Air: la historia detrás del logo
Hace unos días Alex Convery -guionista de Air: la historia detrás del logo- contaba a la revista Variety que la espera para la aprobación de su último trabajo, a juicio de Michael Jordan, fue muy estresante. Ben Affleck, director de la cinta, tenía claro que si la ex estrella de la NBA no daba el visto bueno al libreto de Convery, los planes para recrear el proceso del fichaje de Jordan por parte de Nike se convertirían en sueños rotos. Felizmente, el ex basquetbolista aceptó y ahora podemos disfrutar de una película que refuerza el oficio de Affleck como realizador y pone en vitrina la destreza de un guionista que, sin pecar de exagerado, remite a lo hecho por Aaron Sorkin en Red Social. Sin embargo, el enfoque acerca del marketing deportivo está blindado por un maniqueísmo burdo que, al final, deja algunos sabores agridulces.
Air: la historia detrás del logo sitúa al espectador en la década de los ochenta, tiempo en que Adidas y Converse eran las marcas representativas de calzado deportivo para las promesas y las estrellas del basquetbol estadounidense. Nike estaba más orientada al running y ansiaba fichar a jóvenes prospectos para levantar la imagen de su alicaída línea de baloncesto. Tras negociaciones que apelan más al idealismo de un fair play comercial que al evidente sentido mercantil de una corporación, la familia Jordan firma con Nike el contrato que revolucionará la industria del marketing en los campos de juego.
Matt Damon -que además de ser coproductor junto a Affleck y otros ejecutivos- encarna a Sonny Vaccaro, un cazatalentos de Nike que tiende el puente entre los Jordan y la empresa. Es el personaje que hila la historia y hace posible el cambio de mentalidad de sus superiores -Phil Knight (Affleck), fundador del emporio; y Rob Strasser (Jason Bateman), su gerente de marketing-. Para el realizador, Vaccaro es el hombre persistente y soñador que persigue metas imposibles a riesgo de cualquier consecuencia, mientras que todo su entorno -personajes, circunstancias, decisiones- representa el conservadurismo que enoja a la idiosincrasia estadounidens en términos de liberalismo económico.
Air: la historia detrás del logo tiene mucho de fábula con moraleja. Se sostiene por un sospechoso american dream marcado por la identidad de una sociedad que reluce su capitalismo más primitivo. Está protegida por un tipo de justicia deportiva pendular donde más se asiente de lo que se cuestiona. Affleck y Convery logran potenciar un relato cargado de vértigo que crece en intensidad con el transcurrir de cada escena. En ello radica la paradoja: la inocua visibilidad de un sistema económico voraz que va disfrazado de reforma social, pero que está revestido de una narrativa magnífica.
Está tan bien construida la película que podríamos caminar por su metraje como compañeros solidarios que reclaman justicia para los “indefensos deportistas” que están siendo sometidos por la influencia de las marcas. La habilidad de Affleck como narrador se contamina al ser tan “fiel” a la historia real -bajo el escrutinio de Michael Jordan, evidentemente- lo que le impide darse alguna licencia o riesgo argumentativo que se aparte de la versión oficial. Por momentos, Air: la historia detrás del logo parece una película de encargo que está atada a una silla eléctrica.
Aún así, tiene elementos narrativos que se acercan a las grandes películas de Steven Spielberg gracias a la notable construcción de su ritmo. El magnetismo del cine clásico al momento de elaborar historias donde el sueño americano adquiere ribetes de orgullo y resiliencia es otra de las fuentes de las que beben Affleck y Convery. Las mismas que han definido a cineastas como Clint Eastwood, por ejemplo. No obstante, ser tan esquemático y representativo de un sistema socioeconómico y de una industria que aplaude las historias de emprendimiento le resta brillo a la nueva película de Ben Affleck.