Terrifier 2
Hace seis años se estrenó Terrifier. El boca a boca hizo que la cinta de bajo presupuesto alcance un lugar de referencia entre los amantes del gore; sobre todo, en los jóvenes seguidores del género. Más que su trama -sencilla, repetitiva y previsible- lo que más llamó la atención fue el aire refrescante que dio al cine de terror. Entre tantas películas que parecen estar fabricadas por la misma máquina, Damien Leone parió a un villano magnético: Art, el payaso. El director y guionista, de apellido ilustre -aunque sin parentesco alguno con el gran Sergio-, diseñó un nuevo freaky: alto y desgarbado como una palmera torcida, de nariz aguileña con un lunar en la punta, carcajada tenebrosa que no emite sonidos, voz sustituida por movimientos de mimo, diminuto y ridículo sombrero de lado, misteriosa bolsa de basura al hombro y, especialmente, un sadismo desproporcionado que remueve los estómagos más duros. Leone construyó un arquetipo delirante que era capaz de sentirse como algo aborrecible por sus actos excesivos y con el que se podía empatizar gracias a sus momentos de humor negro. No obstante, su objetivo solo consistía en matar por matar. Sin excusas ni pasados. No era extraño suponer que una segunda parte llegaría. Aunque tardó mucho tiempo.
Terrifier 2 está más elaborada que su predecesora. Su historia está sostenida por una trama más compleja que se potencia con giros trasladados a los campos sobrenaturales, oníricos y fantásticos. Si en la primera entrega de Leone los cabos sueltos cedían a la espectacularización de la sangre, en la nueva película Art tiene mayor trasfondo e incidencia argumental, sin que por ello se descuide el obligado baño de violencia. Evidentemente, el mayor metraje (más de dos horas) respalda la ambición narrativa del director. Art no es un payaso cualquiera. Si antes pensábamos que la desmesura de la primera parte nos obligaba a mirarlo con dudas, en Terrifier 2 se confirma que Art traspasa el ámbito terrenal. El psicópata acecha desde los sueños (sin llegar a ser Freddy Krueger) y tiene una resistencia física a prueba de todo tipo de vejaciones (Michael Myers, Leatherface y un largo desfile de personajes icónicos del terror respiran en la nuca del nuevo espécimen). Y es precisamente en esa indestructibilidad que Leone cimenta las bases de su festival sanguinolento. A más posibilidades de vida para Art, más opciones de seguir enfrentándose a múltiples víctimas y más oportunidades de ver torturas para decirle al espectador que no está ante una película dirigida a un público sensible. Aquí no hay lógicas ni grandes esfuerzos por crear una historia magnífica o de terror arte (caso A24). Eso no importa mucho. Esto es gore puro, duro y recalcitrante. Leone ama el género y se regocija en sus mecanismos narrativos, en lo apabullante que puede ser la puesta en escena.
En Más allá del bien y del mal, Nietzsche decía que de tanto luchar contra monstruos, el ser humano debería cuidarse para no convertirse en uno de ellos porque “cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”. ¿Hasta qué punto puede llegar el vendaval de escenas duras que propone Leone y cuánto podemos soportarlas? El espectáculo del asesinato como rito de choque entre lo posible y lo inverosímil o entre lo soportable y lo inadmisible tiene un origen en el miedo latente que habita en cada uno de nosotros. Sin distinción. John Carpenter aseguraba, palabras más palabras menos, que a él le asustaba lo mismo que a cualquier ser humano y que el terror es potente porque revela nuestra propia naturaleza temerosa. Leone juega a potenciar los miedos y entiende que su película se puede asimilar desde la transfiguración de la perversidad gráfica si se incluyen otros elementos que parten de géneros ajenos tales como la comedia o el melodrama. Art es un personaje mudo y gestual que exagera sus maneras sin llegar a ser disforzado. Es su naturaleza. También es patente que Leone recurre a elementos chaplinescos para matizar algunos rasgos de su personaje central. Algo que no se apreciaba en la película de 2016.
Terrifier 2 se vuelve a instalar en un contexto idóneo: Halloween. La antagonista de Art (nuevamente encarnado por David Howard Thornton) es Sienna (Lauren LaVera), una muchacha que ha perdido a su padre y vive a merced de una madre que debe lidiar con el trabajo y las tareas domésticas. El hermano adolescente de Sienna, Jonathan (Valentin Torres) tiene una extraña fijación por los asesinos en serie, los nazis y misteriosos casos de asesinatos sin resolver. Los dos hermanos cargan pesadas mochilas de frustración e incomprensión social. Además, no han cerrado las heridas dejadas por la partida del padre. Ése mismo dolor será el que alimente la furia de Art cuando se cruce en las vidas de Sienna y Jonathan dejando una larga fila de muertos. A la vez, la nueva película de Leone abre un espacio para mostrarnos a seres confundidos que necesitan ser escuchados. Sin duda, otra línea que la diferencia de su predecesora.
Terrifier 2 es un banquete de tripas, sesos, pieles y sangre, sobre todo, sangre; pero también es una mirada moderna, en clave maximizada de horror, de otras películas tipo Pesadilla en Elm Street, diversos slashers ochenteros y hasta Saw. Wes Craven, Sam Raimi, Tobe Hooper también están presentes en las ideas de Leone. Terrifier 2 no es mejor que otros estrenos de terror del 2022 como X, Bárbaro o ¡Nop!, pero sí da para esperar la siguiente entrega de Leone con mucho entusiasmo. Ya sea con Art, el payaso, o desde otro título.