Sin novedad en el frente
Corren los tiempos de la Primera Guerra Mundial y Europa se desangra. Alemania ve como sus aspiraciones por conquistar el Viejo Continente se desvanecen. Va perdiendo territorios y sus adversarios se imponen en cada batalla. La reserva de soldados germánicos mengua. No queda otra opción que llamar al frente a los jóvenes sin experiencia, a los civiles que perciben el conflicto con expectativas y dudas. Lo que no imaginan estos inexpertos hombres es que la guerra va más allá del dudoso acto heroíco o el regreso triunfal entre palmas y condecoraciones.
La nueva adaptación de la novela antibélica del alemán Erich Remarque es un intenso y destructivo viaje sin retorno al infierno de la guerra. Sus sacrificados personajes -un grupo de jóvenes idealistas que confundidos por el perverso discurso hegemónico de sus insanas autoridades y los efectivos aparatos de propaganda- pasan de la ilusión hacia el cinismo para terminan siendo carne de cañón engullida por un contexto político cruel, inhumano e indiferente.
Dirigida por Edward Berger, Sin novedad en el frente apunta, por un lado, en la línea de Salvando al soldado Ryan o Hasta el último hombre, cuando recurre a la espectacularidad en las escenas de batalla; y por otro, en la ruta de La delgada línea roja, debido a su hondura reflexiva cuando explora la conducta de sus cambiantes personajes centrales. Más que ser una mezcla de influencias de buenas películas del género bélico, la mirada de Berger apunta a balancear acción y melodrama sin perder el norte de la crítica directa a los censores del poder.
El bronco traje de la heroicidad se desvanece cuando el director suizo-alemán perfila su historia desde el miedo latente y constante. Paul Baumer (Felix Kammerer), protagonista del film, no sabe lo que es pelear en una batalla. Lo único que le importa después de su primer encuentro con la muerte, en medio del fuego cruzado, es sobrevivir. El realizador sitúa a hombres ilusos que persiguen emociones diferentes a las del mundo monótono en el que viven para insertarlos en un conflicto del que saben poco o nada. Ser reconocidos como los hijos que defendieron a la patria ya no será una prioridad. El deseo de los adolescentes armados por “llegar a París” se convertirá en una letanía trasnochada.
A diferencia de los remakes anteriores, la última entrega de Sin novedad en el frente se ampara en un trabajo fotográfico que es fundamental para trasladar tonalidades que interpretan una quietud siniestra que envuelve los tiempos muertos cuando los soldados esperan, con resignación y pánico, el fragor de la batalla. La belleza de las tomas panorámicas de tupidos bosques o de la campiña francesa contrasta con el horror de los combates cuerpo a cuerpo, siempre bajo el velo de una paleta de colores que va de los grises a los azulados y que transmiten desesperanza.
Sin novedad en el frente también tiene méritos técnicos indiscutibles -la edición de sonido y el montaje visual son magníficos por su preeminencia en las secuencias de acción, especialmente-. Lo poco que se le puede reprochar a esta película son las escenas en que las cabezas de los bandos enfrentados buscan el armisticio. A través de momentos con poca tensión y bastante previsibilidad, más allá de lo que la Historia ya nos haya contado, todo se siente rutinario al punto en que algunos de los militares parecen caricaturas con uniforme. Sin embargo, no hay motivos para descalificar a esta gran obra, una de las mejores del cine bélico reciente.