Intensa Mente 2
El último taquillazo del tándem Pixar-Disney está forjado sobre una muy buena película que no proyecta originalidad alguna. Esta afirmación no es contradictoria. Tampoco destila pesimismo, pero sí resulta paradójica. En términos formalmente cinematográficos, Intensa Mente 2 es eficaz. Su guion está dividido de forma equilibrada a través de sus tres actos clásicos que se reconocen con facilidad. Maneja la tensión de manera calculada, moviéndose alternadamente por las aceras de la comedia y el drama. Sus nuevos personajes son entrañables y aportan mucho en la construcción del conflicto central. Podría enumerar otras fortalezas del filme, como la espectacularidad visual o los giros que fomentan la autoexploración de la protagonista. Sin embargo, el tema neurálgico de la película, y su solemne profundidad, parecen el reflejo de otras producciones más logradas que abordan el complicado paso de la niñez hacia la adolescencia.
Riley ya no es la niña de la primera entrega que se estrenó en el 2015 bajo la dirección del gran Pete Docter. Ahora, Riley ingresa a la escuela secundaria donde debe enfrentar los retos que suponen los cambios sociales y las relaciones con sus padres. Sus emociones -Alegría, Tristeza, Miedo, Furia y Asco- han aumentado y tienen nuevos camaradas. Ansiedad, Aburrimiento, Envidia y Vergüenza la acompañan en esta nueva etapa de su vida. Cada sentimiento o sensación -en realidad, no importa cómo los llamemos- influye en su toma de decisiones de forma considerable y la llevarán a gestar una nueva personalidad. ¿Cuánto de la esencia de Riley quedará y cómo podrá enfrentar nuevos escenarios emocionales?
Kelsey Mann es el director que asumió el desafío de llevar a la nueva entrega de la franquicia hasta el nivel que dejó su antecesora. Algo complicado si se tiene en cuenta que Intensa Mente fue galardonada hace nueve años con algunos de los premios más relevantes de la industria (triunfó en el Oscar, los Globos de Oro, los Annie y varios certámenes organizados por la crítica). Mann agarró un fierro caliente que hoy viene dando jugosos réditos a su casa productora: casi mil millones de dólares de recaudación global (tres veces más que la primera parte) y sigue sumando. No obstante, la deuda artística es la que pudo haber saldado si no seguía las mismas ideas que proyectan otros referentes del cine animado reciente, aunque la responsabilidad no es exclusiva del realizador. El guion le pertenece a Meg LeFauve (Intensa Mente, Un gran dinosaurio).
Intensa Mente 2 tiene mucho de Red y de Toy Story 3 -películas de visionado obligatorio para entender cómo Pixar-Disney percibe los saltos de una etapa de la vida hacia otra, sobre todo, de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la primera juventud-. Si bien Riley no es Mei ni mucho menos se asemeja a Andy -en términos de personalidad-, sí tienen el mismo destino y las mismas inseguridades. “Soy una buena persona”, se repite Riley cuando una situación comprometedora pone en juego sus principios de púber voluble. No se trata de una frase sanadora o de un mea culpa accidental. Lo que la chica de 13 años atraviesa son cuestionamientos que derivan de la ansiada aprobación ajena e individual que persigue -la presencia de su ídolo Valentina Ortiz es fundamental en esta línea del argumento-. Igualmente, las presiones sociales la obligan a sentirse parte de algo para ser aceptada, así no sepa cómo manejar la situación -por ejemplo, cuando deja de lado a sus amigas de infancia para formar parte del equipo de hockey donde la mayoría de los integrantes tienen más edad que ella. Riley no va tras un objetivo netamente deportivo, sino social-.
Es decir, estamos ante conductas propias de una preadolescente que desea despegarse del escudo protector del hogar (Riley lucha con la idea de abandonar ese manto incondicional, cálido y amable que sólo brindan los buenos padres) y, a la vez, se arriesga a transitar por el sinuoso camino de una imaginaria independencia. La buena noticia es que Intensa Mente 2 no sólo es eso. Menos mal. A pesar de sus parecidos de fondo con las otras películas citadas, Mann se esfuerza al subrayar que no existen sentimientos o sensaciones malas: todo es parte de la complejidad humana. Su película abre el abanico infantil y abarca un público adolescente, juvenil y adulto.
Intensa Mente 2 seguirá cosechando elogios y se perfila como una de las candidatas para arrasar con los premios de la próxima temporada en la categoría de animación. La taquilla y la asesoría psicológica que seguramente ha recibido para el guion servirán de respaldo para sus futuras postulaciones. La última película de Pixar-Disney es, más allá de su falta de originalidad, un viaje conmovedor, entretenido y autocrítico por el mundo de la salud mental y el redescubrimiento de las emociones.