Roma
Mucho han escrito los historiadores acerca de la mirada que tenían los españoles sobre los habitantes oriundos del Nuevo Mundo al descubrirse América. También se pueden encontrar excelentes textos que explican la impresión que causó a incas y aztecas el arribo de hombres a lomo de caballo que brillaban al reflejo del sol. Las dos percepciones coinciden en que lo desconocido se descubre a partir de uno mismo: desde lo que pensamos hasta lo que entendemos por costumbres, tradiciones e identidad. Es decir, el discernimiento de lo “otro” solo se puede hacer cuando reconocemos lo diferente que somos a los individuos de un grupo social, en concreto, al que no pertenecemos. El foráneo es ajeno a todo y, muy posiblemente, sus acciones siempre estén en la dirección equivocada, porque no sigue nuestros parámetros. Sin embargo, una cuota de piedad también asoma cuando se le empieza a conocer y el relativo sentido de superioridad pierde fuerza en esa relación. Lo mismo sucedió cuando los traficantes se relacionaban con sus esclavos. Y lo mismo pasó cuando los patrones interactuaban con sus sirvientes.
Roma (2018) de Alfonso Cuarón tiene mucho de esa mirada hacia el “otro”, hacia el desconocido que tenemos al lado para fines distintos al de una relación humana sin jerarquías. Al establecer la cercanía entre Cleo (Yalitza Aparicio) -una sirvienta de origen mixteco- y su empleadora, Sofía (Marina de Tavira) -madre de cuatro niños y dueña de un inminente fracaso matrimonial-, la mirada del director mexicano guarda cierta condescendencia y reivindicación, paradoja muy bien representada por tres acciones claves: el anuncio del embarazo de Cleo a su patrona, la muerte del hijo recién nacido de Cleo y la acción “heroica” de Cleo en la playa. Cuarón define en la empleada doméstica un personaje romántico y aprehensivo, colocado en un contexto donde la servidumbre era tan normal como esencial en la configuración de las familias mexicanas, en particular, y latinoamericanas, en general.
El mérito de la propuesta de Cuarón es que al conocer de cerca este tipo de relación pisa en un terreno donde las suposiciones sobran. Cuarón lleva su historia de blancos e indígenas, de patrones y servidumbre, de capitalinos y provincianos, por senderos que no desvirtúan una realidad excepcional: Cleo es parte de la familia sin imposturas. Esa honestidad, reivindicativa y de claro rasgo feminista, atraviesa un puente que conecta a Cleo con Sofía cuando ambas sufren el abandono y el engaño por parte de sus maridos. No obstante, el problema de Roma empieza donde termina su honestidad. Cuarón se empeña en reafirmar la naturalidad de la relación entre Cleo y su entorno patronal. Sobrepasado de situaciones agradecidas hacia la protagonista, al director se le escapa un aire idealizador que a cualquiera podría causarle una pizca de vergüenza ajena. Se comprende la intención del cineasta, pero sus revoluciones le ganan por poco. A pesar de ello, el resultado final de Roma no se ve afectado.
Cuarón ha recibido puyas mortales por la estratificación social que muestra en su última obra. Los dardos más venenosos apuntan en dirección a la fotografía preciosista que ha trabajado el mexicano a modo de disfraz sobre un contexto convulso y, en algunas secuencias, miserable. Hasta de artificiosa influencia neorrealista se ha hablado. Bah, siempre se quiere encontrar conexiones poco creativas con tal de justificar el desacuerdo hacia determinados planteamientos. Lo cierto es que Cuarón tiene una debilidad por las imágenes de gran impacto. Ya lo hizo en Gravedad hace cinco años. El conjunto de planos y movimientos de cámara de Roma da para un ensayo aparte si queremos dar ejemplos bien trabajados a nivel de lenguaje audiovisual. Cuarón no es un oportunista, sabe que del feísmo de los parajes se extraen secuencias hermosas que se mimetizan con el guion del que también es autor.
Roma es el “otro” que no deja de ver. El que se involucra sin mirar sobre el hombro. Es la película que reivindica sin trampas, pero que agudiza su idealismo pasándose unas cuantas revoluciones. Roma es una de las películas del año.