Being The Ricardos
Durante los años cincuenta del siglo pasado Lucille Ball era conocida como la novia de los Estados Unidos por su arraigo popular a costa del trabajo que desempeñó en la televisión de ése país. La serie Yo amo a Lucy hizo que la comediante se convirtiera en un ícono de la actuación y de la sociedad estadounidense. Junto a su esposo en la vida real, Desiderio “Desi” Arnaz, encarnaban a un matrimonio de ficción donde ella, bajo el manto de la inocencia, cuestiona sutilmente el rol femenino en una sociedad machista -aunque sin romper la cáscara anti emancipadora de la época-, mientras que él interpreta a un músico de raíces cubanas con aspiraciones hollywoodenses. Ellos, en la ficción, eran Lucy Ricardo y Ricky Ricardo.
Yo amo a Lucy batió récords de sintonía y hasta hoy está considerado en muchas partes del mundo como uno de los mejores programas cómicos del siglo XX. Sin embargo, la vida de Lucy y Desi fuera de los reflectores no sintonizaba con el valle de carcajadas que proyectaba la pantalla chica. Rumores de constantes infidelidades, celos profesionales, dependencia mutua, acusaciones de comunismo contra ella, alcoholismo y ludopatía contra él, entre otros galones, a veces bien ganados, otras veces exagerados o inventados, hicieron de los Arnaz Ball una pareja tan adorada como temida. La complejidad de sus vidas y la influencia del contexto de la Guerra Fría en el público de la época han sido abordadas por Aaron Sorkin a través de su último filme producido por Amazon Studios, Being The Ricardos.
Desarrollada en un arco temporal de siete días, Being The Ricardos está narrada a modo de falso documental en el que se describe a fuego lento y minucioso el panorama de la televisión estadounidense y el rol que ejercieron los guionistas, broadcasters y auspiciadores. Todo con fulminantes líneas de cinismo donde el epígrafe perfecto podría equivaler a la manida frase “el espectáculo debe continuar” o “el guion lo aguanta todo”. Sorkin también aprovecha la oportunidad para cargar contra algunos temas específicos: la “cacería de brujas” del exsenador Joseph Mc Carthy y su infame comisión anticomunista, el papel secundario de la mujer en la vida social y artística de aquel tiempo, la construcción del mito popular y su deuda con la opinión pública, pero Being The Ricardos es mucho más que la radiografía de una etapa histórica o la turbulencia de un matrimonio tirado por la irracionalidad y el dolor. Esta película es una muestra de contundencia a nivel de guion cinematográfico.
Los diálogos de Sorkin se distinguen por su velocidad y están superpuestos como las capas de una secuoya -vigorosas y colosales-, a través de diversas voces, pensamientos y acciones, para justificar, en este caso, las intervenciones de los dos personajes protagonistas que prevalecen y desbordan la pantalla gracias a sus complejas naturalezas. Es decir, a mayor reacción, espontaneidad y locuacidad por parte de Nicole Kidman y Javier Bardem, quienes hacen de Lucy y Desi, mayor también será el énfasis en la fuerza y la solidez de cada escena. Una muestra evidente y rigurosa de la fórmula guion-dirección de actores que Sorkin ha pulido con el paso del tiempo.
Este sello, que también se aprecia como un calco de formas expeditivas en otras películas del mismo autor, caso Molly ́s Game o El juicio de los 7 de Chicago, nos lleva a pensar que Sorkin no solo es un gran guionista -The Social Network es un sublime ejemplo de ello- sino que empieza a jugar en las arenas de la dirección, por ejemplo, en paralelo a otro gran realizador de nuestro tiempo: David Fincher. Y no es una exageración o la antojada comparación entre dos hombres que ya trabajaron juntos y que también han firmado, por separado, notables participaciones en la nueva época dorada de las series televisivas: The West Wing, a cargo de Sorkin; y algunos capítulos de The House of Cards y Mindhunter, bajo la responsabilidad de Fincher. Se trata de comprender y volver a mirar con detenimiento a uno de los principios elementales de la cinematografía: el guion. Algo en lo que Sorkin aventaja a Fincher.
El oficio natural de Sorkin transita por los mismos caminos creativos y comparte las mismas preocupaciones artísticas que experimentaron Billy Wilder o John Huston, y que experimentan Paul Schrader, Spike Lee o Quentin Tarantino. Sorkin conserva la perspectiva del cineasta que desea controlarlo todo: desde la génesis de la idea que se plasma en el borrador del primer libreto hasta el encajamiento de los actores y las actrices que revitalizan sus películas. Sorkin va más allá del método de trabajo, mira la unidad inquebrantable del binomio texto-acción como un espacio soberano que le prodiga armonía.
El segundo pilar de Being The Ricardos es la actuación de Kidman. Una actriz que no teme a la exageración o a aproximarse al desborde, al ridículo que la podría caricaturizar. Kidman es firme y pendular. Con el papel de Lucy recorre circunstancias de fragilidad emocional y empoderamiento creativo que generan piedad y temor. Kidman, que en los últimos años ha actuado menos aunque cada vez mejor, firma un trabajo que le podría allanar el camino para cosechar varios premios.
Being The Ricardos es contundente y explosiva, pero también guarda un halo de dulzura que solo pueden reflejar las relaciones integradas por personajes irrepetibles, amantes de ellos mismos. Sus poderosos diálogos siguen siendo las señales de un fabuloso guionista que ya se asienta como un buen director y del que se seguirá exigiendo más porque tiene el oficio de los maestros del guion. Aaron Sorkin sí mira para arriba.
* Being The Ricardos se puede ver en Prime Video.