38 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata - I
A continuación les dejo una serie de tres críticas sobre algunas películas que pude ver en el marco de la cobertura virtual del 38 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
NUEVA ESPERANZA – Perú
El cementerio más grande del Perú ha crecido bajo la misma impronta que el país que lo alberga: informal, caótico, doliente. Por este espacio de muerte transitan dos personajes. Uno, Dzevat Seferi, hombre que llegó a Sudamérica desde la extinta Yugoslavia, construyó una piscina con vista a la necrópolis y cada noche extraña demasiado a su familia europea, especialmente a su madre. El otro, Darío Contreras, músico itinerante que recorre el camposanto llevando tristes melodías a modo de consuelo para los deudos peregrinos. A través de ambos, el cineasta peruano, Carlos Rentería, explora los efectos del desarraigo y la soledad. La atmósfera del cortometraje prodiga visos etéreos que se fortalecen cuando el director experimenta con el lenguaje audiovisual y emite señales de nostalgia, pero, en particular, de ilusión. Las imágenes de este trabajo son tan potentes e irreales que cuesta concebir que un espacio dedicado al descanso de los muertos pueda estar compuesto por un crisol de sentimientos y estampas oníricas, en algunos casos, irónicas. Rentería no apuesta por el efectismo aplicado a la explotación de la miseria. Mide los efectos de su propuesta y logra, por medio de una sólida progresión, el desarrollo de dos personajes entrañables. Nueva Esperanza es una película de sensibilidad áspera que golpea y emociona.
LOS TONOS MAYORES – Argentina
El primer largometraje de Ingrid Pokropek es un ejercicio que combina la polivalencia del cine fantástico y las oportunidades empáticas del coming age de una forma singular que tiene como escenario de confluencia a una historia tan absurda como tierna. Ana sufre un accidente y es sometida a una cirugía donde se le implanta una prótesis en el brazo. Poco después recibe extrañas señales en clave morse: su extremidad se ha convertido en algo similar a una antena. En su intento por descifrar los significados de los mensajes, Ana atraviesa las vicisitudes propias de alguien que ya está entrando a una nueva etapa de su vida. La adolescencia es abordada por la directora desde una perspectiva de exploración en que las dudas y los temores son las principales caras de su protagonista. La relaciones familiares y amicales adoptan constantes giros que exponen y revelan a Ana como alguien reflexiva, una auscultadora de su tiempo y sus posibilidades a todo nivel. Pokropek hace de la contradicción una forma precisa, y hasta natural, de la condición humana. Ese es uno de los grandes atributos de Los tonos mayores que, además, cuenta con una serie de personajes secundarios bien diseñados -Pokropek también guioniza su película- que apalancan la determinación de Ana y abren posibilidades diversas de interpretación de la realidad. Una fórmula ingeniosa de incrustar la fantasía en un entorno social difícil de procesar. En su debut, Pokropek demuestra astucia como narradora y deja un espacio para seguir pensando en la añoranza como un estado mágico.
OTRO SOL – Chile
Las historias de grandes robos o de ladrones famosos que realizaron hazañas imposibles siempre llaman la atención. No obstante, ¿qué pasaría si una historia criminal fuese narrada por los verdaderos protagonistas y por otros inventados? El cineasta chileno Francisco Rodriguez Teare incursiona en el terreno del largometraje mezclando un hecho real con situaciones ficticias dejando como saldo una película refrescante, atrevida y, hasta cierto punto, hilarante. Lo curioso es que nunca llega a invadir el campo de la comedia. La propuesta de Rodriguez sigue el mito de Alberto Cándia, un delincuente que asaltó una catedral española, que en voces de personas que lo conocieron detallan su personalidad y algunos detalles del impacto que causó su sacrílego atraco. En el fondo, Otro sol es la historia de cualquier criminal en cualquier parte del mundo que alimenta su leyenda desde las miradas de terceros que, a la vez, moldean el relato original para darle un sentido a sus propios puntos de vista respecto a la vida. En la película de Rodriguez Teare, un grupo de marginales de la ley está confinado en una zona del desierto de Atacama como castigo o por decisión propia -no se conoce exactamente, tampoco importa mucho- y reflexionan sin solemnidad sobre qué significa ser un delincuente. En Otro sol no hay lugar para la indulgencia. La película roza lo experimental en su condición de producto lúdico que provee la mirada de un director que no teme a caer en lo distinto.