Toy Story 4
¿Qué es un juguete? Sobre todo, para los adultos, es un recuerdo. No del objeto, sino del momento en que el objeto sirvió de compañía, durante la infancia ida. Pero, para un niño, un juguete es un deseo, un anhelo, un estado de ánimo. Y también puede reflejar una benigna ambición o una caprichosa codicia. Los niños, y también los adultos, tienen fijaciones por objetos que los pueden distinguir y hacer únicos, especiales, diferentes. Entonces, ¿cuándo y por qué se empieza a dejar de lado a los juguetes si representan un periodo esencial de la vida? El crecimiento, esa fatalidad inevitable que produce el paso de los años, hace que se abandonen los carritos, las muñecas o los robots, y se incursione en arenas más inestables hasta llegar a la adultez. ¿Y qué sucede con esos compañeros sin vida que despertaron las primeras historias de aventuras y los extensos diálogos imaginarios? Lo más probable es que terminen depurados por alguna mudanza fortuita o descansen arrumados en las bolsas negras de basura tras la limpieza exhaustiva del fin de semana. Sin embargo, un juguete es de los pocos objetos que tiene más de una utilidad y acumulan su valor emocional al pasar de mano en mano. Viejo y despintado, un juguete es un hallazgo invaluable que transforma los días de su nuevo dueño. Un juguete es un envase que contiene demasiada experiencia almacenada. Hasta puede entenderse como la extensión inanimada de los miedos, alegrías y tristezas de sus propios dueños.
El cine también entiende la sensibilidad que encierran los juguetes. Toy Story, la mejor saga animada que se ha hecho hasta ahora, comprende un arco temporal desarrollado a partir de cuatro películas en 14 años, donde narra la relación entre humanos y juguetes desde la mirada tierna que otorga la niñez, hasta la óptica confundida que brinda la adolescencia. La última entrega de la franquicia vuelve a la carga con más nostalgia que sus predecesoras, a través de un cierre digno, que, contrariamente a lo que podría pensarse, ofrece un capítulo final que no desgasta a sus personajes ni a la esencia del significado, en cuanto al valor de los objetos infantiles se refiere.
La hermosa responsabilidad de dirigir Toy Story 4 (2019) cayó en Josh Cooley, guionista de Intensa-Mente (2015) y animador con orígenes en Pixar. Ser el timonel del producto que John Lasseter inició en 1995, pasa por entender los pensamientos y el corazón de un niño desde una perspectiva madura sin abusar del sentimentalismo que dan las despedidas. Andy ya no es el centro de atracción de los juguetes, ni sus conflictos son parte de la historia. Ahora Bonnie, la niña que heredó sus cosas, afrontará una nueva experiencia, algo perturbadora: el inicio de la etapa del jardín escolar. Y es en esa circunstancia que Woody, el viejo vaquero, héroe del pasado y compañero leal de Andy, se tomará muy en serio el rol de compinche protector de Bonnie, tal como lo hizo con Andy en el mismo escenario, pero en otras épocas. Bonnie, definitivamente, no es Andy y ha relegado a Woody a la segunda línea de preferencia en el mundo de sus juguetes. Por lo tanto, la correspondencia, el apego y el sentimiento hacia el cowboy es otro. Un tenedor descartable, al que Bonnie le ha pegado ojos disparejos, brazos de alambre y pies de trozos de madera, bautizado como Forky, será el nuevo preferido de la niña. Este solo es el punto de partida de una historia de aventuras donde el valor del pasado regresa con una fuerza que sacude temas ligados a la amistad, la solidaridad y el dolor causado por la pérdida de lo querido.
Toy Story 4 es tan potente a nivel visual como arriesgada por su interminable abanico de personajes. La puesta en escena abarca locaciones maravillosas. La más emblemática es el parque de diversiones. Este lugar guarda una carga sentimental crepuscular equiparable a las que transmiten las escenas románticas del cine clásico americano. Los momentos entre Woody y Bo Peep son gratificantes por su despliegue de candor y naturalidad. Sobre el empleo e incidencia de nuevos personajes en la trama, el director abre su abanico de posibilidades con éxito. Los mejores son Gabby Gabby (Christina Hendricks) y Duke Caboom (Keanu Reeves), simbolizando a la falta de afecto y a la decepción, respectivamente. Además de la divertidísima pareja de peluches, Ducky (Keegan-Michael Key) y Bunny (Jordan Peele). Puede parecer que los personajes “antiguos”, más allá de Woody, no juegan papeles importantes, no obstante, aparecen en los instantes correctos y determinantes. El mejor ejemplo de ello es Buzz Lightyear.
Toy Story 4 es un torrente de imágenes que remiten al pasado. A ese tiempo que el hombre del presente añora cuando piensa en sus juguetes del lejano ayer. Pero la película también deja un margen para pensar en el futuro y en el destino de los niños que volverán a establecer una relación con sus juguetes. Toy Story 4 es un bucle de amor que viaja intensamente por los caminos de la melancolía de una historia cerrada.