Monstruo
Desde la perspectiva del drama judicial, Monstruo narra la historia de Steve Harmon (Kelvin Harrison Jr.) un muchacho que es acusado de participar en un asalto que culmina con el asesinato del dueño de un negocio de barrio. El proceso legal -extenso, desgastante y prejuicioso- al que tendrá que allanarse el joven es el eje principal de la ópera prima de Anthony Mandler, una película que aborda el tema del racismo desde una mirada equilibrada y sin maniqueísmos.
Lo que más remarca el director es el enfoque que otorga al aspecto de la culpabilidad. Ser afroamericano significa parecer sospechoso de cualquier acto a priori. Es decir, el prejuicio está presente todo el tiempo y no contempla la condición social, económica, o las circunstancias académicas que involucran a Steve, un muchacho con privilegios comparado a un sector importante de adolescentes que viven en la misma área geográfica.
Steve es talentoso y siente una pasión muy fuerte por la fotografía y el cine. Percibe que la calle es el campo perfecto para cosechar historias. Sin embargo, su curiosidad por las costumbres del mundo urbano y su destreza en el manejo de la luz lo llevarán a conocer a otros muchachos que miran la vida desde una óptica más dura y realista.
El redescubrimiento de lo que significa pertenecer a un sector marginado históricamente es para Steve una sorpresa que narrativamente no cuaja del todo, sobre todo cuando el director plantea circunstancias algo cándidas, aunque ello no quita que el desempeño de Harrison Jr. esté a la altura de un tema sensible y polémico.
Monstruo está contada en primera persona con locución en off y en contra lo que puede pensarse cuando se usa este recurso y se cae en un ejercicio didáctico de formalismos o de historias instructivas que apelan a la autocomplacencia, la obra de Mandler lleva al espectador hacia una constante reflexión sobre lo implacable que puede ser la interpretación de la ley sin que ello corresponda, precisamente, al principio de justicia que debería tener.
El flashback es el otro recurso que predomina en la narración de Monstruo. Bajo este mecanismo es que podemos conocer la vida familiar y académica de Steve, facetas fundamentales para entender al personaje en su derrotero por los pasajes judiciales y el desenlace de la historia. La cuota de suspense para determinar si Steve es culpable o inocente se prolonga hasta el final de la historia sin que se caiga en una manipulación frívola del tema, sin jugar a la adivinación lúdica. Ello es bueno porque Mandler sabe que el potencial de su historia podría hacerlo tropezar con una parábola de correctismo, no obstante, elude ese camino apoyándose en un guion bien estructurado que cuenta con el respaldo de las actuaciones de Paul Ben-Victor, en el rol del fiscal inquisidor; y Jennifer Ehle, como la abogada defensora de Steve.
Son varias las películas y series que ponen al racismo como eje y centro temático de manera inteligente. Entre los mejores exponentes de los últimos años están: Moonlight, El infiltrado del KKKlan, Enmienda XIII, Atlanta y Así nos ven. Monstruo -de buen estreno en el Festival de Sundance en el 2018 y distribuida por Netflix desde hace algunas semanas- tiene méritos suficientes para integrar esa selecta lista.