El abuelo
Resulta evidente, y hasta cansino, repetir que los mejores momentos de los road movies transcurren durante el camino y noen la parada final, aquella que casi siempre funciona como desenlace del film. Estas películas, donde el conjunto de protagonistas viaja para concretar una búsqueda, ya sea interior o de descubrimiento interpersonal (muchas veces puede ser las dos al mismo tiempo), debe contar con elementos básicos que ayuden a potenciar el planteamiento del guion: personajes que se contrapongan a nivel afectivo, psicológico y cognitivo; varias subtramas que ayuden a redescubrir a estos personajes; y concebir a la carretera -esto incluye ruta, paisajes, clima, geografía y pobladores- como un protagonista más de la historia.
El abuelo, película peruana que marca el debut del joven realizador limeño Gustavo Saavedra, tiene todos los elementos señalados anteriormente, pero además tiene una cuota de sensibilidad que no se ampara en mecanizados efectismos melodramáticos , ni cae en la moralina forzada que pretende dejar un mensaje familiar. La sencillez del tratamiento que le otorga Saavedra, a todo nivel, es su verdadera fortaleza; sobre todo, cuando ralentiza los tiempos con un pulso que va impregnando el verdadero espíritu de su película: una melancolía que va siendo minada por los secretos familiares que no siempre tienen por qué ser agradables.
Crisóstomo (Carlos J. Vega) es un anciano viudo que está a punto de cumplir 80 años. Le ha pedido a su hijo Alfonso (Javier Valdés) -un médico cincuentón atosigado por su vida conyugal- emprender un viaje hasta el pueblo que lo vio nacer, en los andes peruanos, y del que partió hace siete décadas. Santiago (Rómulo Assereto) y José María (Sebastián Rubio), hijos de Alfonso, también se unirán a la aventura. El primero accederá obligado, a riesgo de alterar drásticamente su vida cotidiana; mientras que el segundo lo hará motivado por filmar un documental sobre la vida de su abuelo. Lo que originalmente se organizó como una expedición de machos alfa que desean ver el reencuentro del patriarca con sus raíces, se convertirá en un periplo donde las noticias desagradables terminarán por desnudarlos moralmente en el plano familiar.
El abuelo es un acierto, que más allá de su sensibilidad, se distingue por el correcto encadenamiento de los personajes al momento de compartir conflictos, cada uno con percepciones distintas sobre la vida, pero que tienen algo en común: un vacío emocional causado por frustraciones y ausencias. Crisóstomo acusa de una culpabilidad que casi al final de su existencia solo cree poder redimir al revelar la verdad a su hijo por medio de este viaje. Alfonso sin querer encuentra en esa verdad una cuota de honestidad brutal que lo desestabilizará y lo llevará a meditar acerca de la adultez que atraviesa. El proceso de aprendizaje que sufrirán Santiago y José María estará dirigido hacia el entendimiento que significa asumir la figura paterna y la de vástago. De esta manera, Saavedra irá juntando las responsabilidades de sus personajes hasta que eclosionen para probar el grado de madurez de cada uno.
Las locaciones que elige Saavedra para contar su historia también están en sintonía con las sensaciones y sentimientos que van experimentando los cuatro hombres. Los paisajes en general -desde las postales de los conos limeños, hasta los hermosos cielos cajamarquinos- y, sobre todo, los atardeceres de las zonas costeñas y las quebradas serranas, le dan un aire crepuscular que funciona como una metáfora de la vida de Crisóstomo. Gran trabajo de fotografía.
La dirección de actores es otro punto destacado en El abuelo. Los cuatro hombres que llevan adelante la historia cumplen con solvencia sus roles. Lástima que Carlos J. Vega, el abuelo Crisóstomo, no pudo ver culminado su trabajo en la pantalla grande. Falleció hace dos años. Por otra parte, quizá algo que se le puede reclamar a Saavedra es el abuso de la música en determinadas secuencias, por ratos la monotonía de las guitarras acústicas se apodera del campo sonoro en perjuicio del murmullo ambiental que también pudo haberse explotado más.
El sentido de pertenencia, la relación padre hijo, el miedo a lo desconocido, la aceptación o el rechazo hacia los problemas familiares, son algunos de los temas que aborda la película nacional y que su director sabe exponer desde una mirada íntima donde gobierna el sentimiento honesto y el humor preciso. El abuelo es una película de argumento sencillo, pero de corazón grande.