La evaluación
En un futuro devastado por la crisis climática, La evaluación nos sumerge en una sociedad controlada por un régimen autoritario que ha suprimido las libertades individuales en nombre de la supervivencia. Los recursos son escasos, la reproducción natural está prohibida y el Estado decide quiénes pueden ser padres mediante gestación extrauterina. Este marco distópico sirve como telón de fondo para explorar temas universales como la maternidad, la intimidad y los límites del poder gubernamental. De esta manera, la directora Fleur Fortuné construye un mundo visualmente impactante, con paisajes áridos y minimalistas que refuerzan la sensación de aislamiento y control.
La historia sigue a Mia (Elizabeth Olsen) y Aaryan (Himesh Patel), una pareja de científicos que ha contribuido a la reconstrucción de esta sociedad posapocalíptica. Cuando deciden solicitar un hijo, son sometidos a una evaluación de siete días a cargo de Virginia (Alicia Vikander), una enigmática funcionaria cuyo acceso ilimitado a su vida privada convierte el proceso en una invasión psicológica cada vez más perturbadora. La interacción entre los tres personajes desata traumas y frustraciones que llevan al límite a un matrimonio que, en principio, parece sólido.
Uno de los mayores aciertos de La evaluación es su capacidad para sugerir más de lo que muestra. La dirección de Fortuné evita caer en explicaciones redundantes, confiando en la potencia de las imágenes y las actuaciones para transmitir su mensaje. Sin embargo, el guion no siempre está a la altura de estas virtudes. La película aborda temas complejos —como el control biopolítico y la ética reproductiva— con una ambición que, al final, resulta superficial. El tercer acto, en particular, cae en exposiciones innecesarias y un clímax manipulado que diluye parte del impacto que se logra con bastante esmero.
En el contexto del cine distópico reciente, la película explora el tema de la maternidad bajo sistemas opresivos, algo que, por ejemplo, puede verse en Mother! (ese ejercicio forzado y megalómano de Aronofsky). Si bien el enfoque de La evaluación es más íntimo y apela a la exploración psicológica de sus personajes, entre sus fortalezas también destaca la humanización de su conflicto. Este aspecto huye de la originalidad que pudiera plantear la premisa inicial y se centra en las emociones de los personajes, dejando como telón de fondo el mundo que los rodea.
Sin duda, las actuaciones femeninas son el alma de la película. Vikander, en el papel de Virginia, ofrece una interpretación que oscila entre la frialdad burocrática y una vulnerabilidad casi infantil. Esa ambigüedad la sitúa en una posición expectante e impredecible frente a los demás personajes. Por su parte, Olsen transmite dolor y miedo con una verosimilitud incuestionable. Su evolución desde la fragilidad hasta la determinación es uno de los ejes emocionales del filme. Patel, aunque correcto en su papel, queda algo opacado por la intensidad de sus compañeras, pero cumple su función como contrapunto narrativo.
A pesar de sus desequilibrios, La evaluación también funciona como una película de denuncia política. Su crítica al autoritarismo disfrazado de benevolencia resuena en una era en la que la crisis climática y el avance de la tecnología plantean dilemas éticos cada vez más urgentes. Las actuaciones de Vikander y Olsen elevan el material, transformando lo que podría ser un mero ejercicio de estilo en un drama conmovedor. Por su parte, la directora acierta en el manejo del suspense, aunque su capacidad para cerrar narrativas con la misma fuerza con que las inicia no sea tan prolija.
La evaluación es un filme imperfecto pero magnético, que combina una estética cuidadosa con preguntas incómodas sobre el futuro que podríamos enfrentar. Su mayor virtud es recordarnos que, incluso en las distopías más frías, son las emociones humanas las que terminan definiendo el relato.

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