“Buscamos entender el pasado del Perú desde el presente”
La revolución y la tierra, tercera película de Gonzalo Benavente Secco, trae a la actualidad un tema que a muchos les parece espinoso y hasta incómodo: la reforma agraria que encabezó Juan Velasco Alvarado. Lejos del fanatismo partidario o la ideología cegadora, el cineasta nacional de 37 años, aborda el impacto de las medidas políticas, sociales y económicas iniciadas por el militar, a través de múltiples voces y un trabajo exhaustivo de archivo que pretende redescubrir la figura del ex presidente. A continuación, presentamos una entrevista al realizador que ayuda a entender su interés por un capítulo polémico de nuestra historia.
Su documental ha llevado a casi 30 mil espectadores a las salas de cine en menos de dos semanas. ¿Imaginaba usted esta recepción teniendo en cuenta que el documental no es un género que históricamente haya conectado con el público peruano?
Pensamos que el tema de la reforma agraria es importante y cercano para mucha gente. No se había tocado en varias décadas y sentimos que podía conectar con el público. Quisimos hacer una película entretenida, que esté dirigida a gente joven, no para la gente que ya conocía del tema. De verdad pensé que los comentarios iban a estar más polarizados en función a la visión política sobre el fenómeno. Todo ha sido muy positivo hasta ahora. Eso sí nos ha sorprendido un poco.
La acogida, a nivel cinematográfico, ha sido muy favorable, aunque la mayoría de sus detractores argumentan en función al factor político que encierra el documental. ¿Hasta qué punto es arriesgado mostrar una cara distinta de Velasco cuando su figura ha transitado por la negación?
De hecho, es un riesgo porque, de alguna manera, pone en discusión o en debate una narrativa que ha sido casi hegemónica en este país, al menos en las ciudades grandes como Lima. La idea de que Velasco atrasó al Perú 30 años, que se ha insertado casi como una leyenda urbana que todos hemos terminado compartiendo, se ha convertido en un discurso oficial ante la ausencia de otras líneas de pensamiento que dialoguen con esta. La película ha tratado de cuestionar esas ideas y ver qué tan ciertas o no son. La revolución y la tierra se inserta en un debate en el que hay mucha gente que piensa que Velasco es lo peor que le pasó al Perú y otros que lo ven como el mejor presidente que ha tenido este país. Hemos tratado de explorar el punto medio, porque pensamos que la verdad está en los puntos medios.
¿Qué motiva a un director, que no vivió directamente la dictadura militar, a contar una historia como esta?
Creo que el gobierno de Velasco definió al Perú de hoy. Lo que pasó hace 50 años, lo que se denominó la revolución peruana concretamente con la reforma agraria y otras reformas que se dieron, determinaron, para bien, la sociedad que somos hoy. Se inició una apertura de inclusión social, de ciudadanía que no es parte del recuerdo ni de la memoria sobre el fenómeno porque la historia con mayúscula no existe. Solo hay una sumatoria de historias, de visiones que van dialogando entre ellas y que vamos adoptando como nuestras. Pero, sobre este fenómeno en particular, no ha habido voces que lo debatan a nivel de productos culturales ni en el día a día, pero sí en lo académico…
¿Aunque el gobierno de Velasco haya tomado el poder a través de un golpe de Estado?
Entendimos que había algo que no estábamos identificando sobre lo que pasó hace 50 años y que hoy nos define. Desde entender cómo es un gobierno autoritario, dictatorial en el papel formalmente, dio pie a la acción y apertura democrática más grande que ha tenido este país: que todos los peruanos y peruanas, por primera vez en la historia, puedan votar. Entonces, te das cuenta de que es mucho más complejo el escenario de lo que uno intuye cuando escucha simplemente estas verdades a medias de que Velasco fue un dictador que atrasó al Perú y ahí queda un poco el debate.
¿Cómo trabajó el proceso de documentación e investigación histórica?
Han sido tres años y medio desde que comenzamos con el proyecto hasta el estreno del documental. El proceso de investigación ha ido desde el primer hasta el último día en la isla de edición. El primer año nos dedicamos íntegramente a leer todo lo que había sobre el tema y nos dimos cuenta de que era mucho más extenso de lo que habíamos intuido al inicio porque, para entender la reforma agraria como tal, había que ir mucho más atrás. Nos interesaba que se entendiera como un punto de no retorno en vez de dedicar más metraje, por ejemplo, al funcionamiento de las cooperativas. Era necesario entender su papel dentro de una historia más larga que comienza con la invasión española, se transforma con la independencia y tiene un tercer giro importante con la tercera reforma agraria del 69. Dentro del proceso de leer todos los libros que podían existir sobre el tema, desde los estudios científicos-sociales y la literatura, también comenzamos a revisar muchas películas del siglo XX que sobrevivieron. Y nos dimos cuenta, mientras sufríamos por la ausencia de imágenes documentales de esa narrativa histórica, que el cine peruano había construido muchos imaginarios. Entonces, poco a poco, se fueron integrando las imágenes del cine peruano en la historia que estábamos contando.
Es así como llegan a plantear la diversidad de recursos narrativos…
De hecho, la idea original era contar, a través de distintos productos culturales, el cambio social. En las entrevistas y en la investigación nos tomábamos mucho tiempo. Fueron muy importantes algunos temas como el indigenismo a nivel pictórico, a través del trabajo de José Sabogal, Camilo Blas o Julia Codesido; pero también, por ejemplo, los cambios de pensamiento a lo largo del siglo XX con El discurso del politeama de González Prada. Otro producto cultural que genera cambio y que fue muy valioso para nosotros es el trabajo de Martín Chambi. Sin embargo, conforme investigamos, nos dimos cuenta de que el material cinematográfico, como producto cultural, iba ganando mucho peso porque, obvio, estábamos haciendo una película. Por lo tanto, tomamos diferentes fuentes que pretenden contar una verdad, la nuestra, y hacemos comentarios al respecto cada vez que podemos evidenciando el hecho de que es una película, evidenciando el hecho de que es una mirada propia y que quizás es una primera vuelta a la reforma agraria y a todos esos años fuera de lo académico. Ojalá no sea la última porque justamente nuestro comentario va a que necesitamos múltiples miradas para entender nuestra raíz, esta es solo una y hemos sido bien honestos con presentar la historia tal y como la vemos, sin tratar de levantar a ningún personaje ni tirarlos a la basura gratuitamente, simplemente tratando de entender al Perú de hoy porque es una película que busca entender al pasado desde el presente.
¿Es tratar de justificar la reforma agraria de Velasco?
Creo que la reforma agraria sí fue un paso importante, al menos en lo legal. Ayudó a no mantener esa exclusión. Con Velasco todos pudieron elegir a sus representantes. Si bien fue una revolución trunca, aún seguimos arrastrando problemas que vemos en el día a día.
¿En algún momento sintió, por la cantidad de material que tuvo a su disposición, que el enfoque del documental se perdería o que quizá terminaría siendo un producto de propaganda?
Hay que entender que el cine es un trabajo colectivo. Si la película termina siendo tal y como la imaginaste al inicio es que no hiciste bien tu trabajo porque no se integraron otras voces que hicieron que el proyecto creciera. La revolución y la tierra es mejor de lo que pudo haber sido gracias a toda la gente que colaboró en la investigación como Grecia Barbieri, coguionista, con quien discutimos por años este proyecto. Siempre he creído que el cine es una visión del mundo, por lo tanto, responde a un discurso político, no político partidista necesariamente o propagandista, sino una visión de cómo debe ser tu sociedad, cómo debe ser tu familia, cómo debe ser tu relación de pareja o cómo debes ser tú mismo. Al tener una visión del mundo, ya estás adoptando un discurso político. Entonces, sí teníamos muy claro de que, si bien debíamos tratar de incluir a todas las voces, porque es un documental que se cuenta a través de la multiplicidad de las voces, sí debíamos presentar una visión del mundo y ser honestos con la que tenemos y con la que como equipo compartimos.
Ideas que muchos otros no comparten
Siempre tuvimos clara nuestra idea del país y que no necesariamente todos tenemos que estar de acuerdo. De alguna manera ponemos en cuestionamiento una narrativa hegemónica que decía que el gobierno de Velasco fue un fracaso rotundo. Nosotros cuestionamos esa narrativa porque sentimos que hubo muchos avances sociales que están hasta ahora invisibilizados y que era importantes reconocer. La lucha de Nelson Mandela en Sudáfrica tiene que ver con que cada persona tenga el derecho a un voto. La lucha de Martin Luther King en Estados Unidos y todo el movimiento social que representó tiene que ver con eso, con la igualdad frente al voto. En el Perú, no tenemos tan claro en qué momento comenzamos a votar. Si preguntamos en la calle, tenemos más claro la firma del acta de los Derechos Civiles por parte de Lyndon B. Johnson o la figura de Mandela. Entonces, nos parecía algo que no estaba visibilizado y queríamos visibilizar.
Entre tantas, el origen militar es una de las diferencias entre Mandela y Johnson, por un lado; y Velasco, por el otro.
De hecho, no ponemos en duda eso. Sí creo que es una dictadura y, en el presente, no podríamos, de ninguna manera, permitir como sociedad que se inserte una dictadura, pero también hay que hacer el ejercicio de entender que la democracia, que hay que defender el día de hoy, no es la misma democracia de los años 60 en las que solo votaba una parte del Perú, una parte que hablaba y escribía en castellano y que vivía en la ciudad. No todos los peruanos éramos iguales. Es una locura que tengamos mucho más clara la situación de los esclavos afroamericanos en los Estados Unidos que la de los esclavos indígenas del Perú.
La revolución y la tierra tiene como soporte fílmico a varias películas nacionales que no son conocidas por la mayoría de los peruanos al punto que se percibe como un ejercicio de memoria artística.
Sí, entendemos las películas no solo como búsquedas estéticas sino como momentos históricos y que son hechos con la responsabilidad de algo que va a quedar en el tiempo para entender el Perú en la época en la que se anuncian, en la que se realizan. Hemos querido escarbar un poco en los archivos y darles una vuelta a estas imágenes para traerlas al presente. Son imágenes de hombres y mujeres que decidieron unirse a una lucha de la que se sentían parte. No las hicieron con pistolas ni con fusiles, las hicieron con cámaras al hombro, se insertaron en una lucha y entendieron que las películas son documentos políticos también, que dan ideas del mundo y que, finalmente, son mucho más potentes que las armas. Lo que decimos siempre, constantemente, cuando presentamos la película es que las balas se disparan, matan y se agotan, pero las imágenes, más bien, construyen y persisten.
Acude a películas de Nora de Izcue, Federico García, Armando Robles Godoy, entre otros. ¿Qué tan influyentes pueden ser estos cineastas en los nuevos directores peruanos?
Creo que la figura de Robles Godoy y sus películas sirven para medir todo lo que se hizo después en el cine nacional. A Robles se le reconoce mucho su potencial estético. Él mismo dice en sus entrevistas que no le interesaba lo que dijeran los actores, los ponía en un buen encuadre y bastaba. Pero uno ve sus historias y se da cuenta que, más allá de lo estético, el drama de los personajes es muy profundo e importante. Para entender al Perú de hoy, tenemos que darnos cuenta de que es muy parecido al Perú de ayer y el de hace 50 años. En ese contexto, la obra de Robles Godoy es emblemática y, lamentablemente, de difícil acceso.
¿Cómo se hace para pasar de Rocanrol 68 a La revolución y la tierra?
Yo siempre pienso que uno tiene que contar las historias que te marcan. Me gusta recordar una frase de Charly García que dice: “Nosotros somos la música que escuchábamos a los 15”, porque esas cosas que nos gustaban en nuestra adolescencia y nos definen como personas son los caminos que vamos a seguir buscando el resto de nuestras vidas. Entonces, para mí, los productos culturales son muy importantes, esas historias que nos dicen quiénes somos, pero desde la música, desde el cine, desde distintas búsquedas del arte en general. Creo que Rocanrol 68 es una mirada sobre cómo esos productos culturales, específicamente la primera escena de rock peruano puede definir a la persona en la que uno va a convertirse. La película trata sobre una historia de amigos adolescentes que viven en una burbuja social que logra romperse un poquito cuando salen de su barrio y acuden a una zona más popular. Se trata de descubrir que el Perú es mucho más ancho, mucho más ajeno de lo que se puede pensar. La revolución y la tierra, que es un trabajo de muchos más años y mucha más investigación, nos agarra un poco más viejos y tiene que ver con ese Perú de transformación social a partir de un hecho que marcó nuestra historia.
En su obra se evidencia un redescubrimiento constante que apunta hacia una exploración sobre quiénes somos
Hacer cine en el Perú, lamentablemente, proviene de un entorno privilegiado. He de reconocer que ser un hombre de Lima, heterosexual, con un color de piel más clara que la de muchos peruanos, reitero, lamentablemente, todavía me genera ciertos privilegios. Todos los que hacemos cine hemos tenido algunos privilegios y deberíamos reconocer que eso está mal, sobre todo en un país donde se dan muchas injusticias. Por eso, Rocanrol 68 tal vez sea el primer chispazo, dentro de la comedia adolescente, que alberga un discurso social; obviamente no es un documento político, pero sus personajes están trazados con un trasfondo que representan, por ejemplo, a la feminista social demócrata, al militar de La Marina que es de derecha, a la mamá demócrata cristiana, etc. Varios de los personajes jóvenes son adolescentes que están descubriendo lo que hay más allá de su pequeño mundo. En La revolución y la tierra tratamos, dentro de nuestras limitaciones, observar ese Perú que es mucho más amplio y complejo incorporando mayor número de voces.
¿Qué siente cuando algunas voces como la de Aldo Mariátegui y otros periodistas o políticos le dicen caviar?
Bueno, lo que más me agrada es que me digan “pulpín” porque me quita años (sonríe). Me da risa que haya opinado sin ver la película. En general, si bien el documental puede tener un discurso cercano a la centro izquierda, que además es mi posición frente al mundo, habría que definir bien qué significa caviar. Todo discurso es debatible sea de derecha o izquierda. Frente a la crítica de Mariátegui, entiendo que él piensa que tenemos una visión del mundo y que creemos que es la última, así como él asume que la suya es la última e incuestionable. Nosotros buscamos voces que se sumen a un debate mayor y que, por otro lado, cuestionen nuestra visión. Entendemos que es imposible contar la historia del país en dos horas. Esa nunca fue nuestra meta.