El aprendiz
Para construir un perfil sobre la vida de Donald Trump es necesario dimensionarlo en su tiempo, a partir de la influencia que ha ejercido en él su entorno social próximo y las ambiciones megalómanas que siempre lo han distinguido. No se puede entender al polémico empresario sin escarbar en el arco temporal de la política estadounidense que inicia con Richard Nixon y culmina con Ronald Reagan. Es precisamente ese intervalo el que Ali Abbasi utiliza para mostrar a un Trump sediento de ambiciones económicas, antes de convertirse en una figura prominente y censurable de la escena mundial del siglo XXI.
La película de Abbasi se va cocinando a fuego lento durante su primera hora de visionado, siempre en torno a la presencia de un Trump relegado a segundo plano por su exigente padre y menospreciado por curtidos empresarios que veían en él a un heredero sin talento. El relato adquiere una dimensión seductora cuando aparece el mentor que marca la ruta de ascenso para el joven millonario: Roy Cohn (Jeremy Strong). El abogado -defensor de mafiosos y experto en el oficio de chantajear autoridades judiciales- se convierte en el guía que enseña los trucos básicos del cinismo a su atento alumno bajo tres pilares inquebrantables: atacar todo el tiempo, no admitir las acusaciones negando enfáticamente cualquier cargo en contra y declararse triunfante aunque la victoria no sea real.
Abbasi se esfuerza en mostrar a un Trump que no se rinde ante nada y que confía en su capacidad para controlarlo todo. El director iraní, radicado en Suecia, también muestra la cara vil y siniestra de un personaje que no duda en calcular cada paso cuando se trata de relacionarse con su familia y sus colaboradores cercanos. Pero El aprendiz también es una historia de aleccionamientos y traiciones donde ni siquiera el propio Cohn se salva de la quema. Para revelar estos comportamientos, Abbasi delinea con una precisión minuciosa los espacios físicos que muestran el funcionamiento de los círculos de poder de Nueva York de los años setenta y ochenta -clubes nocturnos, restaurantes, bares y mansiones lujosas-. Este ejercicio es uno de los puntos altos de la película porque abre la posibilidad para entender las claves de una sociedad capitalista que mide el éxito a través de la opulencia.
Otro de los aciertos de El aprendiz es el trabajo de sus tres intérpretes centrales. Sebastián Stan en el rol de Trump transmite la personalidad imponente e insegura que tenía el empresario en sus años mozos. La transformación ascendente del personaje va de la mano con la intensidad de Stan que por medio de gestos y actitudes se muestra como un émulo verosímil. Respecto a Strong queda poco por decir. El actor de “Succession” siempre está en un nivel superlativo, sobre todo cuando se trata de roles oscuros o relacionados a juegos de poder. No sorprendería que su trabajo como Roy Cohn pueda ser nominado a diversos premios de la próxima temporada. El tercer trabajo destacado es el de María Bakalova en la piel de Ivana Trump, la primera esposa del futuro presidente de los Estados Unidos. La actriz búlgara representa el equilibrio en un mundo donde la testosterona se impone, rampante y prepotente. El personaje de Bakalova es un medio que expone sin filtros las vulnerabilidades de Trump. Su altivez y seguridad en sí misma la convierten en pieza clave de la película.
El aprendiz es la radiografía de un déspota que alcanzó el éxito y fracasó y volvió a levantarse para decirle a todos sus detractores que los límites sólo son construcciones mentales. Además, la película de Abbasi alerta sobre los mecanismos de poder que rigen a las sociedad contemporáneas, supeditadas al componente financiero. En ese sentido, el discurso del realizador advierte que no importa ser próspero sino parecerlo y darlo a conocer sin importar las vías que se utilicen para llegar a serlo.