Los asesinos de la luna
A nivel de estrenos, en salas comerciales, Los asesinos de la luna es la mejor película que veremos durante el 2023. Martin Scorsese vuelve a demostrar que la variable tiempo es tan relativa como secundaria. A sus 80 años, el director neoyorquino evidencia un estado creativo en plena forma: agudísimo en cuanto a la interpretación de la realidad histórica e inquietante en el manejo de la narrativa audiovisual.
Scorsese sigue siendo osado: filmar una historia de tres horas y media -nuevamente la variable tiempo- no es algo que agrade a todos; especialmente, si tomamos en cuenta los hábitos de consumo de nuevas audiencias que se distinguen por el visionado de breves contenidos audiovisuales en redes o la creciente demanda de series vía streaming. En mayoría, son las películas de superhéroes -urticaria personal para el propio Scorsese- las que se extienden para satisfacer un sistema de exhibición alimentado por el fanservice.
La nueva historia de Scorsese se basa en el libro Los asesinos de la luna de las flores: Los crímenes en la nación Osage y el nacimiento del FBI, de David Grann -autor de Z, la ciudad perdida-. Al igual que el texto, el cineasta sigue la ruta que denuncia una serie de asesinatos y expropiaciones a manos de indiscriminados hombres blancos que desplazan a los más prominentes líderes de la comunidad indígena Osage instalados en Oklahoma. Sin embargo, el director hace hincapié en uno de los temas que ha cruzado con insistencia su amplia filmografía: la corrupción.
Ernest Burkhart (Leonardo Di Caprio) es un ex soldado que regresa sin un centavo a los Estados Unidos tras pelear en la Primera Guerra Mundial. Acude a su tío William “The King” Hale (Robert de Niro), un personaje rico y respetado en territorio indio, en busca de oportunidades que le permitan salir adelante. El hombre maduro le consigue un trabajo como chofer y así conoce a Mollie (Lily Gladstone), figura influyente de los Osage. Hale busca emparejar a los jóvenes para preservar el patrimonio económico de las dos familias o, mejor dicho, sus propios intereses.
Todo empieza a torcerse cuando los más prominentes líderes indígenas son asesinados sistemáticamente sin que las autoridades se molesten por averiguar quiénes podrían ser los victimarios. La razón detrás de los terribles eventos es el control del petróleo que sale a borbotones en los campos abiertos de la comunidad autóctona.
En una clara intención que denuncia el avasallamiento étnico que han padecido los pueblos originarios estadounidenses, Los asesinos de la luna revisiona lo que ha sido la construcción social de un país erigido sobre la vulneración de los derechos humanos de sus antepasados. Sin embargo, Scorsese lo hace a dos niveles de corrupción: uno institucional y otro moral. En la película, la policía y la fiscalía no son, precisamente, ejemplos de integridad. Más bien son viles representantes del egoísmo y la ambición desmedida que con el paso de los años se ha normalizado por medio de la invisibilización violenta de las raíces indias.
Por otro lado, Hale y Burkhart simbolizan la escala más baja de la decadencia del ser humano. Calculadores hasta la médula, ambos personajes encarnan un viciado sueño americano donde cualquier fin justifica los medios. Incluso el asesinato. Buenos muchachos (1990), Los infiltrados (2006) o El irlandés (2019) también dan cuenta de esta obsesión de Scorsese por mostrar los manejos del poder criminal entre bambalinas, a través de relatos donde la narrativa parece un trabajo hecho a mano, único, sin mayor alarde por lucir sofisticado, pero que siempre sorprende por su intensidad. Y es que Scorsese es un experto en la construcción de realidades complejas -sino recordemos Calles peligrosas (1973) o Gangsters de Nueva York (2002)- sea en clave dramática u orientado hacia los mecanismos del thriller.
Los asesinos de la luna tiene un espíritu narrativo dual que en primera instancia la coloca como un drama familiar que después va mutando hasta convertirla en un pieza de suspenso muy bien hilvanada. También cabe el romance revelado desde dos dimensiones sociales muy opuestas -la del hombre blanco y la que otorga la nación Osage- lo que obliga a entender el proceso de transculturación desde una óptica colonizadora. Es decir, hasta el amor adopta condiciones de conquista social que Scorsese detalla con sutileza.
Los asesinos de la luna representa una historia violenta que revive el abuso del poder ejercido por fuerzas paralelas a la autoridad, corruptas y codiciosas. Una película que funciona como estampa perenne y que hasta hoy no encuentra una dimensión de justicia al mismo nivel del abuso cometido. Con este trabajo, la maestría de Martin Scorsese vuelve a lucir reafirmando que es uno de los creadores más importantes de la historia del cine.