Aún estoy aquí
Basada en la novela autobiográfica del escritor Marcelo Paiva, Aún estoy aquí relata la desaparición del padre del autor y los esfuerzos legales de su madre por esclarecer los hechos. El contexto histórico exige precisión: en 1964, los militares tomaron el poder en Brasil mediante un golpe de Estado. Las consecuencias del régimen se materializaron en secuestros, torturas y asesinatos contra quienes se oponían a los líderes castrenses.
Walter Salles, (Diarios de motocicleta, 2004), estructura la película en dos segmentos claramente diferenciados. El primero retrata la vida familiar de los Paiva en un barrio cercano a las playas de Río de Janeiro, caracterizado por la armonía y la camaradería entre padres, hijos y amigos de diversas generaciones. El segundo inicia con la ausencia del patriarca, Rubens (Selton Mello), momento en el que la alegría doméstica se convierte en angustia y desesperación. Ambos períodos se entrelazan mediante los cambios sociales que atraviesa Brasil y la adaptación de sus ciudadanos al autoritarismo.
Eunice Paiva (Fernanda Torres), cuyo rol central articula las acciones narrativas, encarna la lucha por encontrar a su esposo desaparecido. Salles utiliza este personaje para criticar los esfuerzos infructuosos y las escasas oportunidades que enfrentó la población brasileña bajo un sistema político manipulado. La actuación de Torres sobresale por su contención emocional en momentos críticos: su lenguaje no verbal y la profundidad psicológica del personaje transmiten autenticidad, evitando caer en fórmulas melodramáticas. Eunice representa simultáneamente el eslabón más vulnerable y resiliente de una familia compuesta por cinco hijos, cuyas edades oscilan entre la niñez y la adolescencia. La dinámica de los Paiva se presenta con una naturalidad que fomenta una identificación inmediata.
Por otra parte, la desintegración familiar de los Paiva opera como metáfora del deterioro nacional. La política no sólo socava el orden democrático, sino que también influye en el desarrollo de los hijos de Rubens y Eunice. Salles explora el exilio forzado de ciudadanos, como el caso de Veroca, la hija rebelde, enviada a Londres “hasta que las cosas se calmen”, o el traslado de la familia a São Paulo en busca de estabilidad.
En lo técnico, Salles adopta una estética acorde con la época, mediante una paleta lumínica saturada y vestuario que evoca los años setenta y noventa, períodos clave de la trama. El director brasileño siempre se ha caracterizado por un enfoque cinematográfico que prioriza la sencillez narrativa, prescindiendo de artificios para centrarse en el drama humano. Filma fácil y bien. En ciertos pasajes, Aún estoy aquí recuerda a un episodio extendido de una buena telenovela brasileña de los ochenta, sin perder rigor estructural.
Un elemento adicional que enriquece la experiencia —especialmente para el público nostálgico— es la banda sonora compuesta por Warren Ellis, junto a un repertorio musical que incluye referentes de la MPB como Caetano Veloso, Roberto Carlos, Gal Costa, Os Mutantes y Erasmo Carlos, entre otros.
Sin embargo, el principal acierto de Salles reside en abordar la violencia desde lo implícito —evitando la explotación gráfica típica de los relatos dictatoriales— para enfocarse en el dolor abstracto de la pérdida de esperanza y la injusticia sistémica. La historia elude el sentimentalismo facilista: Eunice encarna una resistencia serena, aunque sin omitir la melancolía que permea el desenlace.
Aún estoy aquí no se plantea como una respuesta combativa a un período oscuro de la historia brasileña, al menos no bajo los parámetros convencionales de un cine político o de protesta. Es muy soft para alcanzar ese rango. Su enfoque es más discreto: se centra en el drama íntimo de una familia afectada por el ejercicio abusivo del poder. Una forma tangencial de mirar el horror a través de las fisuras de la vida cotidiana.