La decisión de partir
Se podría hacer un tratado minucioso y poliédrico de las formas en que Park Chan-wook aborda el tema de los amores imposibles en sus películas y aún así no bastaría para explicar la complejidad de su enfoque sobre las relaciones humanas. Si queremos ser más generalistas, el director surcoreano propone una concepción del amor tan peculiar como perversa que la interdependencia que sufren sus personajes tan solo es una sombra alargada que cubre un universo de frustraciones, delirios y riesgos. Lo vimos en la Trilogía de la venganza por medio de la violencia y en La doncella a través del erotismo. La manera de llevar adelante el descubrimiento del romance, y su entrega a la tentación del enamoramiento sin límites, convierten a las piezas de Park Chan-wook en intensos ejercicios de apasionamiento.
La decisión de partir es un neo noir, pero, ante todo, es una historia de amor tóxico que anhela liberarse de las culpas y alcanzar una torcida redención, sin importar el daño colateral que ocasione. La historia va por este camino: un hombre muere al caer de la cima de una montaña y su viuda, Seo-rae, poco a poco se convierte en la principal sospechosa del hecho. El policía a cargo de la investigación, Hae-joon, profundiza en las averiguaciones y encuentra indicios que la llevan a culpar a la mujer. Sin embargo, arrastrado por el deseo, pierde la cabeza y se enamora de ella. Seo-rae es china y para comunicarse de manera fluida utiliza un traductor instalado en su teléfono celular. La barrera idiomática confunde a Hae-joon, surcoreano y de pocas palabras, pero también lo arrastra hacia el mundo desconocido de la misteriosa mujer.
El director apela a un redescubrimiento de las relaciones amorosas poniendo en el medio del lío un ambiguo valor para lo que significa el sometimiento. La mujer manipula al detective por medio del lenguaje y sus difusos pensamientos, algo que Park Chan-wook aprovecha desde una narrativa de rasgos evocativos y poéticos. Por otro lado, sobrevuela la idea de que el detective acepta este juego de seducción porque es él quien protege o tiene el control de la situación en su condición de autoridad. Una idea que solo él cree y que se diluye conforme va quedando más enganchado con la mujer. A mitad de película, serán los giros argumentativos los que definan las posiciones de poder y de pasión entre ambos personajes. Park Chan-wook nos da alternativas para pensar que el amor es cambiante, doloroso e incomprensible al punto en que pensar sobre un idealismo del romance es una quimera.
Las mujeres en el cine de Park-Chan-wook siempre han sido piezas de representación del poder. Al igual que en La doncella, en La decisión de partir la figura femenina seduce sin que su fatalidad se imponga de forma explícita. La indiferencia inicial y la frialdad selectiva, en momentos claves de la historia, hacen que Seo-rae acuse de un magnetismo tortuoso para Hae-joon. La mujer puede llorar, pero nunca podremos saber si sus lágrimas son honestas o la consecuencia de acciones pasadas, de sueños truncados, de conveniencias urgentes. O quizá de su consciente incapacidad para amar. El director nos lleva a pensar en esto hasta que, fiel a su estilo, destruye todo sentido de lógica proveyendo a sus personajes de reacciones psicológicas donde sacan a relucir otras capas de sus oscuras personalidades.
Por este trabajo Park Chan-wook ganó la Palma de Oro como mejor director en la edición del año pasado del Festival de Cannes. Su recorrido fue arrasador y confirmó la valía de un artista que nunca se duerme en sus laureles. Un creador definido por su espíritu provocador. Un esteta de la composición y un manipulador del ritmo preciso.