Avengers: Infinity War
Una de las maneras de homenajear la trayectoria de un futbolista profesional se da a través de un partido de despedida. Casi siempre, este último encuentro tiene como protagonistas a los jugadores más destacados que compartieron vestuario con el hombre que se aleja de las canchas. El jet set del balón acompaña al crack en retiro cual tributo que rinde un pueblo a su guerrero que se marcha hacia sus cuarteles de invierno. Para el hincha, ver desfilar a tanta luminaria sobre un rectángulo verde puede ser un lujo, pero también una desilusión: todos perciben que nadie se esforzará al máximo. El evento, por naturaleza, no tiene carácter competitivo, sino recreativo. Ningún futbolista desplegará lo que mejor sabe hacer, ni luchará por ganar como si fuera un match oficial. Podrán ser piezas de recambio conforme pasen los minutos y ninguno desplegará su fantasía. Físicamente podrán ser percibidos. Sin embargo, la llama de su juego, en el mejor de los casos, aparecerá a cuentagotas. En la mayoría de las ocasiones, nunca asomará. Algo equivalente sucede con Avengers: Infinity War.
La última película de la factoría Marvel Studios supone un ejercicio descomunal que se define por ser ostentoso y superficial. ¿Se podría esperar más? Sí, pero se deja llevar por lo inmediato, por resolver a plumazos cada acción. Es decir, todo pasa tan rápido (y eso que la película dura casi tres horas) que no da respiro para profundizar en las relaciones entre muchos de los personajes ni las situaciones que protagonizan. Ello le quita opciones para ahondar en los múltiples conflictos que plantean los directores Anthony Russo y Joe Russo. Todo es tan aislado e inconexo que los personajes aparecen como débiles capas superpuestas que no potencian el conjunto de la película.
Avengers: Infinity War es un escenario por el que desfilan figuras pasajeras (incluso los propios Vengadores) que entran y salen sin mayor aporte a la trama. Ninguno es fundamental, todos son prescindibles. Todos, menos Thanos. La presencia del súpervillano acapara la película. Punto a favor para las producciones fílmicas amparadas en Marvel que han encontrado (¡por fin!) a alguien que pueda tener protagonismo y sepa matizar tiranía con culposos trastornos afectivos. Thanos parece decir: “olvídense de Ultrón, yo soy auténtico y vengo a dar lucha”. Thanos equivale al jugador de fútbol homenajeado que ha decidido retirarse. Es el que se lleva las palmas al término de partido (en este caso, de la película). Mientras que los superhéroes que lo enfrentan son los compañeros que sirven de comparsa al pelotero. En la cinta, los superhéroes han renunciado a ser visibles para canibalizarse en medio de una historia falsamente apocalíptica. Las estrellas son opacadas por sus propias sombras. Hasta los chistes y los momentos jocosos están desarticulados del gran cuerpo argumental. La responsabilidad directa la tiene el guión: salta de un lado a otro solo para encender fuegos artificiales inocuos en forma de batallas monótonas e intentar vender a la audiencia momentos emotivos que solo pueden ser comprados por los fans oportunistas (quizá el 80% de los que acuden a las salas de cine y que están ayudando a romper récords de taquilla).
El trasfondo industrial de Avengers: Infinity War, como producto empresarial, es tan evidente que no dudo en que, a partir de los personajes caídos, habrá precuelas, secuelas y spin-off en todas las variantes y direcciones posibles. No hay película en que haya muerto mayor cantidad de superhéroes con la misión de seguir generando más entregas y seguir siendo menos fieles al espíritu de los cómics. Y esa también es la tragedia del film, porque al dejar un final abierto le quita el verdadero dramatismo que debería significar la pérdida de los camaradas, de los amigos de lucha. Nunca las partidas tuvieron una aflicción y un duelo tan efímeros.
Avengers: Infinity War es entretenimiento reciclable. Un esbozo de épica interplanetaria al que le sobran figuras de reparto que alguna vez lucieron trajes protagónicos. No por ello deja de ser una película efectiva que encandila, básicamente, por su principal falencia: amontonar a una gran cantidad de los habitantes del universo Marvel. Los sueños y la nostalgia no debieron diluirse en una película donde todos sus componentes están juntos y revueltos.