Ficción estadounidense
En una escena de Ficción estadounidense el director del Círculo de Escritores de Boston invita a Monk Elison (Jeffrey Wright), narrador y docente universitario afroamericano, a participar como jurado de un importante premio literario. La inclusión de Monk, a criterio del convocante, se debe a la falta de diversidad que normalmente nublaba el discernimiento de su letrada asociación. El intento por remediar el daño de origen racista -que arrastra a cualquier representación de la industria de la cultura y del entretenimiento- se va repitiendo de diversas formas a lo largo de la película. Sin embargo, su director, el debutante Cord Jefferson, apela a la comedia para decir que los afroamericanos viven una reivindicación bastante difusa -por no decir disfrazada- donde el estadounidense blanco reside en un constante estado de culpa superficial.
Ficción estadounidense inicia con una clase dictada por Monk en que una de sus alumnas se ofende por un calificativo racista que el profesor escribe en la pizarra. Él, con ínfulas irónicas de superación -recordemos que es afroamericano-, le hace ver que no hay de qué preocuparse. Este y otros eventos referidos a cuestiones discriminatorias fuerzan a las autoridades universitarias a mandarlo de vacaciones. A Monk no le complace tanto enseñar como escribir y cree que los best sellers solo son el fast food que ensombrece a la alta Literatura, dejándola a merced de una audiencia que solo quieren leer textos sobre temas “de negros”.
En ese sentido, Jefferson somete su película a una serie de circunstancias en que los estereotipos raciales que priman en los Estados Unidos saltan alejados de la denuncia social recalcitrante. Lo que el director propone es una cinta divertida con momentos de fineza que se burla de los intentos de igualdad, sobre todo, cuando los blancos son los que tienen la sartén por el mango. Ficción estadounidense plantea como escenario central el mundo del mercado editorial y las tendencias inclusivas sin convicción, que abogan por los marginados y los menos favorecidos. En una suerte de efecto dominó, la premisa de Jefferson salpica a la industria del cine y podría tener un eco interminable si se aplica a la idiosincrasia de las principales ciudades del primer mundo.
A nivel de argumento, lo más disparatado y gracioso de la película es precisamente aquello que la acerca hacia el conflicto central: Monk no tiene éxito como escritor serio y cede a la tentación de escribir un libro con todas las características que le exige el mercado a un novelista afroamericano: una trama llena de disparos, drogas, rap, violencia familiar, abandono temprano, lenguaje procaz, etc. Jefferson parodia el sentir blanco -incluyendo a un sector de la crítica literaria- para enrostrarle a su sociedad el mundo de apariencias en que se encuentra sostenida. Ficción americana ataca al racismo con sarcasmo, pero el resultado final se mide gracias a la inconformidad de su gris protagonista. Monk no es aceptado plenamente por sus colegas debido a la densidad de sus textos y a la vez no se siente representado por las crudas narraciones que se inspiran en historias que llegan desde los ghettos. En ese sentido, Monk es un personaje confundido socialmente que no siente el arraigo porque se niega a aceptar la suerte que le marca su contexto.
El problema central de la película está conectado a varias subtramas y otros personajes que abren nuevas perspectivas para equilibrar la capa de sorna demandante: la relación con su familia (en particular con su madre), el significado de ser gay y afro (el hermano que sale del clóset), la egolatría de los escritores (las sesiones de deliberación junto a otros literatos), la sencillez y valía de lo cotidiano (la relación de la criada de los Ellison con un veterano policía). En todas ellas, el realizador, que también ejerce de guionista, se esfuerza para que la denuncia vuele a ras del piso y no le gane el pulso a las peripecias de su sombrío protagonista. No obstante, la cinta empieza a tambalear cuando cae en la experimentación del melodrama fraternal siguiendo la receta que al mismo tiempo va criticando desde otras secuencias más mordaces. Las opciones que ofrece tanto para el clímax de la película como para su final cínico recomponen lo que pudo haber aterrizado de bruces.
Ficción estadounidense es una comedia donde los perdedores se amoldan y le sacan la vuelta al sistema desde su inserción en el mismo. También es un manual de principios que prefiere marcar distancia de la solemnidad más allá de las imperfecciones que la asaltan por ratos.