28 Festival de Cine de Lima - El Huaro / El archivo bastardo
Dos documentales en competencia destacan en la edición 28 del Festival de Cine de Lima. Uno funciona como denuncia social al presentar la realidad de unas adolescentes en estado de vulnerabilidad a causa de la violencia de género; mientras que el otro explora la intimidad de una familia que ha sufrido un proceso de desunión narrado por la hija mayor utilizando las cintas de video de su padre. A continuación, los textos sobre estas propuestas hechas por cineastas peruanas.
El huaro (Directora: Patricia Wiesse Risso)
La trayectoria documental de Patricia Wiesse comprende una sensibilidad que invita a la reflexión y no deja espacio para la indiferencia. Golpea con sutileza. Arrolla con emoción. Lo demostró en Todos somos estrellas (2016) -relato evocador, íntimo y culposo en que Carlos Iván Degregori es recordado por su hermano Felipe-; y en Mujer de soldado (2020) -estampa en movimiento sobre el dolor y la injusticia que vive una mujer andina a causa de las consecuencias del conflicto armado-. La nueva entrega de Wiesse, denominada El Huaro, se centra en las experiencias de las estudiantes del colegio Fe y Alegría 62 ubicado en Imaza, Amazonas, quienes viven entre la ilusión y la desesperanza.
El huaro tiene varios hilos conductores. Sin embargo, son tres los que destacan por la intensidad de sus historias. Dos de ellos están relacionados a Nella y Jhany. La primera narra pasajes de maltrato físico-psicológico y el intento de suicidio que atravesó al sentirse agobiada por el infierno emocional vivido en su hogar. La segunda, representación simbólica de la libertad, aparece como un elemento observador de las circunstancias que rodean a todas las muchachas que pasan sus días en la escuela. Sus anhelos van más allá del enclave amazónico y una exploración real -tanto geográfica como espiritual- será decisiva para afianzar su destino.
El tercer personaje es Alberto Tiwi, -participante de las protestas en el Baguazo- que se refugia en la comunidad estudiantil y trabaja como carpintero. Muy querido por las chicas del internado, Tiwi también pasa el tiempo cubierto de incertidumbre ante la posibilidad de ser detenido por las autoridades para afrontar una condena de cadena perpetua.
El huaro también es una metáfora de la distancia que hay entre dos espacios separados por el río: la comunidad -predominantemente femenina y compuesta por 400 internas-, y el “mundo exterior”. Cabe aclarar que huaro es una especie de funicular rudimentario que sirve para trasladar gente y mercancías entre las dos márgenes del torrente. No obstante, el documental incide en lo difícil que resulta ser mujer en una sociedad semi rural rodeada de riesgos como el tráfico de personas con fines sexuales, la corrupción ocasionada por la minería ilegal, pero, especialmente, la violencia de género. Los relatos desgarradores de las adolescentes aparecen como fantasmas encubiertos por la rutina escolar y las labores cotidianas, y asoman en momentos vulnerables por medio de diálogos íntimos.
En ese sentido, la propuesta de Wiesse tiene un gran mérito al lograr una atmósfera de confianza y naturalidad donde la cámara no es un elemento invasivo y más bien se presenta como una herramienta de refugio para las víctimas. Detrás de El huaro se percibe un exhaustivo trabajo de investigación reflejado en el entendimiento de las costumbres de la comunidad awajun. Algo similar a un tratado antropológico. Wiesse es respetuosa y gracias a esta facultad amplifica las voces de sus protagonistas, a pesar del doloroso contexto que su película aborda. Una vez más, la directora demuestra, y consolida, su mirada de documentalista aguda.
*El huaro compite en la sección Mejor Película Peruana.
El archivo bastardo (Directora: Marianella Vega)
Todo empieza con un viaje a Disney. La felicidad de dos hermanos es captada por la cámara que su padre empuña con ilusión fisgona. Asoman los años noventas y el Perú se desangra: el terrorismo y el Estado se enfrentan dejando miles de víctimas inocentes. Los hermanos Vega viven en la burbuja que papá Raúl ha creado para ellos. Los Estados Unidos no se parece en nada al país feo, violento y pobre en el que han nacido. Sin embargo, casi cuatro décadas más tarde, estas grabaciones se perciben como una leve manifestación de vergüenza o, quizá, de culpa por parte de la hija mayor. El reino de Mickey Mouse no es lo único que el papá cariñoso ha registrado: son varios años en que las celebraciones, los viajes a diversas regiones del Perú, los momentos cotidianos y hasta una película casera, perfilan a una familia unida y cómplice. Hasta que algo se rompe y, al parecer, no hay vuelta atrás.
El archivo bastardo, segundo largometraje de Marianella Vega, no sólo es un ejercicio de memoria familiar en un contexto donde el Perú experimentó violentos cambios sociales, políticos y económicos. También es un redescubrimiento de las relaciones afectivas y los quiebres que marcan los vínculos humanos. Vega recoge las cintas de video grabadas por su padre y elabora una película que está acompañada de textos locutados por ella misma. En sus palabras se reflejan desencantos, añoranzas y, sobre todo, interrogantes que son respondidas a partir de un presente incierto bañado de melancolía. La directora se ampara en una edición que, por momentos, se aproxima a la experimentación del lenguaje audiovisual con distorsiones de imágenes y sonidos, consecuencia metafórica de su punto de vista respecto a una familia que se va desmembrando, un espejo de sus propios sentimientos y sensaciones.
El archivo bastardo es intimista y universal a la vez. Las fibras de Vega despiertan el razonamiento y la reflexión sin necesidad de que el espectador pertenezca al mismo contexto de la realizadora. Las imágenes de esta obra albergan momentos claves donde se define con pericia aspectos como la independencia no forzada de los hijos que vuelan del nido familiar o las consecuencias silenciosas y nefastas que tiene la ausencia materna.
Vega ausculta, delicada y metódica, sus propios miedos enfrentando a la figura paterna sin necesidad de enfrascarse en una confrontación compuesta por reclamos. Lo de Vega es un espiral de preguntas al padre del presente. A un hombre disminuido por la soledad y los apremios económicos. Entonces es cuando El archivo bastardo se hace más doloroso y comprensible. Suena a paradoja, pero al inicio del proceso creativo de este trabajo la directora perdió la visión de un ojo. Esta circunstancia, simbólicamente, le ayudó a mirar mejor la relación con su padre. Tras Rodar contra todo (2016) la cineasta peruana reafirma el pulso que tiene para indagar en la cuestión humana desde experiencias mínimas y trascendentales.
*El archivo bastardo compite en la sección Mejor Documental Latinoamericano.