Tár
Ascenso y caída. Hienas que esperan el menor descuido de su presa para volcarse sobre esta. Hienas postergadas, ariscas y resentidas. Seres que viven de la envidia que les produce el reconocimiento ajeno y público. La supuesta presa está en plena forma y para las hienas puede ser un trofeo inalcanzable. La presa ostenta la admiración del resto. A pesar de ser poco simpática es el centro de todo. No es una presa inocente. O mejor dicho, no se percibe como una presa ni como inocente. Es una fuerza magnética que destruye y crea y vuelve a destruir para regresar sobre los pasos del proceso creativo, siempre en búsqueda de la perfección. Un enfermizo círculo vicioso. Un agujero negro donde todo se pierde, incluso las hienas que miran de lejos. Pero, ¿qué sucedería si la presa empezara a supurar debilidades y no se sintiese tan fuerte y decidida como parece ser? ¿Qué pasaría si las hienas cancelan la autoridad de su eterna rival y aprovechan la ocasión para vejar sin piedad a quien todo el tiempo tuvo una pata sobre sus cabezas?
Más allá de sus múltiples lecturas, decido ingresar a Tár, la última película de Todd Field tras 16 años de silencio cinematográfico, por su lado político y más actual. Por un enfoque que abre heridas para mostrar a un ser mezquino que cae en desgracia cuando sus secretos y errores son revelados con saña. Tár es un genuino biopic que muestra la gloria y debacle de Lydia Tár, una ficticia directora de orquesta que tiene influencia sobre todo lo que la rodea: su carrera artística, su entorno familiar, los medios de comunicación. Field propone un vistazo al poder desmedido, aquel que sin autorregulación se torna abusivo y cruel. Toma la figura de una mujer que se considera superior al resto, que maltrata a quienes no están a su altura y que al quedar a merced de sus detractores se convierte en una presa codiciada. Tár es un tratado de tópicos que revelan la compleja competitividad del mundo de la música clásica, pero también formula una manera de entender la escena musical desde el conocimiento de sus protagonistas. El saber es poder. No en un sentido colaborativo sino en una dirección subyugante. Lydia viste de arrogancia y es consciente de ello.
En tiempos donde la ética o la filosofía son tan necesarias para contrarrestar las consecuencias de las maneras en que nos comunicamos y que gobiernan los entornos digitales, Tár diseña un audaz retrato de la cultura de la cancelación y de los juegos morales dicotómicos que juzgan como si todos fuésemos inmaculados con alma de verdugos. Lydia, fuera del espectro artístico, es patética y compasiva. Fields cuida que la multidimensionalidad de su personaje no se desbarranque por la ladera de la maldad. Para que todo sea más auténtico, el renacido director lanza a la mesa su mejor carta, la que sostiene en gran parte a toda la película: Cate Blanchett.
Su trabajo en Tár es excepcional. Al encarnar a una obsesiva directora de orquesta no solo lleva al límite el cuidadoso y detallado proceso creativo que distingue a una artista controladora, sino que muestra a un personaje cargado de matices. Lydia Tár es una deidad viviente para sus seguidores gracias a las ejecuciones maestras de las piezas que dirige. Es talento natural, pero también es temperamento a raudales. Sin embargo, Lydia no es una buena persona. Es un misterio y un fantasma. Tár tienen tintes claros de película política donde el boicot o la cultura de la cancelación cruzan la historia central que envuelve al personaje de Blanchett. La lectura subrepticia de un sistema manipulador fomenta el carácter de una artista, Lydia, que también necesita el control y lo ejerce por medio de la música. En ese contexto, Blanchett utiliza a su favor la ejecución de un lenguaje no verbal potente que es la extensión de la idea de dominio frente al séquito de músicos que la secundan en la ficción.
Tár es exigente como producto cinematográfico por su fragmentación narrativa y su estilo visual -elegante, minimalista-. Estamos ante una obra compleja que pone en vitrina los juegos del poder en medio del ámbito artístico. Tár es un despliegue de monumentalidad actoral por parte de Cate Blanchett. Y, por último, comprende un amplio campo de temas que confluyen en la lucha eterna entre los cazadores y los cazados, sin importar de donde venga la necesidad por salir victorioso.