El lugar de la otra
Hay terrenos que no son fértiles para algunos cineastas. Espacios a los que acuden en búsqueda de riesgos narrativos y que terminan siendo oportunidades perdidas porque sus propuestas se convierten en experimentos ordinarios, toscos y manidos. Los trabajos documentales de Maite Alberdi, sobre todo los dos últimos (La memoria infinita y El agente topo), llaman la atención por la sensibilidad que entreteje sus historias. Una sensibilidad que pone el foco en detalles puntuales de la vida cotidiana y en la resolución de conflictos de apariencia mundana, pero que encierran temas universales como el amor y la muerte; remarco, siempre en las arenas del documental. Sin embargo, la primera incursión de la directora chilena en el mundo de la ficción no es auspiciosa. El lugar de la otra es lo más parecido a un campo árido donde todo lo sembrado florece de manera artificial.
Alberdi se ampara en una historia que en su momento despertó todo tipo de reacciones en la sociedad chilena. En abril de 1955, la escritora María Carolina Geel asesinó a su amante con cuatro disparos en la cafetería del hotel Crillon, frente a numerosos testigos y sin un motivo aparente. Condenada a tres años de prisión, su caso dio un giro inesperado cuando la intervención de la poetisa Gabriela Mistral influyó para que reciba el indulto presidencial, permitiéndole salir antes de cumplir su condena. Este evento marcó un antes y un después en su vida, pero, especialmente, en la percepción pública de su figura. En El lugar de la otra, Mercedes (Eliza Zulueta) es una sumisa secretaria judicial que está fascinada con el caso Geel. A diario, ve cómo avanza el proceso que ha caído en el mismo despacho donde trabaja. El punto más alto de su fijación se da cuando empieza a frecuentar el departamento de la escritora asumiendo sus costumbres, vistiéndose con las prendas de la presa. A partir de estos y otros hechos, Mercedes cuestiona su vida, su identidad y el rol de la mujer en la sociedad.
Alberdi, conocida por su habilidad para tratar temas delicados con una mirada íntima y respetuosa, explora aquí la compleja relación de una mujer con su tiempo. Los entornos laborales y familiares de la protagonista marcan su derrotero, mientras la autoexploración femenina le enseña un mundo que revela nuevas prioridades en todos los niveles de su vida. Si bien el enfoque es atractivo y posibilita múltiples dimensiones para Mercedes, Alberdi no tarda en remarcar el dilema de la feminidad y su liberación social de una forma que se siente agotada. La película no es sutil en su enfoque, insistiendo en una narrativa que, por momentos, se percibe como repetitiva. Además, la película desaprovecha el potencial del personaje principal al dejar de lado un mayor análisis de su soledad. El hecho de colocarse en los zapatos de otra persona puede ser una experiencia que circunde lo patológico. No obstante, Alberdi desaprovecha ese conflicto subrayando su retórica de liberación sin mayor novedad.
La dirección de arte es lo mejor que tiene El lugar de la otra. La reconstrucción de una época a nivel escenográfico se complementa con el cuidadoso trabajo del diseño de vestuario y el maquillaje. Si bien los apartados técnicos también están entre lo mejor de la propuesta, al mismo tiempo el proyecto luce demasiado calculado, como si Alberdi se encasillara en una estructura que busca satisfacer a un público adepto por las reivindicaciones. El ingreso de la cineasta en materia de ficción nos lleva a pensar que el camino del documental es la ruta que mejor sabe transitar y donde menos errores puede cometer. Fuera de su zona de confort, la chilena se ahoga en un mundo de rigidez y automatismo que resta al balance general de su filmografía.