XI Festival Al Este: Nina Wu
La compañía teatral donde trabaja Nina es poca cosa para sus aspiraciones como actriz. Ella está segura de que su carrera solo podrá despegar si se asienta en Taipéi y se involucra en la industria del cine. Sin embargo, una vez instalada en la capital taiwanesa su tiempo se dividirá entre las transmisiones en vivo que hace por redes sociales, a modo de influencer erótica, y sus pocas apariciones en cortometrajes de dudoso prestigio.
Cierto día, Nina recibe un ofrecimiento para actuar en una película de espías. Al parecer, la gran oportunidad ha llegado. El único motivo que la hace dudar es que deberá aparecer completamente desnuda. Solo le queda mirar hacia adelante.
Tras un rodaje turbulento, donde el director es algo más que un manipulador abusivo, Nina va trastocando la realidad hasta colocarla en un cúmulo denso de experiencias extremas como la peligrosa demencia de su despistado padre, los actos libidinosos que sufre por parte del productor del film donde actúa y un amor lésbico que la mantiene en estado de melancolía.
En suma, Nina lleva al espectador por los túneles de las probabilidades más turbias sin que lleguemos a distinguir qué es lo que más le conviene, le gusta o la oprime.
Nina Wu, en un paralelo imaginario, también pudo haber tenido como base un guion titulado David Lynch en Taiwán y la cruda recreación de la misoginia en la industria del cine moderno. Varias razones respaldan tal afirmación.
Entre ellas, el desvanecimiento de la cordura a través de pasajes confusos e intercalados por los que desfilan situaciones alegóricas, fantásticas y oníricas. Otra: las pesadillas psicológicas de un puñado de personajes autodestructivos que fijan su trascendencia en el sufrimiento y, en menor medida, en el placer que otorga la venganza. Otra: el sometimiento afectivo y sexual que sufre la mujer ante la posición de poder que adquieren algunos hombres de la industria cinematográfica. Claves chocantes que están moldeadas por un esteta brutal llamado Midi Z, director nacido en Birmania y que de adolescente se trasladó a Taiwán, lugar donde ha desarrollado su carrera fílmica y que no deja indiferente a cualquiera que vea una de sus películas.
Si bien la influencia de Lynch es notoria en Nina Wu, Midi Z tiene una vertiente original que viene trazada por un ejercicio de contemplación que repentinamente puede interrumpirse por acciones extremas, tan atribuladas como violentas, reflejadas en la idiosincrasia del pequeño país donde habita. La exquisitez de su sofisticada puesta en escena contrasta con la de sus trabajos anteriores, sobre todo si se compara a Ice Poison (2014), una de sus mejores películas.
Nina Wu está dividida en dos partes muy diferenciadas. La primera, llena de vértigo y hallazgos que se orientan hacia el thriller psicológico. Sin duda, el segmento más llamativo. Y un segundo tiempo en que las múltiples miradas interpretativas por parte del espectador se pueden fusionar libremente con los simbolismos que implanta Midi Z. Es decir, una distorsión que estimula los sentidos y captura la atención. La otra cara de la moneda, mucho menos lúdica, abarca la alerta sobre la cosificación de la mujer en el ámbito cinematográfico.
Nina Wu es una película imprescindible del cine asiático de los últimos años y Midi Z -con ocho largometrajes a los 37 años- una referencia del cine taiwanés actual.