El dilema de las redes sociales
“¿Cómo sales de la matriz si no sabes que estás dentro?”
Tristan Harris, especialista en ética de la persuasión humana y ex trabajador de Google.
Según un reporte sobre las tendencias de uso de redes sociales, divulgado a inicios de 2020 por Hootsuite -una de las más importantes plataformas digitales de gestión de redes sociales a nivel global- durante el año pasado 3.8 mil millones de personas, casi el 50% de la población mundial, viene utilizando Facebook, YouTube, Instagram y Whatsapp, principalmente. El promedio de permanencia en estos espacios virtuales es de 2 horas con 44 minutos, frente a 1 hora con 44 minutos en el 2014. El mismo informe revela que los dos países más poblados del planeta, India y China, son los que tienen mayor aumento de usuarios en las cuatro aplicaciones citadas.
Todos estos datos, sumamente fríos, sin nombres propios y más cercanos a las estadísticas de mercadotecnia de una empresa con rango mundial son, en realidad, las representaciones de una serie de comportamientos digitales que están modificando la manera de comunicarnos y que puede marcar el destino de la humanidad, respecto a los diversos contextos que la rodea.
No se trata de ser fatalistas, pero sí es cierto que la interrelación a través de los medios digitales podría generar una modificación aguda e irreversible en los mecanismos de socialización humana. Lamentablemente, este fenómeno de raíz digital y de proyección hiperrealista, no se limita a un plano psicológico, tiene que ver con una causa económica que entiende al ser humano como una mercancía descartable y de fácil control.
El dilema de las redes sociales es un documental que aborda esta problemática con una variedad de ángulos a partir de los testimonios de especialistas en tecnología, académicos de universidades de primer nivel y profesionales que han trabajado en Google, Instagram, Facebook, Twitter y YouTube. Es decir, personas involucradas en los procesos de toma de decisiones e interpretación de la realidad inmediata al plano digital.
Distribuida por Netflix, la película es una obra de Jeff Orlowski, director que ganó reconocimiento en el 2012 y 2017 por dos trabajos de corte medioambiental, Chasing Ice y Chasing Coral, premiados en las respectivas ediciones del Festival de Sundance. En el primero encara el tema de la desglaciación y en el siguiente la desaparición de los arrecifes de coral. Ambos de muy buen ritmo, exhaustiva investigación e impresionante fotografía.
En El dilema de las redes sociales, Orlowski plantea el tema de la influencia de las redes sociales a partir de cuatro aristas muy bien definidas: el impacto y grado de aceptación social que provocan en los adolescentes, la capacidad para persuadir al electorado en tiempos de comicios, la facilidad para transmitir noticias falsas a fin de inocular percepciones erróneas en la opinión pública, y el futuro de las próximas generaciones que, inevitablemente, aceptan al mundo digital -y a sus herramientas- como un hábitat natural, aunque en el fondo esté casi impuesto.
Orlowski, y los protagonistas de El dilema de las redes sociales, no propugnan que los avances tecnológicos sean el origen de la ruina humana en tiempos recientes. Lo que se explica al detalle, y desde reflexiones muy bien argumentadas, es que las redes sociales, en principio, no fueron creadas a imagen y semejanza de un gran centro comercial virtual donde las empresas encontraron la veta que les permitía anunciar sin una legislación que respete códigos de ética, algo que en la actualidad es comprobable desde que se inicia una sesión.
El documental también incide en la necesidad de entender a las redes sociales como un fenómeno psicosocial que nos puede llevar a modificar la conducta humana derivando en la adicción y posteriores síntomas de ansiedad y depresión, cuando se convierten en una prioridad cotidiana. Quizá la agilidad en el ritmo alcanzado, gracias a la complementariedad de los testimonios, sea uno de los cimientos y puntos fuertes del trabajo de Orlowski, quien no se deja llevar por la marea maniquea o moralista que otro realizador hubiese podido ofrecer.
Quizá el único sabor amargo que deja El dilema de las redes sociales sea las dramatizaciones que corren en paralelo a las intervenciones de los especialistas. Una familia ficticia va graficando cada uno de los enfoques del director, pero casi siempre se percibe como un complemento mecanizado que encierra un melodrama exagerado, por no decir forzado, bastante cercano a los de una telenovela latinoamericana de los ochentas. Sin embargo, el resultado final no llega a resentirse.
El dilema de las redes sociales es una radiografía vigente del mundo digital y de los peligros que representa sin una regulación coherente que beneficia a pocas empresas y deforma el sentido real de la humanidad.