Terrifier 3
La primera entrega de Terrifier llamó la atención por la efectividad de sus secuencias donde su personaje central, Art The Clown, se regodeaba en un festín de sangre y vísceras. La mirada de Damien Leone detrás del guion y de la dirección correspondía al instinto excesivo y delirante que siempre ha distinguido al gore. Como pupilo eficiente del primer Peter Jackson o del Sam Raimi de Evil Dead, Leone basó su trabajo en una singularidad que sólo se alcanza a través de la creación artesanal; aquella que los presupuestos exiguos marcan el desarrollo de un rodaje. Estamos hablando del primer episodio de la saga, allá por el lejano 2016. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces y hace dos años Leone se aventuró a filmar la segunda parte reafirmando sus condiciones de cineasta disruptivo en beneplácito de los fans del terror.
Por estos días, el director ha presentado Terrifier 3 siguiendo la estela de Art y compañía -la poseída Victoria Heyes-, que, a diferencia de sus predecesoras, no mantiene la frescura ni ese toque original que sorprendió a todos. El problema de la nueva película de Leone está en la redundancia de la violencia -nada genuina que avive el fuego del género- y la inconexión argumentativa que se aprecia en más de dos horas de metraje -no basta retomar algunos pasajes de las películas anteriores para tener las cosas claras-. Muchos minutos para pocos momentos antológicos. Que Art se la pase masacrando a medio reparto no es un inconveniente que lastre el desarrollo de la trama. El fastidio se asoma cuando su proceder no encierra mayores motivaciones. Dirán los defensores del payaso que no hace falta justificar las acciones de este psicópata. No obstante, hasta la mente enferma de un asesino tiene sus intereses.
Por otro lado, Terrifier 3 reafirma el lado sobrenatural de su historia como nuevo camino en medio de su propia construcción episódica, algo que advertimos con cierto riesgo en la parte final de la entrega pasada. Ahora esa condición arrastra un letargo inusual cuando se asocia a la naturaleza de su protagonista. Art es un personaje divertido y espontáneo que pierde fuerza cuando es lanzado al centro de una trama aburrida. La secuencia inicial es lo menos malo que tiene la película donde el espíritu navideño sirve de contexto para poner a prueba las atrocidades de nuestro entrañable bufón silente. Sucede algo parecido al efecto que genera el prólogo de Scream: la tensión se apodera de las acciones y nos lleva hasta el límite. A diferencia de la estupenda obra de Craven, Leone deja toda la sustancia en la parte inaugural de su propuesta. Lo que viene luego es monótono, predecible e innecesario.
Terrifier 3 es un carnaval triste. Un envoltorio brillante de contenido insípido, por más que su espectacularidad pretenda invitar al gozo de lo extremo. Leone tendría que regresar a sus orígenes y no dejar que el aumento de presupuesto le opaque las ideas que en otros tiempos lo distinguieron como un cineasta atrevido y rompedor. Art ya es un ícono de la intensidad macabra. Sin duda, aparece en las páginas del cine de terror, pero hasta las representaciones más populares del imaginario del susto pueden llegar a cansar.