Las tres hijas
La preparación para afrontar el duelo es un proceso tan absurdo como enigmático. Nadie está listo para asumir la partida de padres, madres, abuelos, hermanos, hijos, amigos o parejas. Una enfermedad puede ser larga y ni siquiera el adormecimiento de su cotidianeidad nos pone en una posición ventajosa frente a la partida. La muerte súbita, ni qué decir. Sin embargo, todos creen saberlo todo. La palmada piadosa en la espalda durante el funeral, “el tiempo sanará tus heridas” como mantra automático, la promesa del descanso eterno cuando ni siquiera se cree en Él y la tristeza que se transforma en culpa por las palabras no pronunciadas o las acciones que se dejaron para otro día. Sobre la negación de perder a alguien querido y las consecuencias emocionales a nivel familiar, Azazel Jacobs construye un relato de pasajes memorables donde lo sencillo se vuelve trascendente y lo irreconciliable se torna posible.
Las tres hijas muestra a Katie (Carrie Coon), Christina (Elizabeth Olsen) y Rachel (Natasha Lyonne), tres hermanas que vuelven a reunirse después de mucho tiempo en Nueva York para alternar el cuidado de su padre desahuciado (Jay O. Sanders). Los días pasan lentos y la falta de compenetración originará que algunos conflictos aparezcan revelando viejos resentimientos que no han cicatrizado. El incómodo ambiente de convivencia se volverá más tenso cuando las mujeres expongan accidentalmente sus miedos y frustraciones. Katie, calculadora y organizada, tiene que lidiar con su rebelde hija adolescente; Christina, conciliadora y amable, intenta, a distancia, hacer bien su trabajo como madre primeriza y esposa abnegada; Rachel, apostadora on line y adicta a la marihuana, vive en casa de su padre mientras no le importa tener un rumbo fijo. Tanto Coon, Olsen y Lyonne se muestran a partir de interpretaciones espontáneas e intensas, que sostienen, de principio a fin, el trabajo de Jacobs.
Las tres hijas asoma como una película que descubre lentamente las capas emocionales de sus personajes hasta dejarlos desamparados, expuestos y vulnerables. El tempo manejado por Jacobs permite que la interrelación entre las tres mujeres pueda darse con fluidez y sin necesidad de que cada una de sus historias se sobreponga a la otra. Es decir, el ensamble de la cinta está llevado por un guion de ritmo armonioso que se distingue por la distribución equitativa de las apariciones femeninas en beneficio de una narración que discurre sutil y poderosa por el mismo camino.
Jacobs, quien también figura acreditado como escritor de la historia, entiende que prepararse para el duelo implica poner barreras que aplaquen el impacto de la pérdida, Entonces, dota a sus personajes de complejidades psicológicas y sociales que terminan siendo taras en la ruta de sanación que necesitan para seguir adelante. Lo más llamativo de su propuesta consiste en que la trascendencia de sus personajes femeninos está relacionada al perdón mutuo que se prodiguen. Para conseguir este propósito sitúa a las mujeres en circunstancias que las muestran como seres irresolutos y erráticos, por más solventes que parezcan al inicio. Jacobs descompone para edificar.
Las tres hijas es un drama elegante de corte naturalista que destaca por el trabajo depurado de sus actrices protagónicas. Estamos ante un despliegue de base teatral donde los buenos diálogos -sin ser simbólicamente estridentes- evitan que el director caiga en la necesidad de remarcar sus intenciones por conmover. La honestidad de Jacobs es tan tierna como dolorosa.