Sonríe
Muy de vez en cuando aparecen en las carteleras de los multicines películas de terror que sean estimulantes. Lo habitual es que nos topemos con productos de fórmulas tan repetidas que hacen de la propia experiencia algo insufrible o risible. Felizmente, Sonríe no encaja con el molde. Valgan verdades, más que ser un filme original y deslumbrante es una pieza de homenajes, una recolección indirecta de obras de terror que funciona por su trama y su narrativa.
Una tarde, Rose Cotler (Sosie Bacon), psiquiatra diligente y amante de su profesión, recibe a una paciente nueva… que se suicida frente a ella. La sorpresiva muerte tiene como última imagen el rostro sonriente de la joven mujer. Aquella estampa siniestra recorrerá los sueños y las alucinaciones de Rose en los siguientes días. Sin embargo, un ente maligno será la verdadera causa de su zozobra, el mismo que pasa de cuerpo en cuerpo para autodestruir a sus víctimas.
Desde Arrástrame al infierno hasta El aro, pasando por Babadook o It Follows, y muchas otras más, Sonríe se identifica con el tipo de terror que acecha a partir de lo desconocido, lo impredecible, lo que nadie más puede percibir sino es la víctima, aquella que pasa por desquiciada cuando, en realidad, es la única que tiene la solución ante lo paranormal de la circunstancia. Este mecanismo es muy bien aprovechado por Parker Finn al punto que su destreza narrativa no parece la de un director debutante en largometrajes. Laura Hasn’t Slept es el nombre del cortometraje, firmado por el propio Finn, que inspiró a Sonríe donde se aborda la historia de una mujer que busca ayuda médica al padecer de una pesadilla recurrente. Y también es bueno.
La actuación de Bacon es otro de los puntos que sostiene a la película. Junto a la aparente fragilidad física y el desmoronamiento mental de su personaje, la actriz se lleva cada escena por delante a fuerza de una intensidad que no se diluye en histrionismos ni exageraciones. Un rol creíble y acorde a un guion con mucho ritmo. Finn compone la trama – recordemos que también es el guionista – explorando el entorno sentimental de la doctora compuesto por su novio y su exnovio – complejo y atractivo triángulo amoroso – a fin de que las luces también caigan sobre los dos hombres que simbolizan una endeble zona de confort y el fracaso de una experiencia pasada, respectivamente.
Sin embargo, Sonríe es una película que explora las secuelas que deja la culpa, sobre todo cuando la raíz de los problemas se instala en la infancia. Rose siente que cuando fue niña hizo poco por salvar a su madre, alcohólica y adicta a los fármacos; la doctora carga una nube de pesar que solo podrá disipar si afronta sus viejos recuerdos sin titubeos. De esta manera, los episodios paranormales la guiarán por un camino retrospectivo en búsqueda de saldar cuentas.
Si hay algo que reprocharle a Sonríe son los recursos que emplea en los minutos finales de su metraje. Lo que tan bien se construye termina empañándose por la utilización de clichés sobredimensionados por efectos especiales bastante hilarantes. A diferencia de otras películas, por ejemplo La bruja, el último tramo de Sonríe no es sutil ni elegante, todo es tosco y evidente.
Este defecto deja un sabor amargo que impide seleccionar a esta película como la mejor del año en su género. No importa, igual sigue siendo un ejercicio apreciable que, posiblemente, tenga buena acogida entre la audiencia.