los hijos de Marcelo (por cada hijo, el vino tiene una cepa distinta), quienes colaboran para lograr una identidad única.
Me gustaría que lo prueben, sobretodo en familia, reír, compartir, legado, generaciones que se guían por lo que nuestros padres nos enseñan, nos dejan. Es un vino de corazón blanco, hecho en un desierto desolado, donde la vida la trae el vino.
Disfrútalo con los frutos que nuestro mar peruano nos regala.