Misión Kipi
La dilatada carrera de Sonaly Tuesta como periodista de viajes la ha llevado a recorrer decenas de localidades peruanas para registrar sus expresiones culturales, visibilizando costumbres y problemáticas. De esta forma, su acercamiento ha despertado una sensibilidad que va más allá del mero descubrimiento social, especialmente cuando se trata de pueblos invisibles para el radar de las autoridades gubernamentales. Como buena auscultadora de la realidad nacional, Tuesta sabe cuándo una historia merece ser contada. En ese sentido, la vida y obra de Walter Velásquez llamó la atención de la comunicadora y se han volcado en Misión Kipi, un documental familiar que se enfoca en la posibilidad de crear nuevas maneras para hacer llegar la educación a los lugares más necesitados.
Velásquez nació en los Andes y desde pequeño le llamó la atención el campo tecnológico. Cuando creció ganó una beca para estudiar cursos relacionados a robótica e informática en los Estados Unidos. A su regreso, Velásquez se sintió en deuda y decidió replicar ese privilegio académico. Empezó a trabajar como profesor de educación primaria en un colegio de Colcabamba, provincia de Tayacaja (Huancavelica), en la turbulenta zona del Vraem. Recibir y dar como mecanismo de solidaridad. El hombre recurrió a una estrategia creativa que ayudaría a consolidar su cruzada. Creó a Kipi, una robot que a través de dispositivos digitales es capaz de almacenar conocimientos y ejecutar funciones mecánicas en aras de instruir a niños, niñas e incluso a personas adultas.
Tuesta dirige, guioniza y produce Misión Kipi mezclando la veracidad del registro documental (que recoge de forma tangencial la problemática de la educación en el Perú) con un vuelo poético otorgado por la estética de sus imágenes y su narrativa parsimoniosa (que, principalmente reflejan costumbres y rituales ancestrales). De esta forma, la vida de Velásquez es un vehículo de lucha que atraviesa contextos complicados, pero que no desmaya ante la posibilidad de democratizar el aprendizaje. Si bien la película se presenta como un perfil del maestro, también tiene segundas líneas de exploración que alcanzan a radiografiar la naturaleza ancestral de las comunidades y su necesidad de una educación de calidad.
Misión Kipi es entretenida y, sobre todo, didáctica. Este último componente funciona desde la perspectiva informativa sin llegar a ser un manual de autoexploración complaciente o de aleccionamiento moral. Se trata de una historia de superación que no resiste mayores cuestionamientos. La esencia pedagógica de Velásquez está retratada sin exageraciones y reparte su foco de atención con los casos de algunos niños y niñas que van asimilando a la educación como un arma de sustento social. El documental maneja un ritmo cadencioso que va a la par de planos fijos donde destacan los relieves andinos y la luz que emanan los paisajes. Una fotografía de postal viajera que acentúa la belleza de las locaciones elegidas.
Misión Kipi es un espejo en el que muchos realizadores pueden mirarse. Apostar por trabajos de este tipo tiene un valor que trasciende a lo artístico. Las necesidades del Perú son grandes y, a veces, poco visibles. En ese sentido, Sonaly Tuesta tiene pericia para mostrar y contar una cara B que se ignora, o no se quiere entender, desde las ciudades más cercanas a los privilegios básicos que merece cualquier persona. El cine puede ser un medio de educación y este documental brilla por esa sencilla razón.