Sisu
Imaginemos a Rambo en una película de Tarantino contextualizada en Finlandia. Agreguemos que la motivación del soldado no es salvar el honor de su país sino conservar un atado lleno de oro obtenido tras largas jornadas de trabajo en una zona a la que fue desterrado. La cereza del pastel: el hombre debe recuperar su oro ante el robo que ha sufrido por parte de un escuadrón nazi.
De entrada, el argumento de Sisu es atractivo, por no decir delirante, y nos remite a las clásicas películas ochenteras de acción donde Chuck Norris con su Fuerza Delta derribaban adversarios como si fuesen palitroques. Sin embargo, la película del finés Jelmari Helander va más allá. Tiene un componente de fina ironía y unas ansias de sed gore que la hace disfrutable desde sus primeras escenas.
El nombre del filme tiene un significado especial que no encuentra traducción en otro idioma que no sea el que se habla en Finlandia. Sisu se refiere a la fuerza interior que lleva a la acción al ser humano para conseguir un objetivo que, a primera vista, parece imposible y que pone a prueba su voluntad. Sin ser algo filosófico, para los habitantes de ese país es una manera de entender la vida. Algo más que la ecuación mente más corazón.
En ese sentido, Helander construye la personalidad de un ex militar ermitaño y meditabundo -atormentado por un pasado doloroso, aunque la película no profundiza en ello- que debe luchar ante cualquiera que se le ponga delante. No importa si son nazis desalmados porque los hijos de Hitler terminan siendo pésimos aprendices de torturadores al lado del protagonista.
La narración episódica de Sisu anticipa las acciones que luego se desarrollan constituyendo una estructura previsible que insinúa una influencia de los pulp magazines de inicios del siglo pasado. Además, se percibe una evidente reminiscencia del espíritu del western, especialmente cuando los silencios crean la tensión dramática que anticipa las escenas de peleas.
También es necesario entender que esta es una película instalada en la tradición de los “personajes indestructibles”, aquellos que resisten todo tipo de vejaciones: puntapiés, puñetazos, tiroteos, cuchillazos, ahorcamientos y cualquier variante de las más atroces torturas posibles, pero que siempre saldrá victorioso. Es el alma del cine con personajes que son queribles, los que se gana nuestro cariño por más que sus hazañas no tengan un ápice de realismo. Es la fantasía de la identificación que también nos regala el cine.
Jorma Tonmila es el actor que encarna al recio justiciero. Un representante prestigioso del teatro de su país y un desconocido para la mayoría de productores de la industria cinematográfica fuera de Finlandia. Saltó al estrellato internacional cuando ganó en la categoría Mejor Actor en el Festival de Sitges por esta interpretación. Tonmila casi no menciona palabra alguna en toda la película, su fuerza expresiva está basada en sus cualidades no verbales que alimentan el carácter indómito del ex marine materializado en el salvajismo y la resiliencia que proyecta.
Sisu es un exótico referente del cine de acción en tiempos modernos que remite a un contexto pasado. Un ejercicio de venganza bien narrado donde Tonmila se reparte los aplausos con algunos de los actores que hacen de soldados nazis. Si bien es sumamente efectiva, también conoce sus límites argumentativos y no teme abusar de la violencia porque, al final de cuentas, estamos ante un divertimento de exageraciones. Una película con espíritu cinematográfico.